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viernes, 2 de junio de 2023

ANTE EL CRISTIANISMO CULTURAL

 
"A mí, como creyente en Cristo, me desconcierta la afirmación de que los ateos, los musulmanes y los budistas deberían aceptar sin problemas la cruz porque forma parte de nuestra cultura. Me desconcierta casi tanto como ver a políticos no creyentes en una celebración eucarística –por ejemplo con motivo de los llamados «funerales de Estado» o de las fiestas patronales– y, para mayor oprobio, ocupando un lugar de honor. En mi humilde opinión, la secularización interna de la Iglesia –que los obispos critican con toda razón– no es consecuencia solamente del reduccionismo ético de la fe o de las propuestas teológicas deficientes, sino también de esa complacencia ante el cristianismo cultural.

Es sabido que los primeros cristianos, practicando la llamada «ley del arcano», ocultaron los sacramentos a la mirada de quienes eran incapaces de venerarlos. Incluso los catecúmenos, una vez terminada la liturgia de la Palabra, debían abandonar el templo. Me gustaría que los cristianos actuales sintiéramos, como ellos, un poco de «pudor metafísico». Como decía Metz, «la misma sociedad profana conoce algo denominado protección de datos. Al parecer, la Iglesia no conoce algo así como protección del misterio».

En todo caso, yo estaría dispuesto a admitir –un poco a regañadientes– la presencia del crucifijo entre los incrédulos poscristianos cuando evoque para ellos valores humanos. Pero lo que ya me resulta absolutamente incomprensible es que queramos mantenerlo entre quienes provoca resonancias negativas y piden expresamente su retirada. En tales casos deberíamos más bien preguntarnos con preocupación qué hemos hecho los cristianos para que el crucifijo provoque en ellos semejante repulsa".

Luis González-Carvajal
Cristianos sin Iglesia
(Revista Concilium 340 (abril 2011)

jueves, 11 de mayo de 2023

USTED SE CONVIERTE EN AQUELLO MISMO CONTRA LO QUE COMBATE

"Usted se convierte en aquello mismo contra lo que combate, no hay duda [...]. Si yo estoy furioso y usted me enfrenta con furia, ¿cuál es el resultado? Más furia. Usted se ha convertido en aquello que soy yo. Si soy malo y usted me combate con el mal, significa que también usted se vuelve malo, por justo que pueda sentirse. Si soy brutal y usted usa métodos brutales para vencerme, entonces se ha vuelto tan brutal como yo. Y esto es lo que hemos hecho durante miles de años. Por cierto, hay una manera de abordar esto, distinta a la de enfrentarse con odio al odio. Si uso métodos violentos para calmar la furia que hay en mí, entonces estoy usando malos medios para un buen fin y, debido a eso, el buen fin deja de ser tal. De este modo no hay comprensión, no trasciende la furia. La furia debe ser estudiada con tolerancia y comprendida; no puede ser vencida por medios violentos. Ella puede ser el resultado de muchas causas y, sin comprenderlas, no hay manera de escapar de la furia.

Nosotros hemos creado al enemigo, al bandido, y el hecho de convertirnos nosotros mismos en el enemigo, de ninguna manera origina el fin de la hostilidad. Tenemos que comprender la causa de la hostilidad y dejar de alimentarla con nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. Esta es una tarea ardua que requiere constante percepción alerta de nosotros mismos y una inteligente flexibilidad, porque aquello que somos, eso es la sociedad, el Estado. 
El enemigo y el amigo son el resultado de nuestro pensamiento y nuestra acción. Somos los responsables de crear enemistad; por eso es más importante darnos cuenta de nuestros propios pensamientos y actos que interesarnos en el enemigo y el amigo, porque cl recto pensar pone fin a la división. El amor trasciende al amigo y al enemigo".

