Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
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martes, 26 de diciembre de 2023
DIOS ME HA DADO UNA VOCACIÖN CONTEMPLATIVA
LIBROS QUE TRANSFORMAN EL ALMA
sábado, 23 de diciembre de 2023
VOLVIENDO A CASA
"Cuando somos conscientes y vivimos plenamente cada momento de nuestra vida cotidiana, podemos descubrir que todo el mundo y todo cuanto nos rodea es nuestro hogar. ¿Acaso no es cierto que el aire que respiramos es nuestro hogar? ¿Que el cielo azul, los ríos, las montañas y la gente que nos rodea, los árboles y los animales son nuestro hogar?... Cuando practiquen la meditación caminando, anden de tal modo que reconozcan el hogar aquí y ahora. Perciban los árboles, el aire, el cielo azul y la tierra que pisan como vuestro hogar. Esto sólo puede hacerse en el aquí y el ahora.
A veces nos sentimos alienados. Nos sentimos solos como si estuviéramos aislados de todo. Hemos sido unos trotamundos y lo hemos intentado arduamente pero nunca hemos podido encontrar nuestro verdadero hogar, Sin embargo, todos tenemos un hogar y ésta es nuestra práctica, la de volver a casa.
Cuando hacemos la práctica de observar profundamente descubrimos que nuestro hogar está en cualquier parte... Parece una práctica difícil, pero es muy fácil... Todo nos está llamando para que volvamos a nuestro verdadero hogar. Una vez que hayan regresado a él, sentirán la paz y la alegría que se merecen.
Si son cristianos, sentirán que Jesucristo es el hogar de ustedes. Es muy agradable pensar que Jesús es vuestro hogar. Cristo está aquí y ahora; si lo percibes, estás en el hogar".
Thich Nhat Hanh
jueves, 21 de diciembre de 2023
LA MONTAÑA DE LOS SIETE CÍRCULOS
"Estoy procurando pulir La montaña de los siete círculos. Cuando escribí la obra hace tres años, yo ignoraba a qué público podía pensar en dirigirme. Presumo que escribí bajo los ojos de Dios, que conoce lo que hay en mí. Pero no todo el contenido de mis cuartillas puede agradar –o ser útil– a cuantos las lean. Ahora he pensado súbitamente en las diferentes clases de personas que algún día pueden llegar a verlas: hombres viajando en el ferrocarril de Long Island, monjas de los conventos irlandeses, mi familia, los sacerdotes diocesanos, los comunistas... y las colegialas de los internados, a las que temen escandalizar los censores" (29 de mayo de 1947).
"El miércoles pasado, día 7, se cumplió el primer aniversario de la partida de nuestra colonia para Utah. Hablé al padre abad poco antes del trabajo de la tarde, para preguntarle si me permitía no salir a los campos. Pero él me entregó el primer ejemplar de La montaña de los siete círculos y me dijo que lo examinara. Está bien impreso y, después de echarle un vistazo, tuve la sensación general de que es, con Thirty Poems [Treinta poemas], el único libro respetable que he escrito. Si no hubiera publicado más que estas obras, me sentiría mucho más limpio... Tres clubs del libro han garantizado la venta de catorce mil ejemplares de La montaña de los siete círculos. Ya se está imprimiendo la segunda edición. Y me digo: ¡Cuidado! ¡Este asunto podría trastocar toda tu vida!".
UNA ORACIÓN A MARÍA EN ADVIENTO
miércoles, 20 de diciembre de 2023
TODOS SOMOS EMMANUEL
"Los relatos de "concepciones milagrosas" se encuentran prácticamente en todas las mitologías. Tras ellos, late el arquetipo del "Niño-Dios" que expresa, a través del mito, una intuición profundamente sabia: la unidad inseparable de lo humano y lo divino en un mismo ser.
Pero mientras la lectura literal del mito proyecta ese ser fuera, circunscribiéndolo a un personaje concreto, la sabiduría nos hace reconocernos a todos en él. Todos participamos de esa "doble naturaleza": somos formas diferentes (particulares) y, en cuanto tales, experimentamos las vicisitudes de nuestra historia concreta, pero, al mismo tiempo, somos también el único Ser, atemporal e ilimitado, que se expresa en cada forma, aunque sin reducirse a ellas.
