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martes, 9 de septiembre de 2025

ÍDOLO: CUANDO EL MISTERIO DIVINO QUEDA COHIBIDO EN UNA IMAGEN FIJA

 

"Un ídolo no es necesariamente un dios representado en forma de animal, un becerro de oro o una pequeña estatua sin respiración, que necesita ser transportada, tal como se describe en las Escrituras hebreas. Más bien comparte la naturaleza del ídolo cualquier representación de lo divino usada de tal modo que se pierda de vista su carácter simbólico y evocativo. Un ídolo hace acto de presencia siempre que una imagen o concepto de Dios ocupa el horizonte cerrando el paso a otros y siempre que este símbolo exclusivo acaba siendo literalizado hasta el punto de quedar suprimida la distancia entre él y la realidad divina. Entonces una imagen comprensible, en lugar de desvelar el misterio, lo que hace es distorsionar la realidad. El misterio divino queda cohibido en una imagen fija, petrificada. Al mismo tiempo, el impulso religioso es maniatado, conduciendo a la inhibición del crecimiento de los seres humanos mediante la prevención de ulteriores búsquedas y hallazgos. 

 A lo largo de las tradiciones judía y cristiana los pensadores proféticos han desafiado la propensión del corazón humano a evitar al Dios vivo domesticando la libertad del misterio divino y convirtiéndolo en una divinidad más manejable. Profetas y pensadores religiosos han insistido desde antiguo en la necesidad de hacer pedazos los falsos ídolos y de escapar de su abrazo en busca del Dios vivo, aunque el lenguaje utilizado se convierte a su vez en candidato a la crítica si se examina de cerca. El proceso no acaba nunca, pues el misterio divino es insondable. En el lenguaje de la patriarquía C. S. Lewis capta el asunto con una claridad elocuente:

Mi idea de Dios no es una idea divina. Necesita ser destruida de vez en cuando Él mismo se hace pedazos. Él es el gran iconoclasta. ¿No podemos casi decir que esta destrucción es una de las señales de su presencia"

Elizabeth Johnson, La que es

viernes, 11 de octubre de 2024

PENSANDO LA FE

 "Sigue demasiado vivo el fantasma de una omnipotencia abstracta, según la cual Dios podría hacer lo que quisiera, sin resistencias de ningún tipo. No nos damos cuenta de que por su parte no hay límites, evidentemente; en sí misma y en abstracto, su omnipotencia lo puede todo; pero, en su funcionamiento concreto, la omnipotencia dice relación al otro, y el otro tiene necesariamente límites: el círculo no puede hacerse cuadrado sin desaparecer, y la libertad finita no puede, sin quedar anulada, ser forzada a obrar bien  siempre. Dios, por lo que a Él respecta, lo puede todo y quiere lo mejor para nosotros; pero no todo es posible en sí mismo. El amor de Dios consiste en "estar siempre trabajando" (Jn 5,17), contra toda inercia y resistencia, por nosotros y por nuestra salvación".

"Acaso estemos empezando, por fin, a comprender, como de manera simbólica pero unívoca nos lo muestra la vida de Jesús, que, más que "señor", Dios es "servidor" de sus criaturas; que jamás es el "verdugo" de sus sufrimientos, sino siempre, con ellas y a favor de ellas, la "víctima". Empezamos a intuirlo con san Juan de la Cruz, como "océano de amor" que trata de inundarlo todo con su gracia y su gozo, que trabaja en todo, con todo y a través de todo: la tierra que nos sostiene, el aire que respiramos o el alimento que comemos, la mano amiga que nos acaricia o nos ayuda, el trabajo y la lucha de tantos por un mundo mejor... Si todo ello resulta posible es porque Dios lo creo así, en esa dirección y con esas capacidades, que Él está sosteniendo y apoyando a cada instante. Que se logre, es lo único que Él quiere y por lo que trabaja. Cuando no se logra, Él es el primer contrariado: el fracaso o la desgracia suceden contra Él en la misma e idéntica medida en que suceden contra nosotros".

"Lo malo que acontece nunca "estaba de Dios", por la sencilla razón de que eso es justamente lo que Él no quería: lo soporta con nosotros y nos apoya en la lucha por superarlo; y cuando la superación inmediata no resulta posible, nos asegura que la derrota no es definitiva, que la última palabra palabra de nuestra existencia se llama salvación". 

Andrés Torres Queiruga, Recuperar la creación.

martes, 13 de agosto de 2024

LA SACRAMENTALIDAD COMO DESPOJAMIENTO

“Como Jesucristo permaneció desconocido entre los hombres, del mismo modo su verdad permanece, entre las opiniones comunes, sin diferencia exterior. Así queda la Eucaristía entre el pan común” (Blas Pasca)..

"La cita de Pascal sugiere que existe una relación entre el despojamiento de la verdad y el despojamiento propio de la presencia sacramental. La falta de un resplandor llamativo de la verdad concuerda con la presencia invisible del Ungido en la eucaristía, el sacramento prototípico. 

La analogía entre la eucaristía y la verdad se merece una mayor elaboración. En primer lugar hay que indicar según los testimonios bíblicos, que los discípulos con los que Jesús celebró su última cena formaban una comunidad desunida, en conflicto y confusa. Un punto de vista sacramental sobre la verdad sugiere por eso que encontrar la verdad creyente supone una verdadera unión con la ruptura, los conflictos y la confusión de las personas de hoy. La Iglesia no está ni por encima ni fuera de la historia, sino que tiene que redescubrirse si quiere realmente encontrar y anunciar la verdad, como el conjunto de discípulos alrededor de la mesa de la última cena: confundida, desesperada, preguntándose qué le espera a ella, a los suyos, y al mundo. Tiene que dejar que le quiten de las manos las supuestas respuestas de la tradición, tal como les fue quitada a Jesús y a sus discípulos la idea establecida sobre la fidelidad de Dios, y que no les quedaba sino la entrega. A fin de poder encontrar y presentar la verdad, tiene que enfrentarse a la pregunta sobre qué cuestiones liberadoras o auténticas quedan por decir en las circunstancias dadas de amenaza, miedo e inseguridad. Hablar sobre la verdad sólo puede nacer desde el silencio de la caótica confusión. 

En segundo lugar hay que señalar que la verdad de los evangelios sobre la institución de la eucaristía es ante todo una verdad desprestigiada. Existe en la última cena –y los testimonios evangélicos sobre esto no andan con rodeos– traición, incomprensión, y malentendidos, y se percibe una gran hostilidad ante la única que parece entender lo que va a pasar: la mujer que unge los pies de Jesús. El pan que se parte en la eucaristía es el pan que nos alimenta, y también el pan que se produce con sudor y lágrimas y bajo condiciones injustas. El vino que se comparte es fuente de alegría y a la vez causa de adicción y violencia. De la misma manera que Jesús, según el himno que cita Pablo en su carta a los Filipenses, no sólo se despojó, sino que además se humilló hasta la muerte en la cruz, así la vida de sus discípulos no sólo se manifiesta en su común humanidad, sino mezclada con el mal. A consecuencia de esto la verdad que enseñan no sólo reside en una opinión cualquiera, sino que además está corrompida por la mentira, y peligra perderse en ella una y otra vez. Sea lo que sea, el anuncio de la verdad en sentido creyente y teológico implica en todo caso hablar libremente sobre este continuo desprestigio y la confesión de ser también culpables de él. 