 Obras Completas de J. Krishnamurti Vol. III

miércoles, 3 de mayo de 2023

LA VIDA EN CRISTO

"La vida cristiana se presenta claramente en el Nuevo Testamento, de forma primordial, como una participación en la vida de Cristo. Somos llamados a «morir con Él», «muriendo al pecado», para poder «resucitar con Él». La vida en Cristo no comienza, pues, con la muerte biológica sino que, por el contrario, comienza ahora con una muerte del yo, con una conversión, una metánoia, en la que «nos revestimos con la mente de Cristo» y vivimos a través de Cristo en el Espíritu. Así, Pablo dice que «el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo» (2 Cor 5,17). 

Esta realidad se hace sacramentalmente presente a la comunidad creyente por medio del rito de iniciación del bautismo. La temprana práctica cristiana del bautismo adulto mediante la inmersión imprimía una gráfica expresión simbólica a esta participación en la muerte y resurrección de Cristo. Los escritos de los Padres hablan de las aguas del bautismo como de un útero y de una tumba. La persona que está siendo bautizada se sumerge en el agua al igual que Cristo descendió al interior de la tierra en la muerte. Emerger del agua representa a Cristo resucitando en gloria, habiendo salido victorioso sobre la muerte. En el bautismo, el Espíritu, a Quien damos entrada a través de la fe, incorpora al cristiano a la vida de Cristo. La vida de Cristo pasa a ser nuestra propia vida y así podemos decir con Pablo, «para mí, vivir es Cristo»

Con todo, la vida diaria y nuestra oración rápidamente nos muestran que nuestra vida en Cristo es una vida en proceso. Cristo es la puerta que lleva a la vida, pero somos nosotros quienes hemos de atravesar ese umbral siendo partícipes de su muerte para compartir su vida. Eso exige una lucha diaria, que con frecuencia es ardua, y cargar con nuestra cruz que es, sobre todo, nuestra propia rebeldía contra Dios, de muy hondo arraigo, y de la que se deriva nuestra tendencia a la muerte. Esta tendencia hacia el pecado y la muerte es en sí un misterio. Es la oscuridad que ha sido redimida por Cristo pero que constantemente y con esfuerzo tenemos que exponer a su mirada sanadora. Es el pecado. Es lo que Merton llama el falso yo".

James Finley

El Palacio del Vacío de Thomas Merton

viernes, 28 de abril de 2023

VIVIR ES ACEPTAR, ADMITIR, ESPERAR...

"Me confronto con todo cuanto se cruza en mi camino y me hace a veces sentirme maltratada. Es como si me dejara estrellarme contra mí misma, dejándome maltrecha y llena de arañazos. Pero imagino que tiene que ser así. A veces siento que estoy en un abrasador purgatorio y que estoy siendo forjada en otra cosa. Pero ¿en qué? Solamente puedo ser pasiva, dejar que me suceda. Pero entonces también siento que todos los problemas de nuestra época y de la humanidad en general tienen que ser combatidos dentro de mi pequeña cabeza. Y esto significa ser activa... Una vida dura me está reservada. A veces no siento ganas de continuar. En los momentos en que siento que sé exactamente lo que me va a suceder, a qué se parece la vida, me canso muchísimo y no siento la necesidad de experimentar las cosas tal como vienen. Pero la vida siempre lleva ventaja, y entonces encuentro de nuevo todo interesante y emocionante y me lleno de valentía y de ideas. Uno debe admitir sus propias pausas, pero yo me pongo mustia en estas pausas, o así me lo parece".

Etty Hillesum

Diarios

martes, 25 de abril de 2023

"ME ENTREGO A TU AMOR" (Oración de Thomas Merton)

