“Merton se convirtió en monje escribiendo acerca del proceso de convertirse en monje. La forma de su particular vocación monástica se le reveló en sucesivas experiencias que, aunque para sus lectores pudieran resultar paradójicas, presentaban para él una misteriosa claridad. Escribió acerca del silencio para convertirse en un ser silencioso. Escribió acerca de su condición de perdido para que Dios lo encontrara rápidamente. Se ocultó a sí mismo del mundo mostrándose plenamente a él.
Escribir acerca de la misericordia de Dios era haber sido congregado por la misericordia de Dios A medida que las palabras de Merton se hacían cada vez más agradecidas, lo que de alguna manera era vil en él se convertía en valioso, lo que era pobre se hacía infinito, su fragilidad humana se convertía en poder. La misericordia incesantemente renovada de Dios hacia él a lo largo de su vida es el código que nos permite entrever el núcleo del misterio encerrado en la obsesión de Merton por escribir diarios: “Pendiente como estoy de la misericordia de Dios, me alegro de cualquier acontecimiento que se produce” (29 de noviembre de 1952).
Más adelante apuntan: “En su deseo de dominarlo todo escribiendo acerca de ello, Merton tomó conciencia de que Dios era quien lo estaba dominando a él. Nunca perdió de vista la realidad de sus pecados, pero confió a pesar de todo en la promesa del perdón divino. Incluso en las noches más sombrías, cuando su boca enmudecía y su corazón parecía petrificado, sus oídos seguían atentos en la oscuridad a la voz del Señor, que le dirigía palabras de bienvenida”.
Y luego, casi al final: “Su escritura actúa frente a los lectores como una ventana y a la vez como un espejo. En los diarios de Merton los lectores vislumbran en parte sus propias “posibilidades infinitas” de “contemplación y oración”. A medida que Merton lucha con las contradicciones de su vida, los lectores se autoexaminan en el espejo de su arte autobiográfico. Oyendo la voz literaria de Merton, se despierta en los lectores la atracción por la escucha de la voz silenciosa y tranquila que resuena en su propio interior, una voz que anhela encarnarse en algún gesto externo totalmente espontáneo y personal”.
Especialmente este último párrafo describe con mucha claridad el efecto que ejerce en sus lectores la obra de Merton; en mi caso, ha sido siempre un estímulo para mis propias búsquedas espirituales, para la meditación y la oración, y sus intuiciones han guiado mis pies en el sendero del evangelio. Uno quiere tener siempre la sabiduría y la libertad que ve en sus maestros, y de alguna manera he convertido también yo la lectura asidua de lo que Merton escribió en una verdadera disciplina espiritual.
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