Aprovecho la cercana celebración de TODOS LOS SANTOS, fiesta litúrgica que disfruto muchísimo, para compartir una vez más las conclusiones de mi trabajo académico sobre VIDA Y SANTIDAD EN THOMAS MERTON:
Una vez examinada la figura de Thomas Merton
desde la óptica propuesta en esta investigación podemos presentar las siguientes
conclusiones:
1.
La santidad, como llamada e ideal de vida se ha hecho presente en la historia
humana, y ha movido a los seguidores de Cristo a buscar una identificación
radical y profunda con su maestro. Muchos, en el transcurso de los siglos, se
han visto impactados por la belleza de esta propuesta, que supone participación
y seguimiento, que es don y tarea al mismo tiempo. Sin embargo, ese ideal, no
la santidad propiamente, ha estado lastrado, en algunos momentos de la historia,
por interpretaciones parciales, entre las que resaltan en este trabajo fundamentalmente
dos: el que se presentase como camino para unos pocos y no para todos, y el que
no presentara con suficiente claridad que santidad y humanización van siempre
de la mano. Cada época necesita
recuperar el ideal de santidad, como
motivación y motor para la vida de los bautizados, presentándolo de manera dinámica,
con expresiones nuevas, de manera que constituya un desafío para vivir
gozosamente la fe; por eso, urge seguir trabajando por una comprensión de
la santidad más integral, menos
elitista, menos de grupo y más abierta a buscar lo común, más sensible a las
búsquedas de nuestro tiempo, y al mismo tiempo capaz, como ideal, de crear nuevas mentalidades, reconociendo la belleza de la creación, la
autonomía de las estructuras humanas, y sobre todo haciendo presente al mundo
la infinita bondad del Dios Padre que anunció Jesús
2.
Thomas Merton es una figura contemporánea, con irradiación amplia, dentro y
fuera de
3. La santidad en TM está vinculada indisolublemente a su conversión, a su bautismo y a su elección vocacional. Cuando hace la lectura de su vida en clave de fe, como historia de salvación, coloca la llamada a la santidad como eje de su vida cristiana, y es capaz de descubrir que esa llamada, si bien tiene un momento puntual, ha estado presente desde el comienzo de su vida, y se ha ido desvelando progresivamente, y manifestándose en acontecimientos, personas, libros e ideales. Es una llamada que le hace descubrir su verdadera identidad, y le recuerda la obligación de buscar la santidad en una vocación particular, y de trabajar porque el mundo también participe de la santidad de Dios. TM busca modelos concretos que le ayuden a ir perfilando su ser cristiano; sabe que se trata de un proceso, que necesita de aperturas y renuncias progresivas, que no desecha ni ignora sus propias limitaciones, y que le exigirá abandonar a menudo sus propios proyectos e ideales para abrazar confiadamente los planes de Dios. Así descubre que en él la santidad está íntimamente vinculada a su vocación de escritor, a la contemplación, a la soledad, pero también a su preocupación por el mundo, por la justicia y la belleza de lo humano; está vinculada tanto a la tradición como a lo más actual, a la oración y a la poesía.
4.
Hay en TM, y en su deseo de ser “santo” un propósito de integración y
universalidad, que forma parte esencial de su camino de fe y de su testimonio como contemplativo católico;
su apertura franca, su constante búsqueda, su deseo de plenitud, le abren no
sólo a la belleza y al dolor del mundo, sino también a otras experiencias
religiosas, en un deseo de vivir cada día más plenamente la “catolicidad” de su
ser Iglesia. Él quiere juntar en su persona lo que está separado fuera, como
una manera propia de contribuir a la unidad. En su itinerario espiritual de
“santidad”, TM pasará de una comprensión más estrecha, tradicional y devocional
del camino cristiano, a otra visión que
contempla el seguimiento de Cristo de manera más integral, más sencilla y más compasiva
mayor con el mundo y con los problemas de su tiempo.
5. De lo expuesto, no se deduce que sea Merton
una figura excepcional, que ponga en cuestión todo el ideal de santidad que le
precede; él asume la Tradición de la Iglesia, la vive y la enriquece desde su
itinerario personal de salvación, como han hecho otros muchos hombres y
mujeres, impulsados por el encuentro con Cristo, y refleja las preguntas, dudas
y búsquedas del tiempo en que vivió. Su
figura, antes y ahora, ha sido cuestionada por muchos, pero ello no debería
hacernos ignorar aquellos aspectos positivos que su obra aportó al pensamiento cristiano y cultural de
las últimas décadas. Este trabajo no tiene pretensiones idealizadoras de su
persona, pues, de hecho, creo que si Merton es un maestro para muchos no es
porque sea un hombre “perfecto”, sin errores, sin tropiezos, sino porque su
búsqueda fue auténtica, honesta, transparente, hasta donde era capaz él mismo
de conseguirlo, dejándonos entrever su fragilidad y sus limitaciones. Su vida vale como modelo cercano y creíble
del cristiano que busca la voluntad de Dios en medio de un mundo complejo y de
las propias complejidades de su psiquis y su personalidad, siempre en relación
con otros.
