Proyecto Thomas Merton: Para proponer una espiritualidad liberadora, humanista y ecuménica.
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.
Seguidores
miércoles, 31 de octubre de 2007
A modo de recordatorio
Proyecto Thomas Merton: Para proponer una espiritualidad liberadora, humanista y ecuménica.
La oración"inútil". Henri Nouwen.
Por Henry Nouwen
"Por qué debo pasar una hora en oración, cuando no hago durante ese tiempo más que pensar en la gente con la que estoy enojado, en la gente que está enojada conmigo, en los libros que tendría que leer, en los libros que tendría que escribir, y miles de cosas tontas que se apoderan de mi mente instantáneamente?
La respuesta es que Dios es más grande que mi mente y mi corazón, y lo que realmente está pasando en la casa de oración no se puede medir en términos de éxito o fracaso humanos.
Lo que debo hacer primero es ser fiel. Creo que el primer mandamiento es amar a Dios con todo mi corazón, mente y alma, entonces, debería, por lo menos, pasar una hora al día sólo con Dios. La pregunta sobre si es útil, si ayuda, si es práctico o fructífero, es completamente irrelevante, ya que la sola razón para amar es el amor mismo. Todo lo demás es secundario.
Lo extraordinario es, sin embargo, que sentándome en la presencia de Dios durante una hora a la mañana- día tras día, semana tras semana, mes tras mes -, en total confusión y con una miríada de distracciones, cambia radicalmente mi vida. Dios, que me ama tanto que mandó a su único Hijo no a condenarme sino a salvarme, no me deja esperando en la oscuridad por mucho tiempo. Podría pensar que cada hora es inútil pero, después de treinta o sesenta o noventa de esas inútiles horas, gradualmente me doy cuenta de que no estaba tan solo como pensaba: una voz muy pequeña y suave ha estado hablando conmigo, mucho más allá de mi lugar ruidoso.
Por lo tanto, ten confianza y confía en el Señor".
Henry Nouwen, "Camino a casa"
martes, 30 de octubre de 2007
Depresión y fe.2
Lo primero es la aceptación de la propia realidad, la cual, en la medida en que Dios la quiso, o permitió por lo menos, llega a ser «historia sagrada» en el sentido en que ni un cabello cae de nuestra cabeza sin que el Padre celestial lo sepa. En la vida no estamos dejados «A la deriva», como dramática y genialmente lo narra el cuento de Horacio Quiroga… (lo recuerdo de la escuela primaria…) Porque para quienes tienen Fe, “(…) todo coopera al bien de los que aman a Dios” (Rm 8, 28); también la autoestima coopera, y en grande, porque no puede amar a los otros quien no se ama (no «más allá del Sol y de las estrellas», en el decir de Dante Alighieri, sino en la justa medida), por debajo de Dios y amando al prójimo como a sí mismo.
Es claro que si la persona que sufre depresión es creyente, más aún, un cristiano, un católico con claro conocimiento de su fe y de la doctrina sobre Dios Providente y Misericordioso, que puede “(…) hacer de las mismas piedras hijos de Abrahám” (Mt 3, 9), hay elementos muy sólidos para superar el mundo de oscuridad y frustración y de parálisis psíquica.
Por ello, en la atención pastoral de quien padece angustia y depresión ocupa un lugar de primer plano todo lo que pueda robustecer la Fe, comprendiendo por ésta las certezas acerca de la bondad y sabiduría de Dios (en quien «vivimos, nos movemos y existimos» como reza Hch 17, 28), acerca de su presencia y su amoroso poder, acerca del destino de felicidad que Dios quiere para todos los seres humanos, al punto que nos dio a su propio Hijo (cf. Jn 3, 16). También acerca del recibimiento tierno que Dios prodiga a sus hijos descarriados (cf. Lc 15, 11-24), aun sabiendo perfectamente acerca de nuestras limitaciones, flaquezas, astucias y «agachadas» (cf. Salmo 103, 14).
La depresión y la angustia, en lo espiritual, constituyen una dura prueba. El papel de los que cuidan de la persona deprimida, y no tienen una tarea terapéutica específica (por ejemplo quienes atienden a nivel pastoral a quienes más sufren), consiste sobre todo en ayudarle a recuperar la estima de sí misma, la confianza en sus capacidades, el interés por el futuro y el deseo de vivir. Por eso, es importante tender la mano a todos los enfermos, ayudarles a percibir el Amor y la ternura de Dios, integrarlos en una comunidad de fe y de vida donde puedan sentirse acogidos, comprendidos, sostenidos, en una palabra, dignos de amar y de ser amados. Para ellos, como para cualquier otro, contemplar a Cristo y dejarse "mirar" por él es una experiencia que los abre a la esperanza y los impulsa a abrirse a la vida en abundancia (cf. Dt 30, 19).
Algo muy importante en la búsqueda de sentido, para un creyente, es asumir el sufrimiento (y por ende la depresión y la angustia), sin quedantismo ni –ciertamente- como forma de trágico masoquismo sino como forma de «participación en la pasión y en la cruz de Cristo» y como una realidad dolorosa que nos habilita, en el decir de San Pablo, para “(…) completar lo que falta a la pasión de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1, 24).
