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domingo, 8 de abril de 2007

La Resurrección: un acontecimiento íntimo. (Henri Nouwen)


Mañana de Pascua. Una eucaristía muy simple y silenciosa alrededor de la mesa del comedor. Un grupo pequeño de amigos, contentos de estar juntos. Después del Evangelio, hablamos acerca de la Resurrección. Liz, que trabaja con mucha gente angustiada, dijo: Tenemos que seguir haciendo rodar las piedras enormes que le impiden a la gente salir de sus tumbas. Elizabeth, que vive con cuatro discapacitados en el hogar de El Arca, dijo: Después de la resurrección, Jesús tomó nuevamente el desayuno con sus amigos y les mostró la importancia de las cosas pequeñas y comunes de la vida. Alguien que se pregunta si puede ser llamada a ir a Honduras a trabajar allí con la comunidad, dijo: Es tan reconfortable saber que las heridas de Jesús permanecieron visibles en su cuerpo resucitado. Nuestras heridas no son quitadas sino que se transforman en fuentes de esperanza para otros.
A medida que todos hablaban me sentí muy cerca del acontecimiento de la Pascua. No era un acontecimiento espectacular que fuerza a la gente a creer. Más bien, era un acontecimiento espectacular para los amigos de Jesús, para aquellos que lo habían conocido, escuchado y creído en él. Era muy íntimo: una palabra aquí, un gesto allí, una toma de conciencia gradual de que algo nuevo estaba naciendo, pequeño, casi inadvertido, pero con la potencia de cambiar la faz de la tierra. María Magdalena escuchó su nombre. Juan y Pedro vieron la tumba vacía. Los amigos de Jesús sintieron que su corazón ardía en encuentros que tienen su expresión más acabada en las extraordinarias palabras: ¡Ha resucitado! Todo estaba igual que antes, mientras todo había cambiado.
Nosotros, sentados en círculo alrededor de la mesa, con un poco de pan y un poco de vino, hablando suavemente acerca de la forma en que lo reconocíamos en nuestras vidas, sabíamos, en lo profundo de nuestro corazón, que también para nosotros todo había cambiado mientras todo seguía igual. Nuestras luchas no han terminado. En la mañana de Pascua, todavía podemos sentir el dolor del mundo, de nuestras familias y amigos, de nuestros propios corazones. Todavía está allí, y estará allí por largo tiempo. Sin embargo, todo es diferente porque hemos encontrado a Jesús y hablado con Él.
Había una alegría simple y calma en nosotros, y una sensación muy profunda de ser amados por un amor que es más fuerte, mucho más fuerte que la muerte.
(Camino a casa. Un viaje espiritual. Henri Nouwen, Lumen 1997).

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.