En tercer lugar cabe indicar que los testimonios evangélicos en torno a la última cena no dejan duda de que –en medio de la ambigüedad, la ruptura y la culpa– se busca alcanzar la salvación de todos y todo lo que abarca la salvación de los que participan en ella. Desde el ámbito cristiano se entiende que la verdad de la existencia humana es la verdad presente como una Ausencia, como lo que va a venir y lo que se puede y se debe alcanzar, pues todo está ya-siempre a la luz de lo que va a venir. Desde el punto de vista cristiano la verdad que se busca y se desea es la verdad que ya-siempre está empezando, sobre todo en esta búsqueda y en este deseo. Por eso la esencia de la verdad presente rompe la alternativa de presencia y ausencia, como escribió el teólogo alemán Eberhard Jüngel sobre Dios. El hecho de que la verdad está sacramentalmente presente significa que en su presencia siempre está a la vez ausente, sin embargo en su ausencia se mantiene ocultamente presente. Por eso nunca se la puede manejar como una propiedad, sobre todo de parte de la Iglesia, cuya misión es representarla".

Erik Borgman
La verdad como concepto religioso
Concilium # 314 (febrero 2006)

lunes, 29 de abril de 2024

DISCÍPULOS RADICALES DE JESÚS

 "Necesitamos alimentar y fortalecer nuestra identidad como discípulos radicales de Jesús. Necesitamos profundizar en una relación personal con Él. No podemos darlo por supuesto, sino que debemos cultivar nuestra vida espiritual. Durante décadas, parece que hemos minusvalorado este aspecto. Pero en estos momentos la necesidad de una espiritualidad profunda e intensa se ha convertido en algo evidente. La dimensión mística debe fortalecerse tanto en el nivel personal como en el comunitario. La oración es imprescindible. En particular, necesitamos redescubrir la liturgia como un modo de encarnar, de manera socialmente visible, la realidad alternativa que brota de nuestro Dios. Sólo podemos promover una alternativa radical al sistema dominante si estamos enraizados en Jesucristo".

Daniel Izuzquiza, sj

Enraizados en Jesucristo. Ensayo de eclesiología radical.

Sal Terrae

martes, 21 de noviembre de 2023

EL SÍMBOLO NOS REMITE A LA VERDAD COMPLETA

"La Biblia, aunque Palabra de Dios, es hija de su tiempo. Refleja, por tanto, las concepciones propias de la época en que se escribe. Por desgracia, con frecuencia se hace una lectura literal, que no tiene en cuenta los condicionantes propios del texto, o moralizadora, convirtiendo la Escritura, antes que nada, en código de comportamiento. Cuando avanzamos en una lectura simbólica, la descubrimos como un caudal de sabiduría. En una tradición más bien dogmática, los creyentes suelen desconfiar del simbolismo, pensando que de ese modo se quiere escamotear la realidad, en el sentido de que «simbólico» sería lo contrario a «real». Sin embargo no es así. Si vamos a la etimología, descubrimos que es precisamente lo simbólico lo que nos remite a la verdad completa que, de otro modo, se nos escapa. Por eso precisamente el mensaje religioso no puede prescindir nunca del símbolo, porque en otro lenguaje no podría expresar todo su contenido."

(Enrique Martínez Lozano, Nuestra cara oculta)

viernes, 10 de noviembre de 2023

CRISTO EN LA RAÍZ

En “Enraizados en Jesucristo. Ensayo de eclesiología radical”, de Daniel Izuzquiza, sj (San Terrae, 2008), al hablar del Cuerpo de Cristo, encarnado, pone cuatro modelos: 

Teresa de Calcuta (cuerpo roto, los pobres), Carlos de Foucault (cuerpo silencioso, los olvidados, los que están lejos), Pierre Teilhard de Chardin (cuerpo cósmico, la creación toda) y Óscar Arnulfo Romero (cuerpo transfigurado). 

Cristo como verdadero y único Señor de mi vida, de la Iglesia, de la historia y de la sociedad. “Creo que los cristianos no podemos dar por supuesta una afirmación tan impresionante y que constituye el armazón central de mi experiencia espiritual, de mi reflexión teológica y de mi propuesta política. Una y otra vez, necesitamos volver al encuentro personal con la Raíz que nos hace vivir. Así, enraizados en Él, afianzamos nuestra fe en el señorío de Cristo sobre toda la realidad y ganamos en libertad frente a tantos poderes que pretenden dominar el mundo” (Dimensión política de la experiencia mística del cristiano).

“Afirmar el señorío absoluto de Jesucristo podría llevar a lecturas teocráticas o imposiciones particularistas, si olvidamos el recordatorio permanente de la misma entraña de Jesús: la cercanía a los pobres, el servicio radical, la fraternidad-filiación universal, la humildad que nos humaniza”.

La identidad cristiana es, por definición, abierta, plural, católica”.

La liturgia, lejos de ser una evasión intimista, desempeña un papel esencial… en la medida en que plasma el carácter místico-político de la comunidad cristiana, y encarna la alternativa a la lógica instrumental que domina nuestro mundo” (Alegría, gratuidad).

Eucaristizar el mundo”: entender y transformar toda la realidad desde las categorías eucarísticas. Celebración cotidiana de la eucaristía como espacio del encuentro radical con el Señor y de la transformación radical del mundo. 

Cuatro acciones: tomar, bendecir, partir y repartir.

(Recomiendo la lectura íntegra del libro)

domingo, 5 de noviembre de 2023

EL SÍMBOLO RELIGIOSO: LUGAR DE PRESENCIA Y ENCUENTRO CON EL MISTERIO

"Todo encuentro entre el hombre y la divinidad acaece por medio de símbolos
. El símbolo no es otra cosa que una realidad sensible a través de la cual acaece la hierofanía, es decir, la manifestación y la revelación de lo Sagrado, su comunicación y su presencia viva, así como el encuentro y la comunión del hombre con la divinidad. El símbolo, pues, es mediación de una presencia recíproca, de un encuentro interpersonal entre Dios y el hombre. 

Por su carácter de mediación, el símbolo entraña de por sí una estructura dialéctica: es revelación en velación, presencia que acaece en el marco de la ausencia, manifestación del Misterio a la vez que ocultamiento. Es en el terreno del símbolo religioso primordial donde hunde sus raíces últimas el sacramento cristiano. Son innumerables las cosas que pueden convertirse en lugar de manifestación y de presencia del Misterio: el árbol o la montaña, los fenómenos de la naturaleza o los cuerpos astrales e incluso determinadas funciones biológicas o ciertos órganos del cuerpo humano. Según Mircea Eliade, resulta imposible catalogar el vasto mundo de los símbolos, porque su amplitud es tal que coincide de hecho con la infinita gama de los seres de la creación'. 