Esto es causa de esperanza y de apertura de una gran ventana de luz, que da a la comprensión del destino de bienaventuranza de la persona humana, al punto que se haga prácticamente manifiesto cómo el camino hacia la vida eterna puede tener que atravesar por una prueba, casi como, en cierto sentido, un propio aniquilamiento y sentimiento de abandono, a imitación de Cristo. La oración (¡qué maravilloso es abrirnos a orar!), la participación fructuosa en los sacramentos de la Iglesia serán entonces de inmensa ayuda, en especial la Eucaristía, la Penitencia y la Unción de los enfermos.
Una recuperación espiritual será de invalorable ayuda para quien sufre angustia, depresión y estados de urgente necesidad, porque lo ayudará a amarse más, a valorarse más, y a recobrar el sentido de la justa lucha, de la esperanza y de la salida a la oscuridad de la desesperación. Entonces la gracia y la paz se podrán derramarse como una fuente de bendición, porque siempre podemos salir para ayudar a otros que sufren, y esto trae bendición, porque lo dijo Jesús: “Cuanto ustedes hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mi me lo hicieron” (Mt. 25,40-45).
Así es para con los enfermos, los más pobres, los que sufren, los abandonados, angustiados y deprimidos.
lunes, 29 de octubre de 2007
El verdadero valor de la obediencia espiritual.
Una de las ilusiones más comunes consiste en pensar que, por hacer valer mis caprichos contra los preceptos de la autoridad, estoy manifestando mi libertad, que actúo espontáneamente. Esto no es verdadera espontaneidad ni conduce a la auténtica libertad. No es libertad, sino laxismo. Naturalmente, esta imperfecta espontaneidad puede ser preferible a la rutina sin alma de la sumisión al convencionalismo pasivo, pero ello no debe impedir que veamos sus obvias limitaciones.
Con todo, actualmente resulta muy difícil la obediencia religiosa, precisamente porque se considera abusivo pedir el sacrificio de “la propia personalidad” y de la “espontaneidad”. En realidad, lo que sucede es que muchas veces se confunden terriblemente las cosas. Por un lado, el súbdito puede huir de su responsabilidad. Por otro, es posible que el superior se rija por el capricho y la inmadurez y afronte de manera imperfecta las responsabilidades de su posición.
Sólo quien ha aprendido realmente a obedecer con inteligencia es capaz de dar órdenes con inteligencia. Cuando lo hace, conoce tanto el verdadero valor de la obediencia como la estricta limitación de sus poderes”.
Thomas Merton, Nuevas Semillas de Contemplación.
La vida cristiana ordinaria.
Beatificación 498 mártires, Roma, 28 de octubre de 2007.
La falsa dulzura de nuestra propia voluntad.
No obstante, muy a menudo no son más que unos pesados inofensivos. Se meten en un callejón sin salida espiritual y reposan allí, en el cómodo nido de las emociones privadas. A decir verdad, nadie toma la decisión de envidiarlos o admirarlos, porque hasta quienes no saben nada de la vida espiritual perciben de alguna manera que son personas que han perdido el sentido de la realidad y se han contentado con una imitación.
Cuando somos guiados por Dios a la oscuridad donde se encuentra la contemplación, ya no podemos reposar en la falsa dulzura de nuestra propia voluntad”.
Thomas Merton, Nuevas Semillas de Contemplación.
domingo, 28 de octubre de 2007
Depresión y fe.
¿Es un drama la vida?. En el ámbito de la filosofía, no pocos consideran que el grito de Friedrich Nietzche, acerca de «la muerte de Dios» plantea en realidad la trágica cuestión de «la muerte del ser humano». El declive postmoderno desde Michel Foucault a Claude Levi-Straus, desde el «sueño antropológico» del primero, que deviene en «muerte del hombre» hasta la mitológica tetralogía del segundo, con su «crepúsculo de los hombres», caracterizado por la «nada» .
No son éstas, pienso, consideraciones exquisitas y desprovistas de sentido. Nosotros, personas religiosas, tenemos mucho que orar y mucho que obrar por el bien; sin creernos más que nadie sino partiendo de las energías de Amor del «homo religiosus», energías que el Espíritu del Señor ha puesto para bien de los que lo aman. Frente al drama del vacío existencial, pongamos Amor, y allí donde haya odio, envidia, paranoia consentida, también. Como en la oración de San Francisco de Asís. Incluso frente al horror del campo de concentración, expresión sin par del vacío existencial al que nos referíamos, y de la ominosa Shoah, el gran neurólogo Viktor Frankl, vienés, hebreo, luego profesor de Harvard, Stanford, Pittsburgh e Dallas, fallecido a los 92 años en 1997, encontró el sentido de la vida y el sentido del Amor. En su obra, «Le dieu inconscient», nos habla del «poder de contestación del espíritu». Y parte del principio que «la exigencia fundamental del hombre –es- (…) la plenitud de sentido».