"Señor, no he vivido como un contemplativo. Me falta lo esencial. Me limito a decir que confio en Ti, pero mis obras demuestran que en realidad solo confio en mi, y que aun tengo miedo de Ti. Toma mi vida en Tus manos de una vez, y haz con ella lo que quieras. Me entrego a Tu amor, y quiero seguir entregandome a Tu amor, sin rechazar ninguna de las realidades duras o agradables que tengas reservadas para mí. Me basta con que Tú recibas gloria. Todo cuanto Tú hayas previsto está bien. Todo es amor. El camino que Tú has abierto ante mí es un camino fácil, comparado con el arduo camino de mi propia voluntad, que me conduce de nuevo hacia Egipto y los adobes sin paja. Si permites que la gente me alabe, no me importará. Y menos todavía si permites que me censuren; por el contrario, estaré alegre. Si me envías trabajo, lo aceptaré con alegría, y será un descanso para mí, porque es Tu voluntad. Y si me envías descanso, descansaré en Ti. Sólo te ruego que me salves de mí mismo. Sálvame de mi egoísta y ponzoñoso afán de cambiarlo todo, de actuar sin motivo, de moverme por el placer de hacerlo, de alterar todo lo que Tú has ordenado. Permíteme descansar en Tu voluntad y vivir en silencio. Así, la luz de Tu alegría caldeará mi vida. Su fuego arderá en mi corazón y brillará para gloria Tuya. Para eso es para lo que vivo. Amén, amén".

Thomas Merton

miércoles, 12 de abril de 2023

RESURRECCIÓN... ¡LA ÚNICA LUZ!

 "La vida está de nuestro lado. Sabemos que el silencio y la cruz son fuerzas que no deben ser rechazadas. En el silencio y el sufrimiento, en el esfuerzo desgarrador para ser  honestos en medio de la deshonestidad (la mayoría de las vec es nuestra propia deshonestidad), en todo ello hay victoria. Es Cristo dentro de nosotros el que nos conduce a través de la oscuridad a una luz de la cual no tenemos idea y que solo puede ser hallada atravesando la aparente desesperación. Todo tiene que ser sometido a prueba. Todas las elecciones tienen que ser examinadas. Todas las lealtades tienen que pasar a través del fuego. Mucho se ha de perder. Mucho de lo que hay en nosotros. Pero la victoria es cierta. La Resurrección es la única luz, y con esa luz no hay error".

Thomas Merton, carta a Czeslaw Milosz.

jueves, 30 de marzo de 2023

LA MISA ES EL CENTRO DE TODA VIDA ESPIRITUAL Y DE TODA CONTEMPLACIÓN

 

"El centro de toda vida espiritual es Cristo en Su Misa, Cristo nuestra Pascua, que es sacrificado y "ya no muere más", sino que "atrae todas las cosas hacia Sí", para que los que somos bautizados en Su muerte, crucificando nuestra carne y sus deseos, podamos vivir Su vida, con una vida oculta en Cristo en Dios. Y el corazón de toda vida no es meramente la presencia estática del Santísimo Sacramento, aunque Cristo está verdaderamente vivo en nuestros tabernáculos, sino por encima de todo en la acción de la Misa, que es el centro de toda contemplación, una acción en la que la familia cristiana se reune en torno a Cristo y en la que Cristo en Su Cuerpo glorifica a Su Padre. Sacramento de unidad viva en el que el Amor que es Dios une a los hombres Él y unos a otros en Cristo. Cuando la Misa recobra su significado, entonces la devoción al Santísimo Sacramento reservado en el tabernáculo adquiere su auténtico sentido y comienza a vivir. Entonces la vida interior entera se ve unificada y vitalizada, y cada departamento de ella fluye con vida. De hecho, los "departamentos" y las "secciones" de la vida dejan de existor aislados y todo funciona conjuntamente".

Thomas Merton, Diarios

25 de marzo de 1948

viernes, 17 de marzo de 2023

PROFETISMO Y OBEDIENCIA

"Durante siglos la Iglesia se ha involucrado en el poder de este mundo. La Iglesia misma es, en verdad, un poder terrenal. El gran problema de la vida contemplativa, de la vida religiosa, del sacerdocio y de cada uno de nosotros es que hemos sido corrompidos por ese poder. Hemos sido utilizados por esa estructura para justificar una política de poder en el seno de la Iglesia. Cualquiera de los argumentos en torno a la esencia de la vida contemplativa provenientes del sector conservador apunta en esa dirección. Los contemplativos son considerados, por excelencia, como personas que aceptan sin cuestionar todo cuanto viene de la jerarquía. Nos han convertido en el grupo religioso que venera y justifica a ese poder. «Ved a esas criaturas humildes, santas. Ellas saben que nuestro poder proviene de Dios». Podríamos estar involucrándonos en una de las grandes formas de la idolatría. No deliberadamente, pero podría interpretarse que esa es nuestra actitud. 