El símbolo religioso general entraña no sólo una comunión entre la divinidad y el hombre, sino además cierta comunión interhumana, y por ello implica una dimensión social. El mismo verbo griego syn-ballein, que está a la raíz del sustantivo symbolon encierra la idea de reunir o conjugar (en el sentido del coniungere latino), de confluir aproximando o «arrojando» a un ser hacia otro. El símbolo implica de por sí una dimensión dialogal, de relación e intercomunión personal, por lo que se convierte en vínculo de comunión y en generador de comunidad. Por eso, la religión es de ordinario un fenómeno social, comunitario, tendente a aglutinar a los hombres en grupos que de por sí no tendrían por qué ser cerrados frente a otros grupos. Dado que el hombre es ser simbólico por su propia naturaleza, los símbolos primordiales (que son aquellos que pertenecen no tanto al ámbito de las cosas cuanto a la dimensión corporal del propio ser humano, como el gesto o el lenguaje) son en su esencia comunes a todas las razas y culturas, por lo que el símbolo tiende en principio hacia el universalismo, a la comunión universal

Por otra parte, el mundo de los símbolos adquiere también vigencia y significación concretas en el contexto previo de una comunidad humana y de una tradición anterior que dan primacía a determinados símbolos frente a otros, otorgándoles su sentido y valor específicos. Así es la comunidad la que acepta o rechaza un conjunto determinado de símbolos como más eficaz expresión del Misterio (de manera semejante a la selección que acaece en el lenguaje). El símbolo, pues, a la vez que generador de comunidad o comunión, es asimismo —en su determinación concreta— generado por la comunidad humana. No obstante, a pesar de ese trasfondo comunitario, siempre inherente al símbolo religioso, se puede afirmar que en el ámbito general de las religiones predomina el símbolo-cosa: la hierofanía o la presencia del Misterio acaece a través de la mediación de las cosas de la naturaleza".

La comunidad es el símbolo religioso primordial en el Antiguo Testamento; el símbolo fundamental en el cristianismo es la Iglesia como sacramento

Manuel Gesteira Garza
La Eucaristía, misterio de comunión
Sígueme, 1999

viernes, 2 de junio de 2023

ANTE EL CRISTIANISMO CULTURAL

 
"A mí, como creyente en Cristo, me desconcierta la afirmación de que los ateos, los musulmanes y los budistas deberían aceptar sin problemas la cruz porque forma parte de nuestra cultura. Me desconcierta casi tanto como ver a políticos no creyentes en una celebración eucarística –por ejemplo con motivo de los llamados «funerales de Estado» o de las fiestas patronales– y, para mayor oprobio, ocupando un lugar de honor. En mi humilde opinión, la secularización interna de la Iglesia –que los obispos critican con toda razón– no es consecuencia solamente del reduccionismo ético de la fe o de las propuestas teológicas deficientes, sino también de esa complacencia ante el cristianismo cultural.

Es sabido que los primeros cristianos, practicando la llamada «ley del arcano», ocultaron los sacramentos a la mirada de quienes eran incapaces de venerarlos. Incluso los catecúmenos, una vez terminada la liturgia de la Palabra, debían abandonar el templo. Me gustaría que los cristianos actuales sintiéramos, como ellos, un poco de «pudor metafísico». Como decía Metz, «la misma sociedad profana conoce algo denominado protección de datos. Al parecer, la Iglesia no conoce algo así como protección del misterio».

En todo caso, yo estaría dispuesto a admitir –un poco a regañadientes– la presencia del crucifijo entre los incrédulos poscristianos cuando evoque para ellos valores humanos. Pero lo que ya me resulta absolutamente incomprensible es que queramos mantenerlo entre quienes provoca resonancias negativas y piden expresamente su retirada. En tales casos deberíamos más bien preguntarnos con preocupación qué hemos hecho los cristianos para que el crucifijo provoque en ellos semejante repulsa".

Luis González-Carvajal
Cristianos sin Iglesia
(Revista Concilium 340 (abril 2011)

domingo, 5 de marzo de 2023

SIMONE WEIL: "FUERA DE LA IGLESIA"

Todos conocemos la máxima teológica que dice: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Pero el Espíritu, que es libre, suscita caminos  admirables que manifiestan que Dios y su amor son infinitos. El siguiente texto es una prueba de ello: 

"Creo que la voluntad de Dios no es que yo entre en este momento en la Iglesia. Pues, como ya le dije antes, y sigue siendo verdad, la inhibición que me retiene no se deja sentir con menos fuerza en los momentos de atención, de amor y de oración que en los restantes. Y, no obstante, he experimentado una gran alegría oyéndole decir que mis pensamientos, tal como se los he expuesto, no son incompatibles con la pertenencia a la Iglesia y que, por consiguiente, no le soy extraña en espíritu

No puedo dejar de preguntarme si, en estos tiempos en que una parte tan considerable de la humanidad se encuentra sumida en el materialismo, no querrá Dios que existan hombres y mujeres que, entregados a él y a Cristo, permanezcan sin embargo fuera de la Iglesia

En todo caso, cuando me imagino concretamente y como algo que podría estar próximo el acto por el cual entraría en la Iglesia, ningún pensamiento me apena más que el de separarme de la masa inmensa y desdichada de los no creyentes. Tengo la necesidad esencial, la vocación —pues creo que puedo llamarla así— de moverme entre los hombres y vivir en diferentes medios humanos fundiéndome con ellos, adoptando su mismo color, en la medida al menos en que la conciencia no se oponga, desapareciendo en ellos, a fin de que se muestren tal como son sin que tengan que disfrazarse para mí. Quiero conocerlos para amarlos tal como son. Pues si no los amo tal como son, no es a ellos a quienes amo y mi amor no es verdadero. No hablo de ayudarles, pues hasta ahora, desgraciadamente, soy completamente incapaz de hacerlo. Creo que de ningún modo entraría nunca en una orden religiosa para no separarme por un hábito del común de los mortales. Hay seres humanos para los que esta separación no ofrece inconvenientes graves, pues están ya separados del conjunto de los hombres por la pureza natural de su alma. En cuanto a mí, por el contrario —como creo haberle dicho ya—, llevo en mi misma el germen de todos los crímenes o poco menos. Me hice especialmente consciente de ello en el curso de un viaje, en circunstancias que ya le he relatado. Los crímenes me producían terror, mas no me sorprendían; sentía su posibilidad dentro de mí y, precisamente por sentir en mí misma esa posibilidad, me horrorizaban. Esta disposición natural es peligrosa y muy dolorosa, pero como toda disposición natural puede ponerse al servicio del bien si se sabe hacer un uso adecuado de ella con el auxilio de la gracia. Implica una vocación, la de mantenerse de alguna manera en el anonimato, dispuesto a mezclarse en cualquier momento con la masa común de la humanidad. Ahora bien, en nuestros días, el estado de los espíritus es tal que hay una barrera más marcada, una separación más tajante, entre un católico practicante y un no creyente que entre un religioso y un laico. 

Conozco las palabras de Cristo: «De aquél que se avergonzare de mí delante de los hombres, me avergonzaré yo delante de mi Padre». Pero avergonzarse de Cristo quizá no signifique para todos y en todos los casos no adherirse a la Iglesia. Para algunos puede significar solamente no ejecutar los preceptos de Cristo, no irradiar su espíritu, no honrar su nombre cuando se presenta la ocasión, no estar dispuesto a morir por fidelidad a él. 