En este sentido profundo, todos somos Emmanuel. A los cristianos, Jesús nos sirve de referencia amada para recordarnos que aquello que decimos de él nos pertenece en realidad a todos. Y, por eso, al verlo a él nos estamos viendo a nosotros".
Enrique Martínez Lozano
miércoles, 13 de diciembre de 2023
PROFETAS DE MISERICORDIA
"Un profeta, en el sentido tradicional, no es simplemente alguien que predice el futuro bajo una inspiración espiritual. Eso es, en realidad, bastante accidental. El profeta es, sobre todo, un "testigo", igual que el mártir es un testigo (Mártir, en griego, significa testigo). Pero es testigo de manera diferente al mártir. El mártir sufre la muerte. El profeta sufre la inspiración, o la visión. Lleva la "carga" de la visión que Dios le otorga. Se inclina bajo la verdad y los juicios de Dios, a veces el juicio histórico concreto, definido, pronunciado sobre un tiempo dado, a veces únicamente la manifestación de la santidad trascendente y secreta de Dios, negada y repudiada por el pecado en general. Pero, sobre todo, el profeta es alguien que lleva la carga de la misericordia divina, una carga que es un don para la humanidad, pero que sigue siendo carga para el profeta en la medida en que nadie se la quita.
A este respecto, vemos que santa Teresa de Lisieux era una auténtica descendiente de los primeros santos proféticos de su Orden cuando tomó sobre sí la carga de ofrecerse como víctima al amor misericordioso de Dios. Esta consagración de nuestra santa moderna no es plenamente comprensible a menos que se vea a la luz de la primera tradición profética del Carmelo. En realidad, ella realizó ese ideal perfectamente en sí misma y por esta razón llegó a ser en nuestros días la patrona de las misiones católicas. Pues también el misionero tiene que comprender que es un profeta que lleva una carga, una carga de misericordia y de verdad que con demasiada frecuencia los seres humanos son incapaces de recibir. No es meramente un funcionario, ni un maestro, que va a organizar una comunidad cristiana y a difundir unas verdades doctrinales. Lleva con él, en su poder sacramental, no sólo noticias sobre Cristo, sino la presencia del Redentor y la realidad de la Redención".
Thomas Merton, Humanismo cristiano
(El ideal carmelita primitivo)
viernes, 1 de diciembre de 2023
CRISTO, JUEZ Y SALVADOR
UNA ESPERANZA DE VICTORIA
"La certidumbre de la esperanza cristiana está más allá de la pasión y más allá del conocimiento. Por tanto a veces hemos de esperar que nuestra esperanza entre en conflicto con la tiniebla, la desesperación y la ignorancia. Por tanto, también debemos recordar que el optimismo cristiano no es una perpetua sensación de euforia, un consuelo indefectible en cuya presencia no es posible que exista angustia ni tragedia. No hemos de empeñarnos en mantener un clima de optimismo meramente eliminando las realidades trágicas. El optimismo cristiano reside en una esperanza de victoria que trasciende a toda tragedia: una victoria en que pasamos más allá de la tragedia con Cristo crucificado y resucitado.
Es importante recordar la profunda seriedad, a veces angustiada, del Adviento, cuando las embusteras celebraciones de nuestra cultura mercantil armonizan tan fácilmente con nuestra tendencia a considerar la Navidad, conscientemente o no, como un regreso a nuestra inocencia y a nuestra infancia. El Adviento debería recordarnos que el "Rey que ha de venir" es algo más que un encantador niñito sonriendo (o si se prefiere una espiritualidad dolorosa, llorando) en las pajas. Cierto que no hay nada malo en los tradicionales gozos familiares de la Navidad, ni tenemos que avergonzarnos de seguirlos hallando capaces de aguardarlos sin demasiada ambivalencia. Después de todo, eso, por sí mismo, no es poca fiesta.
