Thomas Merton habla de la oración (En sus conferencias de Alaska)
Vamos a compartir algunas ideas que Merton desarrolla acerca de la oración, fundamentalmente en tres de las 8 conferencias que dio en las dos semanas que estuvo en Alaska. Para tomar una idea primera de los temas veamos los títulos de estas conferencias, según aparecen en el libro que seguimos (“Dos semanas en Alaska”) publicados por la editorial Oniro.
1-Oración, personalismo y el Espíritu.
2-Oración, tradición y experiencia.
3- Oración y conciencia.
Lo primero, Merton se acerca al tema desde el comienzo con una gran apertura: hay muchos enfoques diferentes para hablar de oración, no es una manera única de orar, “deberíamos sentirnos totalmente libres para explorar todo tipo de caminos y métodos de oración”. Como sabemos él estaba interesado en los métodos asiáticos de oración, lo cual le supuso, y supone aun, muchas críticas de personas de mentalidad estrecha, aunque ese interés no tenía nada que ver con una renuncia a su fe cristiana, sino simplemente, según apunta en estos textos, “porque (los asiáticos) están hoy y han estado siempre, profundamente comprometidos con la práctica de la meditación”.
Comencemos entonces a desarrollar nuestra lectura de los textos de Merton. Lo primero, dice, es que “la Iglesia occidental no sabe realmente qué es la meditación”. Hay que distinguir “meditación” de la mal llamada “oración mental”. En realidad es una manera de hablar, porque no se ora con la mente, se ora con el corazón y con lo más íntimo del ser. Este término se utilizo para distinguir una oración más interior de la llamada “oración vocal”. (Santa Teresa hace referencia al tema en sus escritos). Pero, “una oración mental que consistiese simplemente en resolver por medio del razonamiento determinadas cuestiones, eso no sería oración”. Orar no es simplemente pensar en Dios o frente a Dios.
Luego Merton hace referencia a un tipo tradicional y sencillo de meditación cristiana en la Iglesia de Occidente, la llamada “lectio divina”, que es una forma especial de lectura meditativa.
“Tomas en tus manos la Biblia, o cualquier otro libro que sea importante para ti, y te pones a leer tranquilamente de manera que, cuando encuentres algo que merezca la pena, te detienes en la lectura y lo rumias. Si deseas dejar de lado el libro y mirar por la ventana, lo dejas y miras por la ventana. No hay nada incorrecto en tales acciones. Tal vez tengas la impresión de que con esta práctica no estés consiguiendo nada, pero es una buena práctica, que además resulta fácil y accesible”.
Luego de comentar con sus oyentes cómo es el estilo de vida y oración en Getsemaní (monasterio donde Merton vive) se adentra entonces en la teología de la Iglesia oriental ortodoxa, particularmente hablando de uno de sus teólogos, Vladimir Lossky, a quien estaba leyendo en esos días. Le importa a Merton resaltar el papel central que en esta teología tiene el Espíritu Santo, y como la obra de restauración del hombre es la obra del Espíritu, y que vivimos ahora en la edad última, la era escatológica, en la que todo está en manos del Espíritu Santo. La Iglesia occidental sustituye esta centralidad del Espíritu con una muy desarrollada teología sacramental (por los sacramentos somos santificados), cayendo en una especie de “determinismo sacramental” y resaltando el elemento colectivo de la salvación, pero dejando un poco en el olvido el encuentro personal con Dios. (Es decir una “teología del Cuerpo Místico” frente a una “teología del Espíritu Santo”). Es decir, según Merton lee en Lossky, los occidentales estamos tentados de ser colectivistas más bien que personalistas.
“Los creyentes occidentales tenemos miedo de actuar como personas, no nos atrevemos a actuar bajo la inspiración individual y especial del Espíritu Santo”.
Estas reflexiones (vamos a dejarlo aquí, aunque Merton dice algunas otras cosas) son importantes a la hora de desarrollar una teología y una praxis de la oración. El orante ha de dejarse guiar por el Espíritu, superando así las limitaciones de un “yo” cerrado, para abrirnos a la experiencia de lo que llama la teología ortodoxa “comunidad del Espíritu”, en la que somos transformados en el Cristo viviente, resucitado.
“Si una persona se deja guiar por el Espíritu Santo, no tiene ya un cierto yo que defender. No se está defendiendo a sí misma, sino que vive en compañía del Espíritu Santo”.
La personalidad no se identifica con la individualidad. La individualidad es exclusiva, la personalidad no. Cada uno de nosotros posee una individualidad que es exclusiva, pero no se acaba todo ahí; lo que queremos desarrollar es la persona, que se caracteriza justamente por su apertura a los demás, por el hecho de existir para los otros. El Espíritu nos invita y ayuda a combinar unicidad y apertura. De ahí entonces concluimos que no hay realmente oposición entre la oración solitaria y la oración con otras personas; toda oración incluye ambas dimensiones, y debemos orar solos o con los otros según nuestra necesidad concreta, en cada momento particular.
“Nosotros hemos de evitar decir que sólo una u otra forma determinada de rezar es correcta. Necesitamos ser capaces de responder libremente al Espíritu en la oración de acuerdo a las exigencias de cada situación. Este es el verdadero secreto de la vida de oración y para esto es la vida de oración”.
Digamos entonces que el orante ha de ser libre en la libertad de Cristo, respetando la libertad de los otros. “El sacramento del bautismo, sacramento de la unidad en Cristo, ha de completarse con el sacramento de la confirmación, que es el sacramento de la diversidad en el Espíritu”.
Por tanto, cerramos esta parte, más teológica, citando a Merton:
“Es importante que todos, tanto en Occidente como en Oriente, recordemos la necesidad que tenemos del Espíritu Santo, no como algo fuera de lo normal, como una ocurrencia repentina, sino como una realidad siempre presente, algo que forma parte de nuestras vidas.
El Espíritu Santo es una dimensión central y primaria en el estadio presente de nuestra existencia, porque es él quien lleva adelante la obra de formar la nueva creación y de transformarlo y restaurarlo todo en Cristo. La oración tiene que verse en este contexto”.
En resumen: Respecto a la oración cada uno puede y debe encontrar su propia manera de hacerlo, evitando aferrarse exclusivamente a un camino, diciendo: sólo esta actitud es la correcta y quien no la siga se equivoca. Hay muchas formas para orar, antiguas y nuevas, y todas son buenas. (“Todos nosotros tendemos exageradamente a una mentalidad colectiva y concedemos demasiada importancia a la idea de que todos hagamos lo mismo. No estamos suficientemente habituados a la idea de que varias personas pueden estar en el camino correcto de diferentes maneras, y puede haber diferentes maneras de tener razón”)