Debo decirle la verdad, aun a riesgo de contrariarle y por más que contrariarle me resulte extremadamente penoso. Amo a Dios, a Cristo y la fe católica tanto como a un ser tan miserablemente insuficiente le sea dado amarles. Amo a los santos a través de sus textos y de los escritos relativos a sus vidas —a excepción de algunos a los que me es imposible amar plenamente o considerar como santos—. Amo a los seis o siete católicos de espiritualidad auténtica que el azar me ha llevado a encontrar en el curso de mi vida. Amo la liturgia, los cánticos, la arquitectura, los ritos y las ceremonias católicas. Pero no siento en modo alguno amor por la Iglesia propiamente dicha, al margen de su relación con todas esas cosas a las que amo. Puedo simpatizar con quienes sienten ese amor, pero yo no lo experimento. Sé muy bien que todos los santos lo experimentaron. Pero también casi todos ellos nacieron y crecieron en el seno de la Iglesia. Sea como fuere, el amor no surge por propia voluntad. Todo lo que puedo decir es que, si ese amor constituye una condición del progreso espiritual —cosa que ignoro— o forma parte de mi vocación, deseo que algún día me sea concedido. 

Bien podría ser que una parte de los pensamientos que acabo de exponerle sea ilusoria y mala. Pero, en cierto sentido, poco importa; no quiero analizar más; después de todas estas reflexiones he llegado a una conclusión, que es la resolución pura y simple de no volver a pensar en la cuestión de mi eventual entrada en la Iglesia

Es muy posible que después de haber estado sin reflexionar sobre ello durante semanas, meses o años, sienta un día el impulso irresistible de solicitar inmediatamente el bautismo y vaya corriendo a pedirlo. Pues oculto y silencioso es el camino por el que la gracia se adentra en los corazones

Puede ocurrir que mi vida llegue a su término sin haber experimentado jamás ese impulso. Pero una cosa es absolutamente cierta: si llega el día en que yo ame a Dios lo suficiente para merecer la gracia del bautismo, recibiré esa gracia ese mismo día, indefectiblemente, bajo la forma que Dios quiera, sea por medio del bautismo propiamente dicho, sea de cualquier otra forma. ¿Por qué, entonces, preocuparse? No es en mí en quien debo pensar, sino en Dios. Es Dios quien debe pensar en mí".

Simone Weil, carta a un sacerdote
19 de enero de 1942

lunes, 28 de noviembre de 2022

LA RELIGIÓN DE JESÚS

"El problema más importante que tiene que afrontar y resolver la Iglesia, está en que el centro de su vida, su organización y su presencia en el mundo, no es el Evangelio, sino la religión. 

En efecto, lo que la gente ve en el cristianismo es una religión. Una más, entre tantas otras. Las catedrales, los templos, el clero (obispos, curas, frailes y monjas), palacios episcopales, parroquias, conventos, ceremonias sagradas, los santos y sus procesiones, todo eso no produce (ni puede producir) otra impresión que no sea el respeto reverente de quien asiste, con devoción sumisa, a un ceremonial sagrado. O sea, ni más ni menos, que una religión en toda regla. 

Pues bien, así las cosas, el que se ve metido en semejante ambiente, si es que oye leer el Evangelio, ¿Qué puede pensar de lo que está oyendo? Pues muy sencillo: el Evangelio es uno de los componentes o elementos, uno más, de la religión. El que asiste a un acto religioso –ya se sabe– allí verá curas, velas, incienso; oirá música y cantos religiosos, verá gente seria y bien vestida. Y escuchará lecturas sagradas, de la Biblia y de los santos. Hasta que llega el momento “más religioso” de “toda la religión”. El momento en que todo el mundo se pone de pie porque se va a leer el Evangelio. Por eso, ¿Qué puede pensar la gente del Evangelio? Pues lógicamente, que es el momento o el componente más religioso de toda la religión.

 ¿Y para eso vino Jesús a este mundo? ¿Para darles más bombo y platillo a las ceremonias de los sacerdotes? Es evidente que a nadie se le ocurre semejante estupidez. Pero, entonces, ¿Qué es y qué representa esto que llamamos “el Evangelio”? 

Ante todo, quede claro lo más importante: Jesús no vino a este mundo, ni a reformar o mejorar la religión que había, ni a fundar otra nueva. ¿Cómo iba a pretender reformar o refundar la religión un ciudadano que fue odiado y perseguido por los más distinguidos representantes oficiales de la religión, que lo persiguieron y lo insultaron, lo juzgaron y lo condenaron, y presionaron al procurador romano hasta que lo torturó y lo mató de la forma más cruel que en aquel tiempo se podía ejecutar a un malhechor? 

Así se fraguó el Evangelio. ¿Y semejante libro va a resultar que es un libro de religión? Hay que precisar, con sumo cuidado, la respuesta a esta pregunta. El Evangelio es un conjunto de relatos, en los que el protagonista, Jesús de Nazaret, habla con singular frecuencia de la relación con Dios (el Padre). Pero la relación con Dios, según Jesús, no consiste o se consigue mediante el templo, los sacerdotes, los rituales santos, las ceremonias y la total sumisión que imponen y exigen los “hombres de la religión”. La relación con Dios consiste y se consigue mediante la conducta, que se resume en la bondad y la misericordia en todo y con todos. Jesús lo dejó claro en el “mandamiento nuevo”, que impuso al final de su vida: Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros… En esto conocerán que sois mis discípulos (Jn 13, 34-35). 

Jesús no suprimió la religión, sino que modificó la religión: la sacó del templo y la puso en el centro de la vida, en la relación que mantenemos los unos con los otros".

José María Castillo

La religión de Jesús

viernes, 30 de septiembre de 2022

ORAR CON LA BIBLIA

Para cerrar el mes de la Biblia
, hoy, memoria litúrgica de San Jerónimo, autor de la versión de la Sagrada Escritura más utilizada por el pueblo católico (La Vulgata), hemos querido tener un rato para hablar sobre, e invitar a usar, la Biblia, como camino para un encuentro más íntimo con Dios en nuestra vida.

Seguramente todos tenemos la Biblia en nuestra casa, pero no se trata tanto de tenerla, como de conocerla, usarla, manejarla, para orar. A lo largo de la historia el pueblo católico no ha usado siempre, ni ha tenido a mano la Biblia, para consultarla, para leerla, para orar con ella. La reforma protestante iniciada por Martín Lutero tuvo como uno de sus elementos más significativos el poner en manos del pueblo la Sagrada Escritura en su propia lengua; porque hasta ese momento solo estaba en latín, lengua que el pueblo ya no conocía.

Frente al catolicismo, atado en ese momento a muchos ritos y creencias sobreañadidos, como eran el tema de las reliquias, de las indulgencias, la nueva corriente religiosa que dividió a la iglesia propugnaba la “Sola Escritura”, el volver a la Biblia; la reacción de la iglesia católica, recogida en el Concilio de Trento, fue reafirmar lamentablemente la distancia del pueblo llano con el texto bíblico. Por esta razón, y otras más complejas, los católicos llegamos con retraso a la aceptación de un enfoque crítico moderno del Nuevo Testamento y de la Escritura en general.