Pero la Iglesia, al prepararnos para el nacimiento de un "gran profeta", un Salvador y un Rey de Paz, piensa en algo más que en un júbilo estacional. El misterio del Adviento enfoca la luz de la fe sobre el significado mismo de la vida, de la historia, del hombre, del mundo y de nuestro propio ser. En el Adviento celebramos la venida y aun la presencia de Cristo en nuestro mundo...".
Thomas Merton, Tiempos de celebración
jueves, 30 de noviembre de 2023
LLEGÓ EL ADVIENTO...
martes, 21 de noviembre de 2023
UNA IGLESIA NUEVA
EL SÍMBOLO NOS REMITE A LA VERDAD COMPLETA
SER DESCUBIERTOS POR ÉL
"Nuestro descubrimiento de Dios es, en cierto modo, ser descubiertos por Él. No podemos ir a buscar a Dios en el cielo, porque nos resulta imposible saber dónde está o qué es el cielo. Él baja del cielo y nos encuentra. Nos ve desde el fondo de Su infinita realidad que está en todas partes y su mirada nos da un nuevo ser y una nueva mente en la que también nosotros lo descubrimos.
Conocemos a Dios solo en la medida en que somos conocidos por Él y nuestra contemplación de Él es una participación en la contemplación de Sí mismo.
Nos hacemos contemplativos cuando Dios se descubre a Sí mismo en nosotros. En ese momento se abre el punto de nuestro contacto con él, atravesamos el centro de nuestra nada y entramos en la realidad infinita donde despertamos como nuestro verdadero yo".
Thomas Merton
Semillas de contemplación
lunes, 13 de noviembre de 2023
DESPERTAR EL YO INTERIOR
"Ha quedado claro que no existe ninguna técnica especial para descubrir y despertar al yo interior porque éste es, sobre todo, una espontaneidad que no es nada si no es libre. Es por tanto inútil intentar definir primero el yo interior e inferir luego de sus propiedades esenciales algún medio adecuado e infalible para controlarlo, como si la esencia pudiera darnos alguna pista de aquello que es vulnerable en él, de algo que nos sirva para dominarlo. Semejante idea significaría comprender de una forma totalmente errónea la realidad existencial de la que se está hablando.
El yo interior no forma parte de nuestro ser, no es como el motor de un coche, sino que es nuestra realidad sustancial entera, al nivel más elevado, personal y existencial que puede darse. Es como la vida y es la vida: es nuestra vida espiritual cuando rebosa de vida. Es la vida que sustenta y mueve todo cuanto hay en nosotros. Se encuentra en nuestro interior, por todas partes y más allá de cuanto somos. Y si se le despierta, comunica una nueva vida a la inteligencia en la que vive, de tal guisa que se convierte en una viva consciencia de sí mismo: y esta consciencia no es algo que tenemos, sino más bien algo que somos. Es una nueva e indefinible cualidad de nuestro ser vivo".
Thomas Merton
La Experiencia interior
viernes, 10 de noviembre de 2023
EUCARISTÍA
CRISTO EN LA RAÍZ
domingo, 5 de noviembre de 2023
EL SÍMBOLO RELIGIOSO: LUGAR DE PRESENCIA Y ENCUENTRO CON EL MISTERIO
viernes, 27 de octubre de 2023
LA HORA DE SER TRAPENSE (Thomas Merton y Teresa de Lisieux)
martes, 24 de octubre de 2023
THOMAS MERTON Y TERESA DE LISIEUX (La Pequeña Flor)
(Fragmento de “La montaña de los siete círculos”)
“El gran regalo que se me dio, ese octubre, en el orden
de la gracia, fue el descubrimiento de que la Florecita era realmente una santa,
y no santa muda como una muñeca en las imaginaciones de muchas ancianas
sentimentales. No sólo era santa, sino una gran santa, una de las mayores:
¡tremenda! Le debo toda clase de disculpas y reparación por haber ignorado su
grandeza durante tanto tiempo; pero para hacer tal cosa necesitaría un libro
entero, y aquí sólo puedo disponer de unas pocas líneas.