Está claro que las cosas que hacemos de buena fe, las que hemos hecho en nombre de la obediencia y los sacrificios que hemos realizado no están perdidos para nosotros, como individuos. Dios lo toma todo en cuenta. Pero eso a la Iglesia no le hace ningún favor; puede incluso ser un escollo en su camino. Tenemos que reflexionar sobre eso. Si hemos de tomar en serio nuestra vocación profética, no podemos dejar de examinar este aspecto. Dios protegerá, sin duda, a la persona que obedece de buena voluntad. Pero eso no significa que le esté haciendo a la Iglesia ningún bien".

Thomas Merton
Los manantiales de las contemplación

domingo, 5 de marzo de 2023

SIMONE WEIL: "FUERA DE LA IGLESIA"

Todos conocemos la máxima teológica que dice: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Pero el Espíritu, que es libre, suscita caminos  admirables que manifiestan que Dios y su amor son infinitos. El siguiente texto es una prueba de ello: 

"Creo que la voluntad de Dios no es que yo entre en este momento en la Iglesia. Pues, como ya le dije antes, y sigue siendo verdad, la inhibición que me retiene no se deja sentir con menos fuerza en los momentos de atención, de amor y de oración que en los restantes. Y, no obstante, he experimentado una gran alegría oyéndole decir que mis pensamientos, tal como se los he expuesto, no son incompatibles con la pertenencia a la Iglesia y que, por consiguiente, no le soy extraña en espíritu

No puedo dejar de preguntarme si, en estos tiempos en que una parte tan considerable de la humanidad se encuentra sumida en el materialismo, no querrá Dios que existan hombres y mujeres que, entregados a él y a Cristo, permanezcan sin embargo fuera de la Iglesia

En todo caso, cuando me imagino concretamente y como algo que podría estar próximo el acto por el cual entraría en la Iglesia, ningún pensamiento me apena más que el de separarme de la masa inmensa y desdichada de los no creyentes. Tengo la necesidad esencial, la vocación —pues creo que puedo llamarla así— de moverme entre los hombres y vivir en diferentes medios humanos fundiéndome con ellos, adoptando su mismo color, en la medida al menos en que la conciencia no se oponga, desapareciendo en ellos, a fin de que se muestren tal como son sin que tengan que disfrazarse para mí. Quiero conocerlos para amarlos tal como son. Pues si no los amo tal como son, no es a ellos a quienes amo y mi amor no es verdadero. No hablo de ayudarles, pues hasta ahora, desgraciadamente, soy completamente incapaz de hacerlo. Creo que de ningún modo entraría nunca en una orden religiosa para no separarme por un hábito del común de los mortales. Hay seres humanos para los que esta separación no ofrece inconvenientes graves, pues están ya separados del conjunto de los hombres por la pureza natural de su alma. En cuanto a mí, por el contrario —como creo haberle dicho ya—, llevo en mi misma el germen de todos los crímenes o poco menos. Me hice especialmente consciente de ello en el curso de un viaje, en circunstancias que ya le he relatado. Los crímenes me producían terror, mas no me sorprendían; sentía su posibilidad dentro de mí y, precisamente por sentir en mí misma esa posibilidad, me horrorizaban. Esta disposición natural es peligrosa y muy dolorosa, pero como toda disposición natural puede ponerse al servicio del bien si se sabe hacer un uso adecuado de ella con el auxilio de la gracia. Implica una vocación, la de mantenerse de alguna manera en el anonimato, dispuesto a mezclarse en cualquier momento con la masa común de la humanidad. Ahora bien, en nuestros días, el estado de los espíritus es tal que hay una barrera más marcada, una separación más tajante, entre un católico practicante y un no creyente que entre un religioso y un laico. 