Gracias a Dios las cosas han cambiado y el Concilio Vaticano II en su documento Dei Verbum habla de los dos pilares o fundamentos sobre los cuales se asienta la fe de la iglesia: la Sagrada Escritura y la Tradición, que se necesitan y alimentan mutuamente. Desde entonces se ha promovido con insistencia el uso de la Biblia, que ya está al alcance de todos, se dan cursos bíblicos, pero aún nos falta mucho por conocer, aún no es un hábito constante el acudir a la Biblia, el leerla y releerla una y otra vez. No solo para conocer, sino para imbuirnos de Dios, para que el entorno de nuestra vida cristiana sea un entorno bíblico; porque en la Biblia está la raíz de lo que creemos y somos como cristianos.

Así lo expresa el Concilio: “El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo. Acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual... Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (#25, DV).

Una vez dicho esto, vamos entonces a recordarles una forma de orar que inauguraron los monjes cristianos en los primeros siglos de la iglesia, y que conocemos como la Lectio divina. Esta forma de orar es eminentemente contemplativa y nos ayuda a interiorizar el texto bíblico, a dejarnos leer y transformar por él.

El principal objetivo de la lección divina, además de la unión y la comunión con Dios, es una asimilación de la verdad Sagrada y una vida vivida de acuerdo con esta verdad; es decir que no solo se trata de conocer, sino también de cómo vivir las palabras de la Escritura: se mastican, se digieren, se rumian, hasta convertirlas en parte de uno mismo.

Son 4 los pasos de la Lectio divina: la lectura, la meditación, la oración y la acción (o contemplación).

En la primera, la lectura, nos preguntamos: ¿Qué dice el texto? A veces los textos de la Biblia nos resultan difíciles de entender, porque no manejamos el contexto en que se escribió, ni el género literario al que dicho texto pertenece. Por eso aunque no forma parte de la Lectio en sí (no es un ejercicio intelectual), es importante que tengamos elementos fundamentales de exégesis bíblica, y para ello pueden ayudarnos las introducciones de los libros que aparecen en la Biblia que tenemos y las notas a pie de página en las ediciones más pastorales, donde encontramos incluso explicaciones sobre diferentes temas que nos pueden ayudar en nuestra comprensión de lo que leemos.

Este primer paso puede necesitar, no de una, sino de varias lecturas, una seguida de la otra, despacio, pronunciando cada palabra o cada frase, no solamente con la mente también con la boca, para que el cuerpo también participe de ese momento.

Luego llegamos al segundo paso, la meditación en la que pasamos de ¿Qué dice el texto? a ¿Qué me dice a mí el texto? ¿Qué llama mi atención?, y aquí recordemos, aunque es obvio, que en lo que hacemos está obrando el Espíritu, porque confiando en él nos llevará a donde debemos ir, y nos enseñará lo que necesitamos ver en ese momento. Puede ser una palabra, una frase, una oración, una idea en particular; algo que me atrae o que me repele de manera significativa. A veces lo que leemos nos resulta chocante y lo rechazamos de entrada; ahí es donde más debemos insistir. Recordemos que la idea de descubrir a Dios va a la par del descubrirnos a nosotros mismos.

El tercer paso de la Lectio divina es la oración: ¿Qué quiero decirle a Dios, partiendo de este texto? Ahora que lo he leído y lo he reflexionado puedo entablar un diálogo con él. Recordemos que eso es la oración según Santa Teresa: tratar con Dios, tratar muchas veces, tratar de amistad. Aquí en esta oración hablamos con el texto bíblico, usamos sus palabras y sus frases, dialogamos acerca de él, nos ponemos en esa situación o nos descubrimos en ella; pero también damos gracias a Dios por llevarnos a ese momento, por mostrarnos su voluntad a través de la escritura. Oración no es solo presentarle problemas a Dios, sino también alabarle, darle gracias.

Y finalmente, el cuarto momento sería la acción o la contemplación, en dependencia de cuándo y cómo estamos haciendo este ejercicio espiritual. Nos podemos preguntar qué diferencia puede implicar este texto en mi forma de actuar o de vivir, a qué me convoca, qué desafío me plantea a mí como persona o como cristiano, o como laico que ejerce un ministerio en mi comunidad, o como miembro de una familia o una comunidad.

La oración no solo te acerca a Dios, sino que mueve tu vida hacia delante; si Dios está en ti, Dios te impulsa siempre a vivir

En determinados momentos y circunstancias este cuarto paso puede ser también pasar al silencio, recogernos y escuchar, dejar que Dios nos hable también en ese momento, en el eco de lo que hemos estado haciendo antes. 

Recordemos que durante mucho tiempo después del Concilio en la iglesia se manejó una forma de examinar la realidad y tratar de transformarla en tres pasos o acciones: ver, juzgar, actuar. Esto tiene también de fondo como inspiración la Lectio divina; cuando uno busca Dios es porque ya Dios lo busca a uno; cuando uno se deja buscar y deja a Dios ser Dios, entonces el espíritu que habita en nosotros nos permite adentrarnos en el misterio de su palabra y de la vida divina. Y lo más importante: ese encuentro cotidiano con Dios y su Palabra nos va transformando para ser cada día más imagen de Cristo, reflejo de Cristo, presencia de Cristo en el mundo.

Algunas ideas finales que pueden ayudarnos en la lectura bíblica:

1- La Biblia es la historia del diálogo de Dios con los hombres en la vida; es la obra de un pueblo, es el conjunto de libros inspirados.

2- Es necesario distinguir siempre un sentido literal y un sentido espiritual cuando leemos la Biblia.

3- Es necesario leer la Biblia con el mismo Espíritu con el que fue escrita; sin la ayuda de ese Espíritu no podemos comprender ni alcanzar el verdadero y pleno sentido de la Escritura.

4- Siempre ha de leerse la Biblia teniendo en cuenta: el contenido y unidad de toda la Escritura, la tradición viva de toda la Iglesia y la analogía de la fe.

5- El lugar privilegiado para la relectura es el de los pobres, donde el mensaje salvífico y liberador aparece en todas sus exigencias y posibilidades.

6- La lectura de la Biblia nos implica en un proceso de conversión evangélica, para entender el mensaje de Cristo, que pone en el centro al ser humano y al amor como ley suprema.

7- La Biblia nació de la vida de un pueblo y se relee mejor comunitariamente y en contacto con la vida.

Fray Manuel de Jesús, ocd

miércoles, 27 de julio de 2022

EL TRIGO Y LA CIZAÑA

 


La parábola del trigo y la cizaña afirma cuatro cosas: 

1. Qué, en este mundo y por todas partes, la buena hierba está siempre mezclada con la mala hierba. 

2. Que "los obreros del Señor" (Mt 13, 27s) quieren enseguida arrancar la mala hierba.

3. Que Jesús no quiere que se haga eso porque nadie está capacitado para distinguir la mala hierba de la buena y puede suceder que, pensando que se arranca la cizaña, lo que en realidad se hace es arrancar la buena semilla. 

4. Que por eso hay que dejar las cosas de forma que sólo cuando llegue la cosecha, o sea. "el fin del tiempo", entonces será el momento de que los "ángeles" harán la debida separación y darán a cada cual su merecido. 