He aquí un gran remedio a la tristeza y depresión. Aparece aquí el tema de la «voluntad de sentido», que abren vías de salida al ser frustrado, presa del vértigo del vacío existencial, que puede caracterizarse como pérdida de la capacidad para interesarse, ilusionarse y disfrutar de todas o casi todas las cosas y circunstancias de la vida, disminución general de la vitalidad, pérdida de la confianza en sí mismo, con sentimientos de inutilidad, inferioridad o de culpabilización excesiva, perspectiva negra del futuro, ideas de muerte e incluso de suicidio. Este vértigo en el que el ser humano puede caer se manifiesta como rampante tristeza, ideas negras, repliegue sobre sí mismo con obsesión de muerte, y caída en el vacío. Presas del miedo, tantos hermanos y hermanas nuestros ven todo con temor, hastío de vivir, voluntad abandonada. Es la náusea y la desesperación. Es el drama interior, que necesita de un profesional especializado, y también de atención pastoral.
A nivel humano en general, sin embargo, pienso que en el drama de la depresión pueden existir algunos factores de predisposición, pero aquí sí, más que nunca, no se debe generalizar, teniendo en cuenta, sobre todo, la multicausalidad a la que hemos hecho alusión más arriba.
Sin entrar ahora en estas líneas en el plano de la responsabilidad moral, creo que para nada menor puede constituir un factor a considerar como desencadenante de la depresión (más allá de todas las predisposiciones genéticas y otras causales), el excesivo perfeccionismo de la persona (¿es ésta una manifestación obsesiva?), es decir, el ansia desmesurada de obtener resultados «perfectos», que nadie pueda atacar o criticar (lo cual esto último, curiosamente, hace a la persona muy vulnerable a la frustración). El perfeccionismo podría ser confundido con el sentido genérico de la «responsabilidad», pero en realidad denota cierto sentimiento de omnipotencia y, diríamos, de «irrealismo», en el sentido de rehusar admitir las propias limitaciones. No es el caso la mayoría de las veces, pero puede ocurrir que dicho perfeccionismo hiperintencional (utilizando un lenguaje más o menos frankliano) se vea teledirigido a logros de anti-valores, como tantas veces son pregonados por algunos medios masivos de comunicación.
Ya más en el orden psíquico y psicológico, otro factor importante puede constituir la psico-estructura del sujeto con caracteres paranoicos o paranoides, factor que adquiere repercusión sobre el tema pues quien adolece de una tendencia paranoica es, en cierta medida, impermeable a la experiencia «fáctica» teniendo, como lo tiene, afectado el sentido del discernimiento de sus propias limitaciones o responsabilidades y culpando a los demás(como normalmente su trastorno de personalidad lo lleva a hacerlo) de sus fracasos y frustraciones, los cuales serían otros tantos complots en su contra. Dicha actitud le hace ver a muchos de los que lo rodean (o a todos) como un conjunto de adversarios y enemigos conjurados. Ello le ocasiona aislamiento y rechazo, y, quizá, depresión. Reitero que no estamos tratando aquí de la falta moral (no hay que confundir esto, sin tampoco escindir).
En el mismo orden, tampoco podríamos dejar de mencionar como factores depresivos a la agobiante «soledad» (no la fecunda, sino esa soledad destructiva, que frustra, algunas veces causada por la desconfianza sistemática) y a la parálisis o atrofia de la actividad (mencionada magistralmente por Frankl como hiperintención paralizante) , en la cual la persona deprimida experimenta una exacerbación de su sentido de autocrítica y tiende a teñir de negativo sus posibilidades de actuación.
La actitud pastoral: desde un punto de vista psicológico, y humano, diríamos, una persona que ha caído en depresión necesita compañía y ayuda a fines de superar la soledad y aislamiento, necesita que alguien le abra camino a la luz en su vida, necesita ejercitar alguna actividad satisfactoria que le resulte exitosa, abrirse al Bien y a la Verdad, y para ello es preciso que descubra cuáles son las fisuras y grietas de su personalidad por dónde se han filtrado las aguas negras de la depresión. Para esto puede ayudar grandemente una perspectiva espiritual profunda, que redimensione enteramente los actos del drama, para transformarlos en una nueva actuación de vida.
sábado, 27 de octubre de 2007
El valor de la obediencia.
Un espíritu atraído hacia Dios en la contemplación aprenderá pronto el valor de la obediencia: las dificultades y la angustia que tiene que sufrir cada día por el peso de su egoísmo, su torpeza, su incompetencia y orgullo, le harán sentir un vivo deseo de ser guiado, aconsejado y dirigido por otra persona.
Su voluntad se convierte en la fuente de tanta miseria y tanta oscuridad que se dirige a otro hombre, no sólo en busca de luz, sabiduría, consejo, sino porque llega a sentir la pasión de la obediencia por sí misma y de la renuncia a su voluntad y a sus luces personales.
Por tanto, no obedece a su abad o a su director sólo porque las órdenes o el consejo que le dan parecen buenos, provechosos e inteligentes a sus ojos. No obedece simplemente porque piensa que el abad toma decisiones admirables. Todo lo contrario: a veces las decisiones de su superior le parecen menos sabias, pero ya no le preocupa, porque acepta al superior como un mediador entre Dios y él, y reposa sólo en la voluntad de Dios tal como llega hasta él a través de los hombres que han sido puestos sobre él por las circunstancias de su vocación”. (Thomas Merton. Nuevas Semillas de Contemplación).
