Seguidores

sábado, 6 de abril de 2019

LO NUEVO DE DIOS NO LLEGA CON PIEDRAS

El Evangelio de los dos últimos domingos prepara, lo voy entendiendo mientras lo rumio, el pasaje correspondiente a este domingo quinto y último de Cuaresma: la higuera estéril (no piensen en quién es más pecador, piensen en dar frutos); el Padre que personifica el perdón, frente a dos hijos rebeldes que no reconocen el hogar (y uno hasta pasa por obediente y cumplidor). Y ahora en este, la escena que tantas veces hemos tenido ante los ojos: en el centro, una mujer acusada de adulterio, y Jesús agachado en el suelo frente a ella, dicen que escribiendo algo; alrededor un círculo de hombres amenazantes, con piedras en las manos. ¿Qué hacemos, maestro, la apedreamos, la matamos, por pecadora? 

Llama mi atención que también Jesús está en el centro del círculo con ella; también él está amenazado, y de hecho sabemos todos cómo acabará esta historia. Lo que está de fondo en este, y casi todos los pasajes que lemos ern los Evangelios, es el Dios en el cual creemos. Un Dios en manos de una clase dirigente que es juez implacable, que castiga cualquier pecado, y a quien ellos dicen representar; o un Dios amoroso, que perdona siempre e invita a perdonar, a mirar no tanto el pecado cometido como el bien que podemos hacer, los frutos que podemos dar, el hogar que podemos construir. 

El Dios Padre de Jesús es el que pide compromiso y frutos, pero es paciente, sabe esperar y perdonar, y nos ama de una manera única: infinita e incondicionalmente. Los pequeños que lo entendieron aclamaron con ramos a Jesús, cuando entró a Jerusalén; los grandes y poderosos, se asustaron de un Dios así y le crucificaron. Ese Dios bueno, amoroso y perdonador amenazaba el poder y las prebendas de las que ellos  gozaban supuestamente en su nombre.

Todavía hoy estamos buscando el rostro de Dios en medio de la vida: todavía pugnan esas dos imágenes de Dios en nuestra religión y nuestra forma de vivir el camino de la fe. Todavía hay muchos manos levantadas y armadas con piedras para ser arrojadas al culpable, el otro siempre, y el más frágil. También hoy sigue hablando en muchos corazones la voz del Maestro, invitándonos a caminar en fe, a comenzar siempre de nuevo, una y otra y otra vez, y a perdonar.

El pecado mayor dice Jesús es no dar frutos, no reconocer que Dios es nuestro hogar, nuestro fundamento, y nuestra libertad; y el peor pecado sigue siento tener un corazón duro, soberbio, incapaz de compadecerse y perdonar. La verdadera comunidad no se arma con piedras, sino con perdón, con solidaridad, con abrazos. 

Preguntémos ahora: ¿Hemos hecho verdaderamente un camino de conversión en esta Cuaresma? ¿Estamos preparados para resucitar con el Maestro?

Fray Manuel de Jesús, ocd.

No hay comentarios:

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.