 Hay demasiada gente que, no solo se siente capacitada, sino que además está empeñada en arrancar cuanto antes lo que ellos piensan que es la mala hierba. Son los intolerantes, los que no soportan al que hace o dice lo que ellos creen que no se debe hacer o decir. Por eso no respetan el pluralismo ni la diversidad. Exigen que todo el mundo les respete a ellos, pero ellos se consideran con derecho a no respetar al disidente, al diferente, o sencillamente al otro. 

Tomado de: "La religión de Jesús", José María Castillo, DDB.

domingo, 13 de marzo de 2022

EGO Y ESPIRITUALIDAD

“La espiritualidad puede constituir un campo propicio para que el ego construya un “pequeño paraíso narcisista” a su medida, sin ninguna referencia “ajena” ni instancia alguna que lo cuestione: “¡Qué hermoso es estar aquí!”. En ese refugio impera únicamente su ley: este es el sueño de la personalidad narcisista.

El ego puede creer encontrar en la espiritualidad una seguridad que lo libere de una sensación de banalidad, superficialidad, duda, incertidumbre, que le resulta insoportable. Así entendida, la “espiritualidad” sería una opción para cubrir un vacío de sentido.

Si algo busca el ego (narcisista) es sentirse “especial”. No es extraño que, tras la búsqueda de un “camino espiritual”, pueda esconderse, camuflada incluso para el propio interesado, la necesidad infantil de sentirse “especial” y portador de “algo” que le “eleva” por encima de lo que juzga como banalidad.

Lo que ocurre es que, una vez que el ego se la apropia, la espiritualidad se pervierte, hasta el punto de que, de ella, únicamente queda el nombre. Porque si el ego se define por la apropiación, la espiritualidad genuina se plasma en una desapropiación creciente. Si el narcisismo se caracteriza por la egocentración, la espiritualidad conduce a una existencia desegocentrada. Por decirlo brevemente: la espiritualidad se halla en las antípodas del narcisismo. De ahí que, bien vivida, constituya una poderosa fuerza de transformación personal y de liberación (desidentificación) del ego.

¿Percibo alguna trampa que se cuela en mi modo de vivir la espiritualidad?”.

Enrique Martínez Lozano

domingo, 24 de octubre de 2021

MIRAR CON EL OJO DE DIOS

"Jesús le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". El le respondió: "Maestro, que yo pueda ver". (San Marcos 10,51).

Pecó Adán en el paraíso, y escondióse de la cara de Dios. Cuando tenía el corazón y la conciencia puros, gozábase de la presencia divina; mas, en cuanto el pecado lastimó su ojo interior, comenzó a espantarle la divina luz y se acogió a las tinieblas y a las espesuras del bosque, huyendo de la Verdad y apeteciendo las sombras”. 
San Agustín

“El orante que procura hacer de su vista un pulido instrumento contemplativo ha de someterla a un empeñado proceso de purificación. Las famosas “pascuas del ver” (me verán, no me verán, me volverán a ver, como escala el Señor).

El cardenal Spidlik -ese agudo teólogo del Oriente cristiano- ha relevado este proceso siguiendo la más pura tradición espiritual. Los maestros del alma han enseñado que al hombre le atañen tres visiones: la sensible, la intelectual y la espiritual. Y que si bien se trata de una escala, cada peldaño no sólo supone el anterior, sino que lo incluye. Todo atascamiento en el ascenso deja al alma enana. Tanto la mirada superficial, que no ve más que lo material, como la mirada intelectual, que no supera el mundo de los conceptos, ambas se anquilosan en idolatría. En cambio, la espiritual mira todo -superficies, esencia y el mundo divino -con una visual pneumatizada que lo abarca y lo comprende todo.

Acentuar la integración -más que la superación- es la distinción crucial para nuestro tópico. Pues sólo cuando el hombre -horizonte anfibio de dos mundos- integra en su unificada visual cortezas y pétalos a principados y potestades… se despierta ese mundo mágico materio-espiritual.

Como anota san Simeón el Nuevo Teólogoya no es el mero hombre el que mira sensiblemente lo sensible, sino que, vuelto algo más que un mero hombre, contempla espiritualmente las cosas sensibles.
El transfigurado mira “con el ojo de Dios” dirá san Máximo el Confesor; “los ojos de la Paloma”, dirá san Gregorio de Nisa. Sólo en virtud de este ojo divino, remata san Cirilo de Alejandría,
despierta en el hombre un logos poético escondido
con que contemplar lo invisible en lo visible”. 

Diego de Jesús. Mito, Plegaria y Misterio.
Artista: Julia Stankova
(Tomado de Facebook: Nube Athónita)

domingo, 10 de octubre de 2021

PARA TODA PERDICIÓN HAY UNA SALVACIÓN

 "Pronunciar el nombre de Jesucristo significa reconocer que ha cuidado de nosotros, que no estamos perdidos. Jesucristo es la salvación del hombre en toda circunstancia y frente a todo lo que ensombrece su vida, incluido el mal que procede de él mismo. No hay nada que no esté ya reparado en este acontecimiento: Dios se hizo hombre por nuestro bien. Lo que todavía falta sólo puede ser, en realidad, el descubrimiento de este hecho. No existimos en el seno de una oscura problemática, sino por el Dios que tuvo misericordia de nosotros antes de que fuéramos. Por muy cierto que sea que existimos en contradicción con este Dios, alejados de él y hasta enemistados con él, más cierto aún es que Dios nos ha preparado la reconciliación antes de que nos dispusiéramos a combatirlo. Por muy cierto que sea que, en nuestro alejamiento de Dios, al hombre sólo se le puede considerar como un ser perdido, mucho más cierto aún es que Dios ha actuado, actúa y actuará por nuestro bien, de manera que para toda perdición hay una salvación

(Karl Barth, Esbozo de dogmática).

domingo, 26 de septiembre de 2021

DIOS ESTÁ ACTUANDO EN EL MUNDO

"Todos los que, de alguna manera, luchan por la causa del hombre están con nosotros. «Secretamente, quizá, pero realmente, no hay un solo combate por la justicia –por equívoco que sea su trasfondo político– que no esté silenciosamente en relación con el reino de Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Donde se lucha por los humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí se combate en realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe» (Georges Crespy).

Los cristianos hemos de valorar con gozo todos los logros humanos, grandes o pequeños, y todos los triunfos de la justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social, por modestos que nos puedan parecer. Los políticos que luchan por una sociedad más justa, los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y la libertad, los obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que se desviven por educar para la responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser de los nuestros, «están a favor nuestro», pues están trabajando por un mundo más humano.

Lejos de creernos portadores únicos de salvación, los cristianos hemos de acoger con gozo esa corriente de salvación que se abre camino en la historia de los hombres, no solo en la Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus instituciones. 
Dios está actuando en el mundo".

José Antonio Pagola

viernes, 17 de septiembre de 2021

LA VÍA NEGATIVA (2)

Todas las cosas glorifican a Dios. La oscuridad, las privaciones, los defectos, el mal, también glorifican y bendicen a Dios
 (Meister Eckhart). 

