Luego
de defender a capa y espada su vocación de solitario, le escribe Merton a
Leclercq el 3 de diciembre de 1955:
“¡Resulta que ahora soy maestro de
novicios! De hecho, soy más cenobita de lo que suponía. Pueden suceder cosas
muy extrañas en la vocación de cada uno… ¿Me concederá Dios algún día llevarme
después de todo a la perfecta soledad? No lo sé. Una cosa es segura, he hecho
tantos esfuerzos en esa dirección como uno puede hacer sin traspasar los
límites de la obediencia. Mi única tarea ahora es mantenerme en calma,
abandonado, y en las manos de Dios. He encontrado una sorprendente soledad
interior entre mis novicios, y hasta cierta soledad exterior que no esperaba…
Por eso doy gracias a Dios por colmar mucho de mis deseos cuando parecía
ignorarlos. Sé que estoy muy cerca de él, y que todas las pruebas y
dificultades pasadas este año forman parte de sus planes. Estoy en paz con su
voluntad… y my feliz explicando a Casiano. Aunque no puedo vivir como el Abba
Isaac, Nesteros o Poemén, siento que son mis padres y mis amigos”.
Luego
continúa hablando de su nueva experiencia en una carta del 6 de febrero de
1956:
“Mi nueva vida como maestro de novicios
progresa cada día. Es una existencia poco habitual, en la que tengo aun
dificultades de adaptación. A veces me siento abrumado de puro horror por tener
que hablar tanto y aparecer ante los demás como un ejemplo. Pienso que Dios
está probando la calidad de mi deseo de soledad, en el cual quizá había un
componente de escapar de responsabilidades; con todo, el deseo sigue siendo el
mismo, el conflicto está ahí, aunque yo no puedo hacer nada sino ignorarlo y
mirar hacia adelante para cumplir lo que es evidentemente la voluntad de Dios.
He abandonado completamente toda escritura por el momento. Pida, por favor, al
Señor que me guíe en la nueva etapa de desierto que Él ha abierto delante de mí”.
LECLERCQ
le escribe a Merton el 26 de octubre de 1963: “Por todas partes he encontrado jóvenes que le deben a usted su vocación”.
Merton,
el 11 de mayo de 1965: “En muchos
aspectos mi vida y mi trabajo son ciertamente muy equívocos, y si alguien
quisiera medirme con parámetros normales sería muy fácil descubrir que me
faltan requisitos, como a cualquier otra persona, porque, a la larga, ¿cuáles
son los parámetros normales, y quién los satisface, salvo superficialmente? Y,
por supuesto, también yo soy un Geheimnis [misterio] incluso para mí mismo. Y
he dejado de esperar cualquier otra cosa. Tampoco abrigo ninguna secreta
esperanza de encontrar pleno sentido a mi existencia, que debe seguir siendo
paradójica. Así, pues, a fin de cuentas, debo hacer lo que todo el mundo hace y
acogerme a la misericordia de Dios y tratar, en la medida en que me sea posible,
de no defraudarle en su amor por mí. Ciertamente, si tratase de agradar a
todos, le defraudaría, y si lo que quiero es agradarle, inevitablemente debo
desagradar a mucha gente seria y bienpensante. Continúo pues, haciendo esto sin
escrúpulos”.
LECLERCQ
a MERTON, desde el continente africano (Tanzania): “Usted es muy conocido aquí, como en todas partes” (29 de mayo de
1965).
MERTON
a LECLERCQ, el 17 de febrero de 1967: “Con
Roma, siendo como es, la renovación será siempre una lucha lenta… Las ideas
muertas continuarán un tiempo usurpando el lugar de las que pertenecen a la
vida… Vamos todos a confiar en que podremos manejar las cosas de modo que
seamos al mismo tiempo obedientes y libres. No es fácil. Pero Dios es fiel, y
es mi única esperanza”.
LECLERCQ
a MERTON, el 21 de enero de 1968: “La
Iglesia le necesita a usted para progresar y que pueda compartir su experiencia
con otros, no sólo escribiendo. Su propia personalidad (y algunos dicen lo
mismo de mí, pero, por supuesto, yo no soy un gigante) es un testimonio de
libertad en Cristo, y esto debe ser mostrado”.
MERTON
A LECLERCQ: “Tengo un gran problema para
seguir viviendo en América (USA), lo mismo que para seguir identificado con una
sociedad que me parece está bajo el juicio de Dios y en cierto sentido bajo una
maldición por los crímenes de la guerra de Viet Nam. Pero otra parte, tampoco
me parece que sea muy honesto dejar el país… Si es que esta sociedad está bajo
el juicio de Dios, yo también me debería quedar y aguantarlo como todo el mundo,
puesto que después de todo yo no soy muy
diferente de los demás”.
LECLERCQ
a MERTON: “Acabo de regresar de una gira
por los monasterios ingleses. En Caldey [monasterio de Gales] y en otras
partes, una sola voz: ¡Tráiganos a Tom! No hay nadie que no haya sentido su
influencia”.
El
23 de junio de 1968 Merton se prepara para su viaje a Asia y escribe a LECLERCQ: “La vocación del monje en el mundo moderno,
especialmente el marxista, no es supervivencia sino profecía. Estamos demasiado
ocupados tratando de salvar nuestro pellejo”.