Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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viernes, 30 de septiembre de 2022
ORAR CON LA BIBLIA
sábado, 17 de septiembre de 2022
POLÍTICA Y TRASCENDENCIA
viernes, 16 de septiembre de 2022
DIMENSIÓN CONTEMPLATIVA DEL CAMINO CRISTIANO
Específicamente, el Evangelio considera a todo ser surgiendo del Padre, Dios, en su Palabra, que es la luz del mundo. «En ella (la Palabra) estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron» (Juan 1,4-5). Ahora muy a menudo las preocupaciones generalmente activas y éticas de los cristianos les hacen olvidarse de esta dimensión más contemplativa del camino cristiano. Tan activa ha sido, de hecho, la faz presentada por el cristianismo al mundo asiático que el elemento contemplativo oculto del cristianismo ni siquiera es sospechado por los asiáticos. Pero sin la raíz profunda de la sabiduría y la contemplación, la acción cristiana no tendría sentido ni propósito. El cristiano no es, pues, simplemente un hombre de buena voluntad, comprometido con un cierto conjunto de creencias, con una concepción dogmática definida del universo, del hombre y de la razón de la existencia humana. No es simplemente alguien que sigue un código moral de hermandad y benevolencia con un énfasis marcado sobre algunas recompensas y castigos de los que se hace acreedor el individuo. Lo que subyace al cristianismo no es sencillamente un conjunto de doctrinas sobre Dios, que mora en lo remoto del cielo, y sobre el hombre, luchando sobre la tierra, lejos del cielo, para apaciguar al Dios distante por medio de sus actos virtuosos. Por el contrario, los propios cristianos con frecuencia no se dan cuenta de que el Dios infinito mora en ellos, de que Él está en ellos y ellos en Él. No se dan cuenta de la presencia de la fuente infinita del ser en medio del mundo y de los hombres. La verdadera sabiduría cristiana se orienta, por tanto, a la experiencia de la Luz divina que está presente en el mundo, la Luz en la que todas las cosas existen y que, sin embargo, es desconocida al mundo porque ninguna mente puede ver o comprender su infinidad. «En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron» (Juan 1,10-11).
EL SILENCIO DE DIOS
sábado, 10 de septiembre de 2022
VIDA EN CRISTO (2)
lunes, 5 de septiembre de 2022
SOLEDAD COMO ACCIÓN
"Soledad como acción: la razón por la cual nadie comprende realmente la soledad, o se molesta en tratar de comprenderla, es que ella –la soledad– parece no ser otra cosa que una condición, algo a lo que uno elige someterse, como quien se pone debajo de una ducha de agua fría. De hecho, la soledad es una realización, una actualización, incluso un tipo de creación, a la vez que una liberación de fuerzas activas dentro de nosotros, fuerzas de las que no podemos apropiarnos en exclusividad y que, sin embargo, son más nuestras que lo que parece ser «nuestro». Como simple condición, la soledad puede ser pasiva, inerte y básicamente irreal: una especie de estado de coma permanente. Hay que actuar para mantenerse fuera de esta condición. Hay que trabajar activamente en la soledad, no solo poniendo vallas alrededor de uno mismo, sino destruyendo todas las vallas y arrojando lejos todos los disfraces, hasta llegar a la raíz desnuda del deseo más íntimo de uno mismo, que es el deseo de libertad-realidad. Liberarse de la ilusión que crea la realidad cuando nuestra relación con ella no es la adecuada, y ser real en la libertad que la realidad nos ofrece cuando nuestra relación con ella es la adecuada.
De ahí la necesidad de disciplina, de un cierto tipo de técnica de integración que mantenga unidos cuerpo y alma, armonice los poderes respectivos de uno y otra, los haga marchar en profunda sintonía, oriente al ser en su totalidad hacia sus raíces. La necesidad de un «camino» o «vía». Presencia, invocación, mantra, concentración, vacío: todos estos son aspectos de una soledad realizada. El mero estar solo no es nada. O, como mucho, tan solo es una posibilidad. Antes o después, quien se limita a estar solo, o bien se autodestruye o desaparece.
La «vida activa» puede convertirse, de hecho, en la vida más pasiva: simplemente lo llevan a uno, lo arrastran, lo apalean, le hacen ir de un lugar para otro. La ilusión más desesperada y la más común es precisamente la de arrojarse en medio de la masa que está en movimiento y ser arrastrado con ella: ser parte de la corriente del tráfico que no lleva a ninguna parte, pero tiene una meta fingida. Contra esto me rebelo yo. Y porque me rebelo, mi vida debe asumir al principio un aspecto de total carencia de significado: la venganza del superyó social. La percepción del absurdo. La libertad empieza con la plena aceptación del absurdo: la buena disposición a comprender y experimentar la propia vida como totalmente absurda en relación con el significado aparente que la sociedad, la ilusión, le han atribuido a la vida. Pero la experiencia de esta absurdidad es tan solo, de nuevo, una posibilidad, un simple punto de partida para una comprensión más profunda: la comprensión de esa realidad radical en mí mismo y en toda vida, realidad que ni conozco de hecho, ni puedo conocer. Esto implica la capacidad de percibir la diferencia que existe entre comprender y conocer. En la comprensión, la realidad que uno capta, o por la que uno es captado, se actualiza en uno mismo, y uno se convierte en lo que comprende, uno es lo que uno comprende. Conocer es simplemente una manera de certificar que algo es objetivamente verificable, independientemente de que uno se moleste por verificarlo de hecho o no. Así, pues, comprensión no es verificación, sino captación de la «esencia» de algo. La soledad es necesaria para esta percepción de la «esencia» y representa, por otra parte, la plenitud de la comprensión. En la soledad llego a ser plenamente capaz de comprender aquello que no puedo conocer.
¿Qué puede enseñar a los demás el hombre solitario y absurdo? Simplemente, que ser solitario y absurdo no son cosas que haya que temer. Sin embargo, estas son precisamente las dos cosas que todo el mundo teme: todos empleamos nuestro tiempo en tranquilizarnos a nosotros mismos diciéndonos que tenemos razón, que no somos ridículos, que somos aceptables, deseables, valiosos, y que nunca tendremos que vernos como seres realmente solos. En otras palabras, nos zambullimos en la corriente tranquilizadora de ilusiones que crea toda la otra gente que es como nosotros. Un gran trabajo común, una liturgia en la que todo el mundo se pone de acuerdo públicamente para afirmar que en estos términos todo es real y tiene sentido. Tales términos no son, sin embargo, satisfactorios. Secretamente, todo el mundo sigue siendo absurdo y estando solo. Pero lo cierto es que nadie se atreve a enfrentarse a este hecho. Sin embargo, plantarle cara a esta situación es el requisito absolutamente esencial para empezar a vivir libremente.
Thomas Merton, Diarios (20/junio/66)
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
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