La tercera forma en la que el sufrimiento nos da vida y energía es que al embarcarnos en el dolor y realizar ese viaje nos hace más fuertes. Existe una fortaleza que se aprende con el sufrimiento y que no puede aprenderse de ningún otro modo. El sufrimiento pone a prueba la profundidad de nuestro amor a la vida y a las relaciones interpersonales, incluso cuando a menudo la causa de nuestros sufrimientos son las relaciones, y especialmente por eso. Lo bello no se aprende ni se valora sin el sufrimiento, que nos hace bastante grandes y lo bastante fuertes como para ser receptáculos propicios de lo hermoso. 

Otra energía que también se deriva del sufrimiento es la forma en que al dejar que el dolor sea dolor nos conecta con los demás. Podemos estar tan solos, tan profundamente solos y vacíos en nuestro dolor, que tenemos que salir en busca de otras personas con las que compartir este viaje tan oscuro, facilitando la creación de nuevos vínculos sociales. La liberación se inicia cuando el sufrimiento es reconocido y se le permite ser sufrimiento. A partir de ahí, puede ser compartido. Y, cuando sea posible, resuelto. 

Pero todavía puede hacer algo más el sufrimiento, puede proporcionar energía abriéndonos, entendiendo que, así como compartimos la ciudadanía del universo, compartimos también el dolor del mundo. Todas las criaturas del universo sufren; es un sufrimiento que nos une. En lo más profundo de nosotros mismos somos uno con todas las criaturas y con todo lo que es Dios

En resumen, que el sufrimiento no es solo, como subraya cierta espiritualidad, el precio que pagamos por el pecado. Todo nacimiento lleva implícito un sufrimiento. El sufrimiento está incorporado en el proceso de nacimiento de todo el cosmos, y tiene que ver con el sacrificio y con ceder, con dar y recibir vida

Algunos sufrimientos, los que terminan en un nacimiento, pueden ser una bendición. Eso sí, es importante subrayar que el dolor no ha de ser glorificado, no debemos aferrarnos al propio dolor, ni revolcarnos en él. Porque, el propósito de dejar que el dolor sea dolor es soltar el dolor. No se nos pide que nos aferremos a nuestro dolor, ni que construyamos nuestra vida en torno a él. Lo que finalmente debemos hacer es dejar ir al dolor; la vía negativa no es un fin en sí misma, sino una parte del camino, que se repite incesantemente en nuestra vida.

 “Dios es un ser más allá del ser y una nada más allá del ser. Dios es nada. Ninguna cosa. Dios es la nada. Y, sin embargo, Dios es algo” (Meister Eckhart). 

Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada. Parea venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada” 
(San Juan de la Cruz).

Aprender a hacernos amigos de la oscuridad
significa aprender a hacernos amigos de la nada, a reverenciarla. A dejar que la nada sea nada. A confiar en la nada. Porque en el extremo de la oscuridad, en eso que Eckhart llama “nuestro conocimiento que desconoce”, suele saborearse la sabiduría misma. Aquellos que se comprometen con la liberación deben llegar a ese “punto cero” en el cual “no tienen nada que perder”. Aquí entra la imagen del DESIERTO, el lugar de la nada, del vacío, que es a la vez el lugar de la renovación. También la imagen de la NOCHE como vacío y como nada; así escribe el poeta: 

Tú, oscuridad, de la cual provengo/te amo más que todos los fuegos/que cercan en el mundo/porque el fuego forma/un círculo de luz para todos/y entonces nadie en el exterior sabe de ti//Pero la oscuridad lo atrae todo hacia sí:/formas y fuegos, animales, y a mí mismo/¡con qué facilidad los reúne!/poderes y personas/ Y es posible que una gran energía/se esté moviendo cerca de mí./ Tengo fe en las noches” 
(Rainer María Rilke). 

Se puede y se debe confiar en nuestras caídas en la nada; podemos aprender a dejarnos caer, a dejarnos sumergir. ¿No es eso lo que hace la semilla cuando cae en la tierra, para más tarde producir vida nueva? La noche oscura de nuestra alma es una ocasión especial para el nacimiento divino y la oportunidad divina, siempre y cuando dejemos que la oscuridad sea oscuridad y la nada sea nada, al menos durante un tiempo. Dios creó de la nada, sin la nada no habría creación. La nada es una parte esencial del viaje profundo y fructífero del espíritu.

(Resumen para encuentro de grupo, del libro "La bendición original", de Matthew Fox).

jueves, 9 de septiembre de 2021

LA VÍA NEGATIVA (1)

 

En su libro LA BENDICIÓN ORIGINAL, Matthew Fox habla de varias vías para el viaje espiritual: la vía positiva o camino I (hacernos amigos de la creación), la vía negativa o camino II (hacernos amigos de la oscuridad, soltar y dejar ser), la vía creativa o camino III (hacernos amigos de la creatividad y de nuestra divinidad), y la vía transformadora o camino IV (hacernos amigos de la nueva creación: compasión, celebración, justicia). Me interesa ahora, en la línea que estoy presentando, compartir algunas ideas de la vía negativa, que es también camino a las profundidades divinas.


Destaca tres ideas: vaciar o desprendernos de las imágenes; ser vaciados o dejar que el dolor sea dolor; sumergirnos en el vacío, en la nada, y finalmente (que no veremos ahora), apreciar una teología de la cruz.

Uno no encuentra a Dios en el alma añadiendo algo, sino mediante un proceso de sustracción” (Meister Eckhart).

El crecimiento de la persona humana tiene lugar en la oscuridad. Bajo tierra. En pasadizos subterráneos. Ahí donde “ninguna imagen ha llegado jamás hasta los cimientos del alma”, solo actúa Dios. Todo misterio habla de oscuridad. Toda oscuridad habla de misterio. Las personas necesitamos en ocasiones desprendernos de toda imagen si queremos producir imágenes auténticas con nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestra oración y nuestro arte. Aprender a confiar en los espacios vacíos y en los silencios; en descender y no en ascender. Descendemos hasta la profundidad y ahí encontramos a Dios, “oscuridad sobre-esencial”, según Eckhart.

Recordar esto: Todo sufrimiento tiene su final. Y cualquier cosa que sufran auténticamente, Dios la ha sufrido antes” (Meister Eckhart).

Una cosa es vaciar. Otra cosa es ser vaciado. El dolor hace esto. Nos vacía, si permitimos que lo haga. Tapar nuestro dolor con drogas, alcohol, televisiones, compras, sexo, no nos libera de él. Esto es someterse más al dolor, es permitir que siga gobernando nuestra vida, en lugar de que sea el amor quien lo haga. Pero enfrentarse a la oscuridad, aceptar el dolor, permitir que el dolor sea dolor, nunca es fácil. Por eso la valentía (un buen corazón) es la virtud fundamental en el viaje espiritual.

