LA MONTAÑA DE LOS SIETE CÍRCULOS
"Ayer, aunque es Adviento y se supone que no recibimos carta alguna, Dom Frederic1 me dio una de Naomi Burton, de Curtis Brown, Ltd. Yo le había enviado el manuscrito de La montaña de los siete círculos. Su carta sobre esta obra es muy amable y está completamente segura de que encontrará editor. De todos modos, mi idea –y la suya también– es remitírselo a Robert Giroux, de Harcourt, Brace." (13 de septiembre de 1946).
"Ayer, en el refectorio, durante la comida, cuando el lector estaba leyendo unos párrafos maravillosos de Bossuet sobre santo Tomás de Canterbury, pertenecientes al Liturgical Year (el mártir muere, formando todavía con la lengua la palabra «la Iglesia»), el padre prior me entregó un telegrama. Yo había estado pensando: «Si algo recibo en el correo, lo tomaré como un presente de santo Tomás Becket». Pero cuando vi el telegrama, mi corazón desfalleció. Lo primero que se me ocurrió pensar fue que el manuscrito de La montaña de los siete círculos se había perdido. Naomi Burton lo había entregado a Harcourt, Brace hacía tan sólo una semana. Bien sabía yo que los editores siempre hacen esperar dos meses, por lo menos, antes de decir nada acerca de un original... Esperé a que terminase la colación y abrí el telegrama. Era de Bob Giroux, y decía: «Manuscrito aceptado. Feliz Año Nuevo». (29 de diciembre de 1946)
"La montaña de los siete círculos ha sido rechazada por uno de los censores de la Orden, no por motivos teológicos, sino por no considerar prematura su publicación. Nuestros censores son también editores. Ellos determinan si la Orden ha de beneficiarse, o no, con la publicación de los libros que se les someten a examen. Y esta vez la decisión ha sido negativa. Se me considera incapaz de escribir una autobiografía –«con su actual formación literaria»– y se me aconseja que siga un curso por correspondencia de gramática inglesa. Exhortado por el padre abad, he devuelto el manuscrito con tres páginas de autodefensa escritas a un solo espacio. En ellas señalo que Harcourt, Brace discrepa en lo que se refiere a que la obra no está en condiciones de ser publicada. Otra objeción consiste en que soy demasiado franco respecto a mi pasado. Dom Dominique puede resolver esta cuestión, puesto que se encuentra entre nosotros. Secretamente me siento encantado de llevar una cruz cuyo mérito puedo calibrar. En efecto, se trata de algo literariamente halagüeño: soy un autor incomprendido. Con todo, no me disgustaría que el libro fuera a parar al cesto de la basura. Acaso me librara de muchas preocupaciones" (16 de abril de 1947).
"Estoy procurando pulir La montaña de los siete círculos. Cuando escribí la obra hace tres años, yo ignoraba a qué público podía pensar en dirigirme. Presumo que escribí bajo los ojos de Dios, que conoce lo que hay en mí. Pero no todo el contenido de mis cuartillas puede agradar –o ser útil– a cuantos las lean. Ahora he pensado súbitamente en las diferentes clases de personas que algún día pueden llegar a verlas: hombres viajando en el ferrocarril de Long Island, monjas de los conventos irlandeses, mi familia, los sacerdotes diocesanos, los comunistas... y las colegialas de los internados, a las que temen escandalizar los censores" (29 de mayo de 1947).
"El miércoles pasado, día 7, se cumplió el primer aniversario de la partida de nuestra colonia para Utah. Hablé al padre abad poco antes del trabajo de la tarde, para preguntarle si me permitía no salir a los campos. Pero él me entregó el primer ejemplar de La montaña de los siete círculos y me dijo que lo examinara. Está bien impreso y, después de echarle un vistazo, tuve la sensación general de que es, con Thirty Poems [Treinta poemas], el único libro respetable que he escrito. Si no hubiera publicado más que estas obras, me sentiría mucho más limpio... Tres clubs del libro han garantizado la venta de catorce mil ejemplares de La montaña de los siete círculos. Ya se está imprimiendo la segunda edición. Y me digo: ¡Cuidado! ¡Este asunto podría trastocar toda tu vida!". (11 de julio de 1948).
Textos de Thomas Merton, El signo de Jonás
Ser parte de todo...
¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
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