Descubrir un nuevo santo es una maravillosa experiencia.
Pues Dios se magnifica grandemente y se hace maravilloso en cada uno de Sus
santos. No hay dos santos iguales; pero todos ellos son como Dios, como El de
un modo diferente y especial. De hecho, si Adán nunca hubiese caído, toda la
raza humana habría sido una serie de imágenes magníficamente diferentes y
espléndidas de Dios, cada uno de todos los millones de hombres exponiendo Sus
glorias y perfecciones de un modo asombrosamente nuevo, cada uno brillando con
su santidad particular, una santidad destinada a Él desde toda la eternidad
como la perfección sobrenatural más completa e inimaginable de su personalidad
humana.
Si, desde la
caída, este plan nunca se realizara en millones de almas, millones frustrarán ese
destino glorioso suyo, ocultarán su personalidad en una corrupción eterna de
deformidad, sin embargo, reformando Su imagen en almas desfiguradas y medio
destruidas por el mal y el desorden, Dios hace las obras de Su sabiduría y amor
lo más sorprendentemente bellas por razón del contraste con el medio en que Él
no desdeña operar.
Nunca fue, ni pudo ser, sorpresa para mí que se encontraran
santos en la miseria, dolor y sufrimiento de Harlem, en las colonias de
leprosos como Molokai del padre Damián, en los barrios bajos del Turín de Juan
Bosco, en los caminos de Umbría de la época de San Francisco, o en las ocultas
abadías cistercienses del siglo doce, o en la Cartuja Mayor, o la Tebaida, la
cueva de Jerónimo (con el león haciendo guardia a su biblioteca), o el pilar de
Simón. Todo esto era evidente. Estas cosas eran reacciones fuertes y poderosas
en edades y situaciones que exigían heroísmo espectacular.
Pero lo que me asombraba completamente era la aparición
de una santa en medio de la fealdad y mediocridad hinchada, aterciopelada, superdecorada
y cómoda de la burguesía. Teresa del Niño Jesús era carmelita, es verdad; pero
lo que llevó al convento consigo fue una naturaleza formada y adaptada al fondo
y mentalidad de la clase media francesa de finales del siglo diecinueve, más
complaciente y aparentemente inmutable, de lo cual nada podía imaginarse. Lo
que parecía más o menos imposible para la gracia era penetrar en la costra
espesa y elástica de la presunción burguesa y asir reamente el alma inmortal de
debajo de aquella capa, a fin de hacer algo de ella. En el mejor de los casos,
pensaba yo, tales gentes pudieran resultar inocuos pedantes, ¿pero de gran santidad?
¡Nunca!
En realidad, un pensamiento tal era un pecado contra Dios
y mi prójimo. Era una subestimación blasfema del poder de la gracia, un juicio
extremadamente poco caritativo sobre toda una clase de gente, con fundamentos
poco meditados, generales y algo nebulosos: ¡aplicando una gran idea teórica a
cada individuo que cae dentro de una cierta categoría!
Primero me interesé en Santa Teresa de Lisieux, leyendo
el sentido libro de Ghéon sobre ella: un afortunado principio. Si hubiese dado
con alguna otra literatura de la Florecita que anda circulando, la débil chispa
de devoción potencial en mi alma se habría apagado al momento.
No obstante, apenas tuve una débil impresión del carácter real y de la real espiritualidad de Santa Teresa, cuando inmediata y fuertemente me sentí atraído a ella ... una atracción que era obra de la gracia, puesto que, como digo, me hizo franquear de un salto miles de obstáculos y repugnancias psicológicas.
Y he aquí lo que me sorprende como lo más fundamental de
ella. Llegó a santa no desertando de la clase media, no abjurando, despreciando
y maldiciendo la clase media, o el ambiente en que había crecido; por el
contrario, se pegó a él en tanto puede pegarse una persona o tal cosa y ser una
buena carmelita. Conservó todo lo que era burgués en ella y todavía no
incompatible con su vocación: su afecto nostálgico por una graciosa quinta llamada
"Les Buissonnets", su gusto por el arte completamente almibarado, por
los angelitos de azúcar y santos de pastel jugando con corderos tan suaves y
vellosos que literalmente crispan los nervios a la gente como yo. Escribió una
serie de poemas que, sin importar lo admirable de sus sentimientos, se basaban
ciertamente en los modelos populares más mediocres.
