“Todas las cosas glorifican a Dios. La oscuridad, las privaciones, los defectos, el mal, también glorifican y bendicen a Dios”
(Meister Eckhart).
La tercera forma en la que el sufrimiento nos da vida y energía es que al embarcarnos en el dolor y realizar ese viaje nos hace más fuertes. Existe una fortaleza que se aprende con el sufrimiento y que no puede aprenderse de ningún otro modo. El sufrimiento pone a prueba la profundidad de nuestro amor a la vida y a las relaciones interpersonales, incluso cuando a menudo la causa de nuestros sufrimientos son las relaciones, y especialmente por eso. Lo bello no se aprende ni se valora sin el sufrimiento, que nos hace bastante grandes y lo bastante fuertes como para ser receptáculos propicios de lo hermoso.
Otra energía que también se deriva del sufrimiento es la forma en que al dejar que el dolor sea dolor nos conecta con los demás. Podemos estar tan solos, tan profundamente solos y vacíos en nuestro dolor, que tenemos que salir en busca de otras personas con las que compartir este viaje tan oscuro, facilitando la creación de nuevos vínculos sociales. La liberación se inicia cuando el sufrimiento es reconocido y se le permite ser sufrimiento. A partir de ahí, puede ser compartido. Y, cuando sea posible, resuelto.
Pero todavía puede hacer algo más el sufrimiento, puede proporcionar energía abriéndonos, entendiendo que, así como compartimos la ciudadanía del universo, compartimos también el dolor del mundo. Todas las criaturas del universo sufren; es un sufrimiento que nos une. En lo más profundo de nosotros mismos somos uno con todas las criaturas y con todo lo que es Dios.
En resumen, que el sufrimiento no es solo, como subraya cierta espiritualidad, el precio que pagamos por el pecado. Todo nacimiento lleva implícito un sufrimiento. El sufrimiento está incorporado en el proceso de nacimiento de todo el cosmos, y tiene que ver con el sacrificio y con ceder, con dar y recibir vida.
Algunos sufrimientos, los que terminan en un nacimiento, pueden ser una bendición. Eso sí, es importante subrayar que el dolor no ha de ser glorificado, no debemos aferrarnos al propio dolor, ni revolcarnos en él. Porque, el propósito de dejar que el dolor sea dolor es soltar el dolor. No se nos pide que nos aferremos a nuestro dolor, ni que construyamos nuestra vida en torno a él. Lo que finalmente debemos hacer es dejar ir al dolor; la vía negativa no es un fin en sí misma, sino una parte del camino, que se repite incesantemente en nuestra vida.
“Dios es un ser más allá del ser y una nada más allá del ser. Dios es nada. Ninguna cosa. Dios es la nada. Y, sin embargo, Dios es algo” (Meister Eckhart).
“Para venir a gustarlo todo, no quieras tener gusto en nada. Para venir a saberlo todo, no quieras saber algo en nada. Parea venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada. Para venir a serlo todo, no quieras ser algo en nada”
(San Juan de la Cruz).
Aprender a hacernos amigos de la oscuridad significa aprender a hacernos amigos de la nada, a reverenciarla. A dejar que la nada sea nada. A confiar en la nada. Porque en el extremo de la oscuridad, en eso que Eckhart llama “nuestro conocimiento que desconoce”, suele saborearse la sabiduría misma. Aquellos que se comprometen con la liberación deben llegar a ese “punto cero” en el cual “no tienen nada que perder”. Aquí entra la imagen del DESIERTO, el lugar de la nada, del vacío, que es a la vez el lugar de la renovación. También la imagen de la NOCHE como vacío y como nada; así escribe el poeta:
“Tú, oscuridad, de la cual provengo/te amo más que todos los fuegos/que cercan en el mundo/porque el fuego forma/un círculo de luz para todos/y entonces nadie en el exterior sabe de ti//Pero la oscuridad lo atrae todo hacia sí:/formas y fuegos, animales, y a mí mismo/¡con qué facilidad los reúne!/poderes y personas/ Y es posible que una gran energía/se esté moviendo cerca de mí./ Tengo fe en las noches”
(Rainer María Rilke).
Se puede y se debe confiar en nuestras caídas en la nada; podemos aprender a dejarnos caer, a dejarnos sumergir. ¿No es eso lo que hace la semilla cuando cae en la tierra, para más tarde producir vida nueva? La noche oscura de nuestra alma es una ocasión especial para el nacimiento divino y la oportunidad divina, siempre y cuando dejemos que la oscuridad sea oscuridad y la nada sea nada, al menos durante un tiempo. Dios creó de la nada, sin la nada no habría creación. La nada es una parte esencial del viaje profundo y fructífero del espíritu.
(Resumen para encuentro de grupo, del libro "La bendición original", de Matthew Fox).
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