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miércoles, 15 de octubre de 2025

EL MUNDO, A LAS PUERTAS DE GETSEMANÍ

"El «mundo» con sus divertidos pantalones, que ni siquiera sé cómo los llaman, con sus sandalias, sus gafas de sol, sus abultados culos, sus vientres, sus nervios (también mis nervios y mi vientre), su cabello, sus dientes. Su charla. No tengo palabras para el mundo. No comprendo el miedo que le tengo, que incluye una cierta fascinación y una sensación de mareo en la boca del estómago, teniendo en cuenta que yo mismo formo también parte de él. El olor de sus lociones está presente ya en el ala de nuestro monasterio correspondiente a la fachada y en nuestros oficios. Los pequeños trozos de papel impreso que nosotros enviamos fuera son respuestas a sus taimadas insinuaciones de complicidad. No me preocupa lo que dice Bruno James, porque yo debo escribir sobre todo esto, aunque no tal vez con el empaque de un predicador o de un profeta. Escribir acerca del mareo que me produce la peste, la muerte bronceada. Para empezar, debo reunir todas las palabras que no conozco: los nombres de plásticos, las drogas, los aceites, los lubricantes que hacen que el mundo huela así y se mueva de este modo. De hecho, personalmente me siento como un niño que vive en un burdel (o en la casa de al lado) e intuye qué es lo que está pasando, siente lo que pasa como si todo el lugar estuviera impregnado de una maliciosa diversión por la que hay que pagar. A fin de cuentas, el sexo es lo que se ha extraviado tal vez en todo, pero también eso es la tentación: que yo condescienda con mi propia manera de ser al elevar un coro de exacerbadas protestas".

Thomas Merton
Diarios, julio de 1961

martes, 7 de octubre de 2025

VER CON OJOS NUEVOS

"Cuando estuve en Louisville el otro día, no me impresionó nada en particular. Me sentí completamente ajeno a todas las cosas del mundo y a su actividad, pero no por ello dejé de simpatizar con las personas que iban y venían. En general me parecieron más reales que antes, y más dignas de ser miradas con simpatía".
Thomas Merton, El signo de Jonás
(14 de agosto de 1948)


Qué texto tan delicado y revelador. Merton, desde su mirada contemplativa, describe una experiencia de desapego profundo, pero no como indiferencia ni juicio. Al contrario, lo que emerge es una simpatía más pura, más libre, más real. Aquí van algunas resonancias:

🌿 Una contemplación sin posesión
Merton no se deja impresionar por lo externo, lo espectacular, lo ruidoso. Su desapego no es rechazo, sino una forma de estar presente sin apropiarse.
Al sentirse “ajeno”, no se aísla: se libera de la necesidad de intervenir, de controlar, de juzgar. Y desde esa libertad, puede mirar con ternura.

👁️ Ver con ojos nuevos
Las personas “le parecieron más reales que antes”. Es como si, al soltar sus propias expectativas o distracciones, pudiera verlas en su ser más simple y digno.
Esa simpatía no nace del entusiasmo ni del interés personal, sino de una mirada que reconoce la humanidad del otro sin filtros.

🕊️ Una espiritualidad encarnada
Aunque Merton es monje, no se aleja del mundo por desprecio. Su contemplación lo lleva a una forma más profunda de comunión: silenciosa, respetuosa, amorosa.
Este pasaje podría ser una invitación a mirar nuestras comunidades, nuestras calles, incluso nuestras tareas cotidianas, con esa misma simpatía despojada.

domingo, 5 de octubre de 2025

DE LA CULPA AL DESPERTAR DE LA CONCIENCIA

Sanar una espiritualidad marcada por el miedo

En muchos espacios religiosos, hemos aprendido a vivir la fe con miedo: miedo a fallar, a no ser suficientes, a decepcionar a Dios. La culpa se vuelve costumbre, y la espiritualidad, una carga. Pero ese no es el camino que Jesús propone.

La culpa nos encierra. Nos hace mirar hacia atrás, repetir errores, sentirnos indignos.
La conciencia, en cambio, nos despierta. Nos ayuda a ver con claridad, a elegir con libertad, a crecer con responsabilidad.

La culpa dice: “No vales, no puedes, no mereces.”
La conciencia dice: “Esto no está bien, pero puedes aprender, cambiar, volver a empezar.”

Una espiritualidad sana no se basa en el miedo, sino en el amor. No nos paraliza, nos transforma. Nos invita a reconocer nuestras sombras, sí, pero para abrirnos a la luz. Nos llama a vivir como hijos, no como esclavos.

Para sanar una espiritualidad marcada por el miedo, necesitamos:

1. Redescubrir el rostro misericordioso de Dios, que no condena, sino que llama.

2. Pasar del juicio al discernimiento, del castigo al aprendizaje.

3. Cultivar prácticas que despierten la conciencia, como la oración, la lectura del Evangelio, el acompañamiento espiritual.

4. Vivir la fe como camino compartido, donde nadie se salva solo, y todos somos sostenidos por la gracia.

Dios no quiere que vivamos culpables por existir, sino que aprendamos a vivir con sentido, con amor, con verdad.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.