El sufrimiento es nuestro enemigo, pero esa no es excusa para no acogerlo, besarlo, durante el tiempo necesario para que verdaderamente podamos dejarlo ir. No hay manera de dejar el dolor sin antes haberlo acogido y amado, no como dolor, sino como a una hermana o hermano en nuestro viaje. El dolor que aceptamos y abrazamos hasta convertirlo en energía positiva nos ayuda a comprender a otras personas que sufren, es la escuela de compasión más legítima. También nos enseña que los verdaderos placeres de la vida son los más simples, los que se pueden compartir. El sufrimiento destruye las ilusiones y placeres falsos, y nos hace sensibles a lo verdaderamente hermoso de la vida. Muchas veces el sufrimiento no deseado, siempre y cuando le recemos o entremos en él y no lo ocultemos o huyamos de él, puede devolvernos el amor a la vida.

“Oh, dinos poeta, ¿qué haces? Alabo.

Pero los días devastadores y los vientos violentos,

¿cómo los soportas, cómo los recibes. Alabo.

Pero lo indecible, ¿cómo elevas eso,

cómo invocas lo innominable? Alabo.

¿Qué derecho tienes, al pasar por cada fase,

en cada máscara, a permanecer fiel? Alabo.

¿Y a qué se debe que tanto la quietud como la salvaje reyerta

te conozcan, como estrella y tormenta?

Porque alabo.

(Raine María Rilke)

Lo anterior es un resumen del texto citado para un encuentro grupal.

jueves, 2 de septiembre de 2021

CONOCER A CRISTO SIGNIFICA CONOCERLO TODO

"No basta el concepto del saber, de la ciencia, para describir lo que es el conocimiento cristiano, sino que hemos de volver a lo que en el Antiguo Testamento se llama sabiduría, —lo que el griego denominaba sophia y el romano sapientia—, para poder concebir el saber de la teología en su plenitud. Sapientia se diferencia del concepto, más estrecho, de ciencia. Sabiduría no se diferencia del saber por contenerlo también en sí, pero el concepto de sabiduría habla, además, de un saber práctico que comprende toda la existencia del hombre. Sabiduría es el saber, del cual nosotros podemos vivir prácticamente; es experiencia y es teoría; poderosa, en tanto es, al mismo tiempo, práctica, en tanto consiste en el mismo saber que domina nuestra vida y que es, realmente, una luz en nuestro sendero. No es una luz que observar o admirar, ni tampoco una luz con qué encender toda clase de fuegos artificiales (ni aún tratándose de las más profundas especulaciones filosóficas), sino que es la luz en nuestro camino, la que ilumina nuestras acciones v palabras, la luz de nuestros días sanos y enfermos, la luz en nuestra pobreza y en nuestra riqueza, la luz que no brilla solamente en los momentos en que pensamos entenderlo todo mejor, sino que nos acompaña también en nuestra locura y que no se extingue cuando todo se apaga, cuando en la muerte se hace visible el fin de nuestra vida. A esa luz y al vivir de esa verdad se denomina conocimiento cristiano

Conocimiento cristiano significa vivir en la verdad de Jesucristo
. Según el apóstol Pablo (Hech. 17), nosotros "vivimos, somos, nos movemos" en la luz de esa verdad para poder salir de ella, estar en ella, e ir hacia ella, como dice en Romanos 11. Por consiguiente el conocimiento cristiano es, en el fondo, la misma cosa que lo que llamábamos confianza del hombre en la Palabra de Dios. No hay que dejarse llevar por la tentación de buscar separaciones y diferencias en esta cuestión. No existe ninguna confianza verdadera, ni ninguna confianza realmente duradera y victoriosa en la palabra de Dios que no esté fundada en la verdad divina. Por otra parte, no existe ningún conocimiento, ninguna teología, ninguna confesión e incluso ninguna verdad bíblica que no tenga en seguida el carácter de esa verdad de vida. 

 Conocer el objeto de la fe en su verdad, quiere decir, realmente, conocer todas las cosas, incluso el hombre, el cosmos y el mundo. La verdad de Jesucristo no es una de tantas verdades, sino la verdad universal, creadora de toda verdad, y esto de modo tan cierto como que es la verdad de Dios, o sea, la prima veritas, que es también la última veritas. Y es que en Jesucristo ha creado Dios todas las cosas, incluyéndonos a nosotros mismos. Nosotros no existimos sin El, sino en El, lo sepamos o no; y el cosmos entero no existe sin El, sino en El, llevado y sustentado por El, es decir por su palabra omnipotente: conocerle a El, significa conocerlo todo. El ser tocado y tomado por el espíritu dentro de ese campo, significa ser conducido a toda la verdad. El que crea y conozca a Dios, ya no podrá decir: ¿Qué sentido tiene mi vida?; sino que mientras cree, ya está vivienda el sentida de su vida, el sentido de ser criatura, el sentido de su individualidad dentro de los límites de su condición de criatura y de su individualidad; y en lo imperfecto de su existencia, en el pecado, en el cual él está y del cual él es diariamente y a cada hora culpable; pero también está viviendo con el apoyo que diariamente y a cada hora se le concede, en tanto Dios intercede en su favor, a pesar de todo y sin contar con ningún mérito

Karl Barth
Esbozo  de dogmática

miércoles, 1 de septiembre de 2021

SOBRE LA IDEA DE DIOS

"La idea humana de Dios tiene una historia porque ha significado siempre algo ligeramente distinto para cada grupo de personas que se han servido de ella en distintos momentos. La idea de Dios que un grupo de seres humanos crea en una generación puede carecer de significado para otra generación. En efecto, la afirmación «yo creo en Dios» no tiene un significado objetivo en sí, sino que —como cualquier otra afirmación— sólo significa algo en un contexto, cuando es proclamada por toda una comunidad. Por consiguiente, no hay una idea invariable contenida en la palabra «Dios»; al contrario, la palabra contiene toda una gama de significados, algunos de los cuales son contradictorios o incluso se excluyen mutuamente. Si la noción de Dios no hubiera tenido esta flexibilidad, no hubiera sobrevivido hasta llegar a ser una de las mayores ideas humanas. Cuando una concepción de Dios deja de tener significado o importancia, es descartada discretamente y sustituida por una teología nueva. Un fundamentalista negaría esto, porque el fundamentalismo es antihistórico: cree que Abrahán, Moisés y todos los profetas posteriores experimentaron a su Dios exactamente del mismo modo en que hoy se tiene experiencia de él... Cada generación ha de crear la imagen de Dios que tenga un significado para ella

Lo mismo se puede decir del ateísmo. La afirmación «yo no creo en Dios» ha significado algo ligeramente distinto en cada periodo de la historia. Quienes han sido calificados como «ateos» a través de los siglos han negado siempre una determinada concepción de lo divino. ¿Es el Dios de los patriarcas, el Dios de los profetas, el Dios de los filósofos, el Dios de los místicos o el Dios de los deístas del siglo XVIII el «Dios» rechazado hoy por los ateos? Todos estos dioses han sido venerados como el Dios de la Biblia y del Corán por judíos, cristianos y musulmanes en distintos momentos de su historia. 

 El ateísmo ha sido a menudo un estado de transición: judíos, cristianos y musulmanes fueron llamados ateos por sus contemporáneos paganos porque adoptaron una noción revolucionaria de la divinidad y de la transcendencia. ¿Es el ateísmo moderno una negación similar de un «Dios» que ya no encaja en la situación de nuestro tiempo?".

Karen Armstrong
UNA HISTORIA DE DIOS

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.