Conozco las palabras de Cristo: «De aquél que se avergonzare de mí delante de los hombres, me avergonzaré yo delante de mi Padre». Pero avergonzarse de Cristo quizá no signifique para todos y en todos los casos no adherirse a la Iglesia. Para algunos puede significar solamente no ejecutar los preceptos de Cristo, no irradiar su espíritu, no honrar su nombre cuando se presenta la ocasión, no estar dispuesto a morir por fidelidad a él. 

Debo decirle la verdad, aun a riesgo de contrariarle y por más que contrariarle me resulte extremadamente penoso. Amo a Dios, a Cristo y la fe católica tanto como a un ser tan miserablemente insuficiente le sea dado amarles. Amo a los santos a través de sus textos y de los escritos relativos a sus vidas —a excepción de algunos a los que me es imposible amar plenamente o considerar como santos—. Amo a los seis o siete católicos de espiritualidad auténtica que el azar me ha llevado a encontrar en el curso de mi vida. Amo la liturgia, los cánticos, la arquitectura, los ritos y las ceremonias católicas. Pero no siento en modo alguno amor por la Iglesia propiamente dicha, al margen de su relación con todas esas cosas a las que amo. Puedo simpatizar con quienes sienten ese amor, pero yo no lo experimento. Sé muy bien que todos los santos lo experimentaron. Pero también casi todos ellos nacieron y crecieron en el seno de la Iglesia. Sea como fuere, el amor no surge por propia voluntad. Todo lo que puedo decir es que, si ese amor constituye una condición del progreso espiritual —cosa que ignoro— o forma parte de mi vocación, deseo que algún día me sea concedido. 

Bien podría ser que una parte de los pensamientos que acabo de exponerle sea ilusoria y mala. Pero, en cierto sentido, poco importa; no quiero analizar más; después de todas estas reflexiones he llegado a una conclusión, que es la resolución pura y simple de no volver a pensar en la cuestión de mi eventual entrada en la Iglesia

Es muy posible que después de haber estado sin reflexionar sobre ello durante semanas, meses o años, sienta un día el impulso irresistible de solicitar inmediatamente el bautismo y vaya corriendo a pedirlo. Pues oculto y silencioso es el camino por el que la gracia se adentra en los corazones

Puede ocurrir que mi vida llegue a su término sin haber experimentado jamás ese impulso. Pero una cosa es absolutamente cierta: si llega el día en que yo ame a Dios lo suficiente para merecer la gracia del bautismo, recibiré esa gracia ese mismo día, indefectiblemente, bajo la forma que Dios quiera, sea por medio del bautismo propiamente dicho, sea de cualquier otra forma. ¿Por qué, entonces, preocuparse? No es en mí en quien debo pensar, sino en Dios. Es Dios quien debe pensar en mí".

Simone Weil, carta a un sacerdote
19 de enero de 1942

martes, 28 de febrero de 2023

THOMAS MERTON HABLA DEL TIEMPO Y LA LITURGIA

"Para comprender la actitud del cristiano y de la Liturgia respecto al tiempo debemos tener una profunda comprensión de la esperanza cristiana y la confianza cristiana. Fundamentalmente, el cristiano está en paz con el tiempo porque está en paz con Dios.

El tiempo para el cristiano es la esfera de su espontaneidad, un don sacramental que puede permitir a su libertad que se despliegue en alegría, en el virtuosismo creativo de elección que siempre tiene la bendición de la plena conciencia de que Dios quiere que sus hijos sean libres, de que se siente glorificado porque sean libres.

Para el cristiano, el tiempo ya no es el devorador de todas las cosas. El culto cristiano está en paz con el tiempo porque el transcurso de tiempo ya no le importa al cristiano, cuya vida está “escondida con Cristo en Dios”.