Este texto de Merton me permite traer al blog un tema difícil, polémico, pero fundamental en la vida espiritual: el tema de la OBEDIENCIA. Creo que hoy valoramos mucho más que antes, gracias a Dios, nuestra propia libertad. Pero creo también que esa libertad no es absoluta, y que para crecer de verdad y acercarnos a Dios es necesario muchas veces renunciar, posponer, aceptar la visión de otro. No hay crecimiento espiritual al margen de la obediencia, que no implica una mera y pasiva subordinación, pues esto sólo infantiliza, sino una aceptación consciente y gozosa de que la voluntad de Dios se expresa también a través de los superiores, y que discernir en cada momento esa voluntad es un aspecto fundamental de nuestra consagración.
viernes, 26 de octubre de 2007
Tenemos un trabajo que realizar.
Thomas Merton, Diarios, 1957.
jueves, 25 de octubre de 2007
Otra vez en casa.
Gracias especiales desde aquí a Danilo (Chile), Irma (México), Mario(Honduras), Guillermo(Colombia); gracias a los Padres Carmelitas de las Provincias de Brasil que tan buena acogida nos brindaron, en especial sus Provinciales: Marcos y Afonso.
Gracias a Fritz, a Marcelo y a Raquel por el reencuentro.
Gracias a Frei Marcos por su música, la estoy disfrutando ahora.
Gracias a todos los que compartimos el Congreso en Londrina, y que para mí fue sobre todo experiencia de AMISTAD EN CRISTO.
viernes, 19 de octubre de 2007
Acaba hoy el Congreso Aparecida OCD.
miércoles, 17 de octubre de 2007
Una Iglesia viva.
martes, 16 de octubre de 2007
La voz del Espíritu.
lunes, 15 de octubre de 2007
Thomas Merton y María.
Desde Brasil.
Manuel.
viernes, 12 de octubre de 2007
La fe es amor.
El amor que uno siente por Dios es el mismo que antes ha sentido por las otras cosas. Y el que ama sólo a Dios, lo ama con el amor con que antes amó a miles de cosas, y lo ama con la fuerza inmensa de quien no ama más que una sola cosa en todo el universo, y con un amor total y universal.
El amor es que otro habita dentro de la persona que es uno. El amor es una presencia. Es sentirse de otro, y sentir que otro es de uno. El amor es sentirse dos, y sentir que dos son uno mismo. El amor es saberse amado, sentir la presencia de otro que lo ama a uno y le sonríe.
Cuando uno mira al amado, toda el alma se vuelca en la mirada. Cuando uno suspira toda el alma se vuelca en el suspiro”. (Ernesto Cardenal: “Vida en el amor”. Trotta)
Que no es otra cosa, amigos míos, la fe, sino AMOR, así, con mayúsculas, y el amor no sabe de mediocridades, porque el AMOR siempre es único y original. La fe no puede ser costumbre, rutina, sino que es riesgo, aventura. A menudo buscamos seguridad en la fe, y la fe es todo lo contrario. Es un salto al vacío. Pero aquí el “vacío” es aparente, aunque puede experimentarse como tal; es el amor infinito, que puede darnos vértigo.
Así es la fe: un inmenso amor.
miércoles, 10 de octubre de 2007
Correspondencia.
Me llamo Teresa, soy Carmelita seglar. Este fin de semana cree el Blog de nuestra fraternidad. ( www.ocdsagronomia.blogspot.com) en el puse muchos enlaces la mayoría Carmelitas, para proporcionar material a todos los que entren al blog, especialmente otras fraternidades Carmelitas. En el puse el suyo, pero cual fue mi sorpresa cuando hoy martes, me levante con curiosidad de entrar a su blog, realmente me encanto, creo que el que no este en condiciones de comprar libros, con su blog tiene lectura para meditar y rezar por mucho tiempo.
Ahora, lo mas sorprendente y maravilloso para mi fue encontrar su blog sobre Thomas Merton, desde hace muchos años, unos 20, leo sus escritos. Cuando estaba en una época de búsqueda profunda (todavía no había definido mi vocación al Carmelo) me cruce con el libro de su vida y me toco la fibra mas intima. Fue como un terremoto interno. A partir de ahí he seguido leyendo cuanto cae en mis manos, y rezo mucho por el. (Me gustaría saber por que no han abierto la causa para su beatificación, aunque quizá Dios no lo quiera o ¿ no sea necesario???)
Bueno ahora si que tengo para divertirme con sus dos blogs. (En la Argentina esa expresión quiere decir que tengo para trabajar por mucho tiempo)! Gracias por haberlos hecho y el tiempo que le dedica!
Hasta cada oración. Lo saludo con mucho cariño,
Teresa
OCDS Argentina
Frat. Sta. Teresita y S. José
Barrio Agronomía
Transformación en la enfermedad: Anselm Grün.