6. La reflexión que hace TM acerca de la santidad en sus libros, tal y como aparece en este trabajo, está centrada en Cristo, usando el concepto de “participación”, así como vinculando santidad a gratitud, alabanza y amor, sin olvidar el equilibrio entre el misterio de nuestra individualidad y la obediencia como camino para alcanzar la voluntad de Dios, que se manifiesta siempre en el ámbito de la comunidad cristiana. La reflexión de TM aparece vinculada al espíritu eclesial que precedió y acompañó la celebración del Concilio Vaticano II, y tiene en cuenta que la santidad es para todos, que ha de buscarse en la vida ordinaria, y que ha de repercutir en provecho de toda la humanidad. Es destacable el hecho de que alguien como TM, monje contemplativo, vaya más allá de la habitual distinción vida activa-vida contemplativa, como opuestos, para hablar de “vida activa”, ya sea en la acción o en la contemplación, como vida comprometida, con la Iglesia y con el mundo.
7.
Como ideas concretas e importantes acerca de la santidad, que aparecen en los
textos de TM que hemos revisado en este trabajo, destacan las siguientes:
a. La
santidad aparece vinculada a la identidad de la persona; la individualidad no
es imperfección, todo lo contrario, la perfección está en relación con la
propia identidad individual.
b. Reconocimiento
del trabajo activo y socialmente útil como camino de la santidad cristiana, frente
a una comprensión más “monástica”, que la vincula con actitudes de retiro del
mundo y vida contemplativa.
c. Libertad
y apertura en la búsqueda de nuevos caminos: la santidad no puede ser mera
repetición mecánica de un modelo, sino que exige creatividad y osadía de parte
nuestra.
d. La
ley de la santidad es la ley del amor, porque ese es el principal mandamiento
cristiano, y porque, a través del amor, se
“nos manda añadir nuevos valores al mundo que nos ha dado Dios a través
del poder creativo que Él ha puesto en nosotros”.[1]
e. La
santidad es compatible con imperfecciones, limitaciones, defectos y
excentricidades, que Dios permite para su maduración y crecimiento espiritual.
8.
De modo más general, a lo largo de todo el trabajo aparecen tres ideas básicas
que definen la visión de TM en relación con la santidad, y que también singularizan su visión espiritual:
1.
Relación directa entre
santidad y progresiva humanización: Para TM, el
ideal cristiano no es sobrehumano, sino humano; ser santo no es ser menos
humano, sino todo lo contrario. Hay un reconocimiento del valor de lo humano,
un aprecio por la humanidad que no es contrario a la búsqueda del Reino, ni a
una visión crítica y profética de lo que necesita ser cuestionado y cambiado. De
aquí se desprende que en este trabajo aparezca siempre como elemento final del
itinerario que desarrollamos en cada capítulo el humanismo cristiano y su vínculo con el ideal
de santidad, característico en la obra de TM.
El proceso de divinización de la persona es al mismo tiempo camino de
humanización, y no hay contradicción
entre santidad y humanidad.
2.
Eclesialidad de la
santidad: Si bien la santidad es parte de nuestra
respuesta personal a Dios, a Cristo, no debe convertirse por eso en un ideal
egoísta; mi santidad es parte de la santidad de mis semejantes, y no puedo
buscar una “santidad” individual al margen de
3.
Vínculo necesario entre
santidad y justicia social: Es un tercer aspecto a
destacar en la obra de Merton, y en su propia vida; la búsqueda de la santidad
incluye una progresiva preocupación por los sufrimientos e injusticias de los
pobres y marginados de nuestro mundo, por las lacras sociales que nos afectan a
todos, por los grandes problemas de la humanidad. No se puede ser santo de
espaldas al dolor del mundo, ni tampoco sin participar de sus esperanzas y sus
alegrías.
9. La santidad, podemos concluir, aparece como don y como tarea, pero TM insiste de manera particular en el tema de la santidad como don; siguiendo la secuencia de los capítulos de este trabajo, podemos comprender que buscando a veces una "santidad" abstracta, irreal e inalcanzable, podemos olvidar que somos santos, por puro don de Dios. La santidad no es algo ajeno, exterior, sino que es nuestra propia identidad, interior, porque así lo ha querido Dios, en Cristo. Hemos insistido tanto en lo que debemos hacer para ser santos, que por momentos se olvidó la parte más importante de este camino: que la santidad es un don que ya hemos recibido. Sin olvidar lo que supone de esfuerzo y de camino, es importante hablar siempre de la santidad como don, como oportunidad. Somos “santos”, en un pueblo “santo” que es
10.
El testimonio personal y los escritos de TM, reconocido por muchos como un
maestro de la vida contemplativa, que nos dejó ver los entresijos de su
interioridad, sus luchas y búsquedas personales en pos del ideal de santidad, son
parte indiscutible del tesoro espiritual de