La liturgia acepta la imagen arquetípica y natural de un “tiempo sagrado”, un tiempo primordial que se reitera misteriosamente y que está presente en el mismo corazón del tiempo secular. Donde quiera que se proclama el Evangelio en la Liturgia, empieza con la fórmula “en aquel tiempo”, y la formula, de hecho, destruye el paso del tiempo, anula todo el tiempo que ha pasado desde entonces, pues en la liturgia el entonces de las acciones salvíficas de Cristo es “ahora” en el misterio redentor de la oración de la Iglesia. El tiempo es transformado por la bendición y la oración de la Iglesia.

El tiempo, que ahora está encerrado entre los dos advenimientos de Cristo, ha sido reclamado por Dios como Suyo. La redención es una realidad siempre presente, viva y eficaz, que penetra las profundidades más íntimas de nuestro ser por la palabra de salvación y el misterio de fe.

Cristo ha aferrado el tiempo y lo ha santificado, dándole un carácter sacramental, haciéndolo signo eficaz de nuestra unión con Dios. Para el hombre en Cristo el ciclo de las estaciones es algo enteramente nuevo. Se ha convertido en un ciclo de salvación. El año no es simplemente un año más, es el año del Señor, un año en que el paso del tiempo mismo no sólo nos trae la natural renovación de la primavera y la fecundidad de un verano terrenal, sino también la fecundidad espiritual e interior de la gracia.

La liturgia hace que el mismo paso del tiempo santifique nuestras vidas, pues cada nueva estación renueva un aspecto del gran Misterio de Cristo vivo y presente en Su Iglesia. Cada nueva fiesta nos llama la atención hacia la gran verdad de su presencia en medio de nosotros, y nos muestra un aspecto diferente del misterio Pascual en nuestro mundo.

El ciclo litúrgico renueva nuestra redención en Cristo, y nos muestra que, aunque estemos captados en una batalla entre carne y espíritu, aunque seamos la Iglesia combatiente, la victoria ya es nuestra.

Para el creyente que vive en Cristo cada día nuevo renueva su participación en el misterio de Cristo. Cada día es un nuevo amanecer de la Luz de Cristo que no conoce poniente. Cada año es un año de salvación, un año de iluminación, un año de transformación.

La liturgia es la gran escuela de vida cristiana y la fuerza transformadora que vuelve a dar forma nuestras almas y a nuestros caracteres en la semejanza de Cristo.

Entrar en el ciclo litúrgico es participar en la gran obra de redención efectuada por el Hijo. “Liturgia” es “obra común”, una obra sagrada en que la Iglesia coopera con el divino Redentor reviviendo Sus misterios y aplicando sus frutos a toda la humanidad.

Es una obra en que la Iglesia colabora con el divino Redentor, renovando en sus altares los misterios sagrados que son la vida y la salvación del ser humano, pronunciando otra vez las palabras de vida que son capaces de salvar y transformar nuestras almas, volviendo a bendecir a los enfermos y a los poseídos, y predicando Su Evangelio a los pobres.

En la liturgia la Iglesia quiere que nos demos cuenta de que encontramos al mismo Cristo que iba por todas partes haciendo el bien, y que sigue presente en medio de nosotros dondequiera que nos reunamos dos o tres en Su nombre. Y nos encontramos con Él compartiendo Su vida y Su redención. Nos encontramos con Cristo para SER Cristo, y, con Él, salvar al mundo.

En cada misterio litúrgico, la Iglesia abraza la historia entera de la salvación, mientras que concentra su atención, por ahora, en un momento determinado de esa historia.

En todo misterio litúrgico tenemos esa superposición del tiempo y la eternidad, de lo universal y lo personal. Cristo, en Su infinita grandeza, abraza todas las cosas, las divinas y las humanas, las espirituales y las materiales, las antiguas y las nuevas, las grandes y las pequeñas, y en la liturgia se hace Él mismo todas las cosas para todos los hombres y se hace todo en todo".

Tomado de: Tiempos de celebración
(Resumen del capítulo: El tiempo y la liturgia)

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

AMIGOS DE THOMAS MERTON.

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.