Pero la enfermedad no tiene que ver sólo con nuestra psiquis. Nos descubre no sólo lo que fue reprimido o empujado a las sombras. Puede ser también un proceso de transformación, provenga ya de mi alma, ya de una enfermedad de origen externo. Si aceptamos la enfermedad, puede iniciarse un proceso de transformación en cuyo final habrá un hombre salvado y sanado, misericordioso y amable.
Teilhard de Chardin ha escrito mucho sobre la fuerza transformadora de la enfermedad. El sufrimiento es tan necesario para el proceso de transformación del mundo como lo es nuestra actividad, nuestro amor al cosmos, nuestro interés por la evolución y convergencia del mundo.
Sin embargo, para que el sufrimiento de un hombre tenga fuerza transformadora, necesita de la solidaridad en el sufrimiento, necesita el “juntos”. Para que la fuerza transformadora del sufrimiento sea eficaz también para una comunidad parroquial, el sufrimiento debe ser liberado del aislamiento y la separación. Es necesario que sea conocido, pues necesita de la solidaridad, del acompañamiento, de ser hablado. (Continuará...)
martes, 9 de octubre de 2007
El sufrimiento como lugar de transformación.
Qué es la gracia y de qué manera nos transforma, sólo lo podemos reconocer cuando hemos caído y, sin fuerzas, constatamos que jamás podremos cambiar y mejorar, que por nuestros medios no podremos orientar nuestra vida hacia Dios. Experimentar la impotencia es la condición para nuestra transformación más radical; se da cuando extendemos las manos vacías a Dios y sólo Él las puede llenar. No nos transforma nuestra acción, sino que Dios nos transforma cuando nuestra acción ha llegado a cierto límite.
Experimentar y sufrir tiene más efecto que desear. La experiencia nos transforma. En cada sufrimiento que se presenta, hay una posibilidad de transformación. Naturalmente, el sufrimiento no transforma inmediatamente Puede resultar amargo y encerrarnos en la soledad. Pero, si en el sufrimiento consideramos que Dios nos anima y lo soportamos en su presencia, entonces, nos puede transformar completamente y con nuevas cualidades.
(Continuará….)
lunes, 8 de octubre de 2007
La oración de Teresa.
domingo, 7 de octubre de 2007
Tras las huellas de Merton.
Aquí, donde la patria se cobija
Bajo el manto tierno de la Madre,
Entre montañas y el sonido melodioso
De las hojas que el viento está meciendo.
Aquí, en el sitio entrañable de la patria,
La patria interior, cierta y verdadera,
Quiero escuchar los pasos del peregrino
Que vino, por las aguas, desde el norte,
Para ofrecer su voluntad de vida,
Y buscar el bien, el olvido, el amor y el silencio.
Aquí, vuelvo a leer las páginas que narran
Su viaje interior e inolvidable por la Isla,
Y confieso que me parece verle caminando
Subiendo la calle empinada y sudoroso,
Para pedirle a la Señora morena y pequeña
El sublime don de ser sacerdote de su hijo.
Aquí le encuentro y con él me arrodillo frente a ella.
Aquí le siento, en el templo cuyo suelo reluce.
Aquí le veo: hombre común, converso,
Y luego monje inquieto y sacerdote suplicante,
Escritor fecundo, profeta y tenaz contemplativo,
Amigo y maestro espiritual,hermano Louis.
Y aquí me invita el verso y la palabra en el silencio,
Me invita a dialogar con Dios eternamente,
Dejándome arropar por la mirada tierna de la Madre,
Para alcanzar el fruto dulce de la misericordia.
Aquí me invita a sostener humildemente mi pobreza
Moral, mi desamparo, mis dudas, mis temores,
Para abrazar la santidad, aun cuando sea imperfecta.
Y yo me siento aquí, a los pies de la Virgen,
En comunión con el monje que llegó del frío,
Y tengo paz y luz y me siento más fuerte,
Y me hallo más en comunión con Cristo.
Aquí, entre altas montañas, en el lugar más bello,
Donde la Madre escucha la melodía del viento,
Y el pueblo peregrina.
Y yo escribo, y yo rezo.
Manuel Enrique Valls, ocd.
8 de julio de 2003.
El Cobre.
sábado, 6 de octubre de 2007
Transformación: Anselm Grün.
“La Transformación del hombre no se ha de entender exclusivamente en el ámbito individual. Cuando hay cambios en nuestros sentimientos, en nuestros sueños, en nuestro cuerpo, se modifican también nuestras relaciones. Cada encuentro que tenemos nos transforma. En cada encuentro con el otro, descubrimos quiénes somos en realidad. Nos encontramos con nuestro verdadero modo de ser. El encuentro es un importante momento de transformación.
Muchos se pierden a sí mismos por su relación con los demás. Ceden a otros tanto poder de influencia que pierden su personalidad.
La transformación del hombre queda incompleta mientras no cambie también su círculo de relaciones.
El encuentro despierta en nosotros la capacidad de amar. Pone en acción un proceso que nosotros mismos no podemos impulsar. Necesitamos de la mirada amorosa, del encuentro sin prejuicios, para descubrir el tesoro que hay en nosotros y levantarlo. Descubrimos nuestro yo precisamente en el tú. El encuentro con el tú nos hace reconocer cuál es el misterio más profundo de nosotros mismos.”
Anselm Grün.