Para ella habría sido incomprensible que alguien pensara
que estas cosas eran feas o extrañas, y nunca se le ocurrió que tuviera que
abandonarlas, aborrecerlas, maldecirlas o enterrarlas bajo un montón de anatemas.
Y no sólo llegó a ser santa, sino la mayor santa que ha tenido la Iglesia en
trescientos años... Aun mayor, en ciertos aspectos, que los dos tremendos
reformadores de su orden: San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila.
El descubrimiento de todo esto fue, en verdad, una de las
humillaciones más grandes y saludables que he tenido en mi vida. No digo que
cambiara mi opinión de la presunción de la burguesía del siglo diecinueve,
¡Dios no lo quiera! Cuando algo es repulsivamente feo, es feo, y así es. No me
encontré llamando bello lo exterior de esa cultura fantasmagórica. Pero tenía
que admitir que, en cuanto a santidad se refería, toda esa fealdad exterior
era, per se, del todo indiferente. Y, más aun, como todos los males físicos del
mundo, podía servir muy bien, per accidens, de ocasión o hasta de causa
secundaria de un gran bien espiritual.
El descubrimiento de un nuevo santo es una experiencia
tremenda, tanto más porque es completamente distinto del descubrimiento
peliculero de una nueva estrella. ¿Qué puede hacer fulano con su nuevo ídolo?
Mirar su fotografía hasta que le dé vértigo. Eso es todo. Pero los santos no
son objetos inanimados de contemplación. Se hacen nuestros amigos, participan
de nuestra amistad, la corresponden y nos dan inequívocas muestras de su amor
por nosotros mediante las gracias que recibimos a través de ellos. Así, ahora
que tenía esta gran amiga nueva en el cielo, era inevitable que la amistad
empezara a tener su influencia en mi vida.
Lo primero que Teresa de Lisieux podría hacer por mí era
encargarse de mi hermano, a quien puse bajo su tutela rápidamente, porque
ahora, con vertiginosidad característica, había cruzado la frontera del Canadá,
y me había dicho por correo que se encontraba en las Reales Fuerzas Aéreas Canadienses.
No era una gran sorpresa para nadie. Como se le acercaba
el tiempo de ser reclutado, empezaba a hacerse claro que iría a donde fuere con
tal de no entrar en la infantería. Finalmente, cuando estaba a punto de ser
llamado, se había ido al Canadá, a alistarse voluntariamente de aviador. Puesto
que el Canadá ya hacía tiempo que estaba realmente en la guerra, y sus
aviadores entraban rápidamente en acción, donde eran grandemente necesitados,
en Inglaterra, era muy evidente que las probabilidades de John Paul para
sobrevivir una guerra larga eran muy escasas. Por lo que yo podía colegir, él
entraba en las fuerzas aéreas como si pilotear un bombardero no fuera más peligroso
que conducir un coche.
Ahora estaba
acampado en algún lugar cerca de Toronto. Me escribió, con alguna esperanza
vaga de que, como él era fotógrafo, pudieran mandarlo de observador para sacar
fotos de las ciudades bombardeadas, hacer mapas y demás. Pero entretanto, hacía
servicio de guardia, a lo largo de una gran valla de alambre. Y envié a la
Florecita de centinela para que cuidara de él. Cumplió bien el encargo.
Pero las cosas que sucedieron en mi vida, antes de que
hubiesen transcurrido dos meses, también llevaban la huella de su intervención…”.
viernes, 20 de octubre de 2023
NUEVO LIBRO SOBRE THOMAS MERTON
ANHELO DE DIOS
miércoles, 18 de octubre de 2023
LOS DOCE PASOS DE ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS COMO CAMINO ESPIRITUAL
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.