“Nada transforma tanto como el Amor”.
LAS MANOS DE MARÍA.
Las manos de María.
Entrelazadas y quietas en el silencio de la tarde,
Como dos pájaros que cantan en las ramas de un árbol,
Como el batir de alas de los ángeles.
Recogiendo siluetas, juntando ramilletes de dolor
Y transformándolos en risas y en milagros.
Enamorando a Dios y conquistándolo para nosotros.
Abiertas a la lluvia, al niño y a la aurora, consolando
Y sanando. Calentándonos el alma en el invierno,
Provocando en nosotros la gracia de ser hijos.
Nostalgia de absoluto, reflejo trinitario,
Ternura maternal, fidelidad y fuerza:
Las pequeñas y frágiles manos de María.
Manuel Enrique Valls, ocd.
16 de julio de 2003.
viernes, 5 de octubre de 2007
jueves, 4 de octubre de 2007
Una vida plena de sentido.
Pobreza evangélica.
espacio y porque no sé si es del interés de los amigos que te visitan.
En comunión con todos, un abrazo . CARIDAD. (Gracias, amiga, y muy a propósito tu aporte en este día de San Francisco de Asís, el Hermano Pobre de Cristo, cuyo carisma nos ha seducido a todos en algún momento. Meditar acerca de la pobreza evangélica como valor en un mundo pobre y sufriente es siempre necesario. No queremos ser místicos de ojos cerrados, sino de ojos abiertos y amor por este mundo que es también de Dios en cuanto es creación suya. Rechazar lo malo de él, no es rechazarle a él. Que Francisco de Asís interceda por nosotros y nuestro mundo para que tengamos futuro, y el futuro de Dios).
La pobreza evangélica es mucho más un espíritu y una actitud vital que una forma concreta de expresión. Es más una mística que algo reglamentado de antemano. Por eso, es una realidad esencialmente abierta. Cada época y cada persona debe ir buscando las formas y los modos que mejor traduzcan, en cada caso, el mismo e idéntico espíritu. El Concilio nos exhorta a buscar, si es preciso, "formas nuevas" para expresar la pobreza (cf PC 13). Señalamos a continuación algunas posibles formas, acaso elementales, de pobreza. Estas formas pueden ayudarnos, a condición de que no pretendamos encerrar y agotar en ellas todo su espíritu, y con tal de que estemos siempre abiertos a lo que el Espíritu Santo nos vaya sugiriendo, también a través de las circunstancias de la vida y de los signos de los tiempos. Las 'formas' o expresiones de pobreza no tienen que ser necesariamente 'nuevas'. Pero tienen que ser de verdad 'actuales', es decir, capaces de traducir y de expresar, de forma inteligible, para el hombre de hoy, este ideal evangélico. La inevitable tensión entre el espíritu o apertura total propia de la 'mística', y las concretas realizaciones o expresiones prácticas, que nunca llegan a 'traducir' toda su riqueza y sus exigencias, es también una forma de pobreza. Hay que vivir esa 'tensión', sin nerviosismo y sin angustia. No saber qué hacer, en más de una ocasión, y no desesperarse, sino seguir viviendo y buscando, con paciencia y con humildad, es también una forma muy real de pobreza evangélica. Recordemos, además, que "no se puede optar por los pobres, sin vivir, de alguna manera, su pobreza". Y que optar de verdad por Cristo-Pobre, implicará necesariamente optar por la pobreza evangélica que él vivió. Por supuesto, la lista de formas y de expresiones de pobreza no pretende ni puede ser completa:
· Vivir en sencilla austeridad, evitando toda forma de lujo o de simple confort en todo: en la casa, en el modo de vestir, en los medios de transporte y también en los posibles instrumentos de apostolado.
· Procurar la sobriedad y la templanza en las comidas, pero sin caer en la mezquindad o tacañería.
· Mantener una abierta disponibilidad, para los demás, de todo lo que somos y tenemos, comenzando por lo más valioso, y llegando incluso a las cosas materiales, sin reservarnos nada exclusivamente para nosotros mismos: nuestra experiencia de Dios, nuestras ideas y vivencias, nuestro tiempo, nuestros instrumentos de trabajo, etc. Ser todo para todos, aunque a veces puedan abusar un poco de esta abierta disponibilidad.
· Subordinar los valores económicos a los valores espirituales, humanos, pedagógicos, formativos, comunitarios, apostólicos, etc., es verdadera pobreza. En cambio, subordinar cualquiera de estos valores a la economía, es una falta de pobreza, porque es una forma de 'materialismo'.
· No crearnos necesidades innecesarias. Más aún, ir reduciendo al mínimo, aunque sin angustia y sin tensión de espíritu, las cosas que juzgamos necesarias para nuestra vida y para el ejercicio de nuestro apostolado, hasta 'necesitar' cada día menos cosas para vivir, y aun ésas necesitarlas poco.
· Reconocer y aceptar, sin complejos, las propias limitaciones. Aceptarnos a nosotros mismos y aceptar a los demás con los propios límites y con los valores correspondientes, sin 'mitificar' a nadie.
· Cultivar la sencillez en todo, como un verdadero estilo de vida: evitando todo alarde y toda ostentación.
· Vivir en paz la propia soledad, sin buscar 'llenarla' con cosas, con una exagerada actividad, o simplemente con 'ruido', aunque ese 'ruido' se llame 'música'.
· Alegrarnos de sentir necesidad de Dios y de no podernos salvar por nosotros mismos, para ofrecer a Jesús la oportunidad de que nos salve, siendo él, personalmente, nuestro Salvador y nuestra Salvación.
· No pretender, de ninguna manera, 'abarcar' a Dios con nuestras reflexiones, comprendiéndole y comprendiendo sus planes sobre nosotros. Por el contrario, reconocerle como absolutamente 'incomprehensible', 'siempre mayor', del todo inalcanzable por nuestra razón, ya que nos desborda infinitamente. Y, en consecuencia, creer en su amor, amarle y adorarle, sin querer ni poder salir ya de nuestro asombro.
· Procurar aceptar y vivir las posibles enfermedades como verdaderas experiencias de pobreza integral, que afecta a la persona entera. Y saber convertir también los pequeños o grandes fracasos en escuela de autoformación humana y cristiana.
· Ser capaces de recibir y de dejarnos ayudar por los demás, adelantándonos, de vez en cuando, incluso a pedir ayuda.
· Aceptar gozosamente y sin melancolía la prosa y la monotonía de una vida sin especial relieve, sin ceder nunca a la simple costumbre o a la rutina, y sin perderse en sueños, ni esperar 'grandes acontecimientos'. No buscar lo novedoso o lo llamativo. Descubrir el valor de los deberes cotidianos y vivir con elegancia las cosas triviales que forman la trama de la existencia humana. Vivir primorosamente lo vulgar y poéticamente la prosa de la vida.
· Vivir el momento presente, como expresión humilde y concreta de la voluntad de Dios -vivir presentes en el presente-, sin ceder a la nostalgia del pasado ni a los juegos de la imaginación para el futuro.
· Cultivar con esmero el sentido de la gracia y de la gratuidad, que se traduce en el sentido de la gratitud. ¡Si 'todo es gracia', deberíamos reconocerlo y dar gracias por todo!
· Mantener una actitud viva de humildad y mansedumbre, de serena alegría y de paciencia activa, 'sabiendo esperar' sin desaliento y sin demasiadas prisas, con paz y sin inquietudes turbadoras, respetando el ritmo de las personas y de las cosas, y sin buscar resultados inmediatos.
· Saber recibir una merecida alabanza sin engreimiento y con naturalidad, y también saber aceptar un reproche o una crítica sin irritación y sin sentirse humillado.
· Alegrarse del bien de los demás, reconocer y elogiar sus cualidades y sus virtudes y celebrar sus éxitos.
· Tener un sincero deseo de aprender y, en consecuencia, dejarse enseñar por los demás, siendo muy conscientes de que no se sabe todo y de que incluso se ignoran muchas cosas.
· Ser de verdad libres frente a todos y frente a todo -usos, costumbres, modas, tradiciones, etc.-, amando todas las realidades creadas, sin despreciar nada, pero sin dejarnos dominar o subyugar por nada ni por nadie.
· Adoptar una actitud vital, cada día más sincera y comprometida, de servicio desinteresado a los otros, sobre todo, a los más necesitados de la sociedad.
* * *
Y "todo esto -como afirma acertadamente la Instrucción Orientaciones sobre la formación en los Institutos religiosos- con el fin de centrar la vida en Jesucristo-Pobre, contemplado, amado y seguido" (PI 14). Siguiendo el ejemplo vivo de María-Virgen, que "sobresale entre los humildes y pobres del Señor, que confiadamente esperan y reciben de él la salvación" (LG 55). Por eso, todo y siempre, como expresión de absoluta confianza en Dios, de amor entrañable a los hermanos y de soberana libertad frente a todas las cosas.
Severino María Alonso, cmf
Sacado de ciudadredonda.org
martes, 2 de octubre de 2007
El centro de todos los demás amores.
Me resulta necesario vivir aquí solo, sin mujer, porque el silencio del bosque es mi desposada y el dulce calor oscuro del mundo entero es mi amor, y del corazón de ese oscuro calor sale ese secreto que sólo se escucha en el silencio, pero es l raíz de todos los secretos susurrados por los amantes del mundo entero en su lecho. Tengo la obligación de preservar la calma, el silencio, la pobreza, el aspecto virginal de pura nada que está en el centro de todos los demás amores. Cultivo esta planta silenciosamente en medio de la noche y la riego en silencio con salmos y profecías. Se vuelve el más hermoso de los árboles del jardín, a la vez el árbol primordial del paraíso, el axis mundi, el eje cósmico y la cruz.
A mí me es del todo necesario ver el primer punto de luz que comienza a ser aurora. Necesito estar presente a solas en la resurrección del Día, en solemne silencio, ante la aparición del sol, porque en ese momento todos los asuntos de las ciudades, los gobiernos o los departamentos de guerra se ven como naderías. Recibo del bosque del este, de los altos robles, la singular palabra DÍA. Nunca es igual. Es siempre un lenguaje totalmente nuevo”. (Thomas Merton).
Correspondencia.
No conocía de tu blog sobre Tomás Merton. Casualmente lo vi y me encontré la sorpresa agradable de saber que has podido tener mi libro, lo cual me alegra. Agradezco tu gentileza de publicar la pequeña reseña que haces de él. Espero lo puedas leer y te guste, como sabes ha sido el fruto (el parto podría decir) después de 15 años de investigación, que aún continúo. Ahora me encuentro trabajando en mis momentos libres en el segundo y tercer tomos, a la par que trabajo en una propuesta de mi editor, que quiere publique TODAS las cartas que existen de Varela, aunque hay muchísimas perdidas, revisadas y comentadas.
Esta semana pasada tuve una segunda presentación del libro en Miami, en la que estuvo presentando el libro Mons. Felipe Estévez, Obispo auxiliar de Miami, gran conocedor de la vida y obra de Varela, en ella estuvo Mons. Polcari entre muchos otros sacerdotes y personas de la Fundación Varela de Miami. En la primera presentación lo hizo Mons. Román, y en Orlando, mi Obispo Thomas Wenski. Se espera sea presentado, en fecha aún no determinada en New York y San Agustín de la Florida, pero aún no hemos concretado el momento.
Me encanta el trabajo que estás desarrollando con la espiritualidad de Thomas Merton, Henri Nowen y los santos carmelitas, te felicito y me alegro por tí.
Un fuerte abrazo y saludos a tu familia: P. FIDEL
La verdadera pobreza.
"La verdadera pobreza evangélica es una pobreza interior, donde únicamente cuenta la actitud del corazón. Esto se pone de manifiesto en el caso de los ricos (materialmente hablando) en el Evangelio, que tienen un corazón pobre.
Están en primer lugar las mujeres que seguían a Jesús y lo asistían lo mismo que a los apóstoles, con sus bienes (Lc 8, 3). Están Nicodemo y José de Arimatea, que enterraron a Cristo. Está también el rico Zaqueo, que responde magníficamente al Señor: "Daré la mitas de mis bienes a los pobres y, si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruple" (Lc 19, 8). Su corazón era libre o supo liberarse.
Además se puede ser rico, no solamente de dinero y posesiones materiales, sino más aún de bienes intelectuales, estéticos e incluso espirituales. Se puede ser rico de sus méritos, de sus renuncias, de su perseverancia. Nada cierra, con más seguridad, a la gracia de Cristo que esto. En la parábola evangélica (Lc 18, 9-14), dirigiéndose a algunos que estaban convencidos de ser justos y despreciaban a todos los demás, el fariseo, materialmente más pobre, se muestra rico en su complacencia en sí mismo y en su desprecio de los demás, mientras que el publicano, con toda seguridad materialmente más rico, tiene un corazón pobre:
"El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: '¡Oh Dios!, te
doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces,
injustos, adúlteros, ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces
por semana y doy el diezmo de todas mis ganancias' " (Lc18, 11-12)
Odioso. ¿verdad? Pero ¡cuidado!, que cada uno se examine en este punto… El monje "modelo" que se cree mejor que los demás…
"En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía a
alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: '¡Oh
Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador'. Os digo que éste bajó
a su casa justificado y aquel no, porque todo el que se ensalce será
humillado, pero el que se humille será ensalzado" (Lc 18, 13-14)
Nosotros nos identificamos, naturalmente, con el "buen" publicano. Pero ¿esto es verdad? A veces tenemos dificultad con la fórmula de la Oración de Jesús (calcada, en parte, de la oración del publicano): "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador". No nos sentimos pecadores hasta ese punto…
En el silencio de la oración, en el fondo de nuestro corazón todos nos sentimos pobres, precisamente ante el Amor que nos ama con pura gratuidad."
CARIDAD.
lunes, 1 de octubre de 2007
Teresita: la confianza.
La personalidad de Santa Teresa del Niño Jesús irradia tanta fortaleza y grandeza de espíritu como humildad y dulzura. Desde una vida corta y sencilla, marcada en buena parte por la experiencia de la Noche interior, Teresa camino por su “pequeña senda”, que no es otro camino que el de las Bienaventuranzas, y nos dejó una doctrina centrada en la confianza y el abandono.
Por encima de su estilo, que puede antojarse superficialmente anticuado (Pues Teresa es hija de su tiempo) advertimos un carácter de una fortaleza extraordinaria, entregado por entero a la acción del Espíritu Santo, abrasado por el amor de Jesús y deslumbrado ante la Misericordia de un Dios que es Padre.
“Los que se dejar llevar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. Han recibido, no un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre). Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y si somos hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados” (Romanos 8, 14-17).
Hermana Teresa, acompáñanos en el camino de la fe, y ayúdanos a trabajar por alcanzar la santidad, no con violencia, activismo y sacrificio, pues no soy capaz, sino mediante la confianza y el abandono en las manos del Amor Misericordioso. AMEN.
Ser parte de todo...
-Thomas Merton-
Santidad es descubrir quién soy...
“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).
LA DANZA GENERAL.
Thomas Merton.
ORACIÓN DE CONFIANZA...
“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros
Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.