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sábado, 14 de mayo de 2011

CRISTIANOS ADULTOS

Una persona puede simplemente apartarse de la fe porque ha vivido aceptando una visión de la Iglesia, de Cristo, de Dios, totalmente deformada, es decir, falsa. Hay muchas personas que crecen en edad, en conocimiento intelectual e incluso psicológicamente, pero su fe es infantil, no crece con ellos, y acaba resultándoles inútil. ¿Cuándo la fe se hace madura? Responde Merton: “Nuestros ideales han de ser puestos a prueba de la manera más radical. Y esto es algo que no podemos evitar. No solo tenemos que revisar y renovar nuestra idea de la santidad y la madurez cristianas (sin temor alguno a desechar las ilusiones de nuestra infancia cristiana), sino que incluso es posible que tengamos que vérnosla en la vida con ideas inadecuadas de Dios y de la Iglesia. En efecto, tal vez topemos con abusos reales en la vida de los cristianos, en una sociedad que se autodenomina cristiana, e incluso dentro de la misma Iglesia”.

 Merton invita a cuestionar el concepto de “sociedad cristiana”, todavía hoy presente, consciente o inconscientemente, en algunas mentes, pues nuestras sociedades actuales (postmodernas y neoliberales, diríamos hoy) han dejado de ser genuinamente cristianas. Aferrarnos a los vestigios de una supuesta grandeza ya pasada puede hacernos creer que todavía vivimos en un mundo cristiano. Los acontecimientos históricos dejaron en la Iglesia y los creyentes “cierto espíritu de rigidez e incluso un cierto miedo ante los nuevos desarrollos”.

 Frente a todo esto, el cristiano maduro sabe hacer frente a la realidad con una sincera y humilde solicitud por la verdad y la gloria de la Iglesia de Dios. “Tiene que aprender a prestar ayuda para corregir estos errores sin incurrir en un celo indiscreto o rebelde. La arrogancia nunca es un signo de gracia”. El cristiano ha de ser guiado siempre por un espíritu de amor, humildad y servicio. Lo que vemos mal en la Iglesia no ha de ser disculpado ni ignorado, sino aprovechado para seguir creciendo y madurando en la fe. Son una oportunidad para la purificación, para la obediencia, para el amor. Aquí tiene Merton una importante intuición espiritual: ante estas situaciones irregulares en la vida eclesial muchos cierran los ojos, simplemente no pueden ver, o se rebelan, condenan o se apartan de la institución. Dice: “No se dan cuenta de que es en ese momento cuando están muy cerca de comprender el significado real de su vocación cristiana, y que están en condiciones de hacer el sacrificio que se exige a las personas cristianas adultas: la aceptación realista de la imperfección y la deficiencia en ellas mismas, en los demás y sus instituciones más queridas”. Se trata de afrontar la verdad, de aceptar que la Iglesia no existe para mí consuelo y edificación, para darme paz y seguridad o santificarme pasivamente. Es para darnos a ella, darle nuestra sangre y nuestro dolor, participando activamente en todas sus luchas (2 Co 9, 6-8). Por eso la santidad exige heroísmo, entrega, capacidad de renuncia, y mucha fe para ver, tras lo aparentemente inútil y frustrante, la gracia y la obra de Dios.

“Cuando perdemos de vista el elemento central de la santidad cristiana, que es el amor, y cuando olvidamos que la forma de cumplir el mandamiento cristiano del amor no es algo remoto y esotérico, sino, por el contrario, algo inmediatamente presente, entonces la vida cristiana se vuelve complicada y enormemente confusa. Pierde la sencillez y la unidad que Cristo le dio en su Evangelio y se convierte en un laberinto de realidades que no guardan relación entre sí: preceptos, consejos, principios ascéticos, casos morales y hasta tecnicismos legales y rituales. Estas cosas resultan difíciles de entender en la medida en que pierden su conexión con la caridad que las une y proporciona a todas una orientación hacia Cristo”. VS, 57

1 comentario:

San dijo...

Creo que una persona alcanza la madurez, llega a ser adulta, como resultado de un proceso, recorriendo un camino. Y lo religioso no constituye un fenómeno aparte. Creo que somos cristianos adultos, profesamos una fe adulta, cuando decidimos hacernos responsables de nuestras propias convicciones personales, que habremos asumido tras un proceso experimental dinámico y a través de pensamiento evolutivo autónomo, racional y libre.
Ser cristiano adulto, para mí, supone vivir y practicar el proyecto de Jesús, el Cristo, en nuestra vida, en nuestro mundo. Una experiencia vital que nos compromete radicalmente a seguir su mensaje, que es Palabra Nueva, Evangelio. Avanzando en el camino, dispuestos a seguir caminando, a pesar de tormentas y tropiezos.
Desde luego, no puede existir cristianismo en “aislamiento”. Ser cristiano se vive y celebra en comunidad, con los demás y para los demás, en la iglesia. Pero, en mi opinión, estar en comunión con la iglesia (comunidad) no significa pertenecer, “ser propiedad”, de la iglesia institucional. Es conveniente discernir que la institución es una estructura humana de gestión y gobierno eclesiástico. Que dicta y ejecuta normas y juzga su cumplimiento. Pero, como dice el teólogo González Faus (“La autoridad de la verdad”, Sal Terrae): “Nada hay más peligroso que sacralizar la norma para darle mayor énfasis; presentarla como patrimonio absoluto de la tradición cuando, a lo mejor, es fruto de pequeñas tradiciones”.
La fe adulta no coincidirá nunca con una fe ciega, que obedezca y acate sin cuestionar razonadamente reglas y liturgias, que confunda la unidad con la uniformidad. Hay que perder los miedos, los infantiles y los adultos, a un pluralismo eclesial. Una fe adulta no es una fe sumisa, porque la sumisión no brota ni del convencimiento personal ni del respeto, sino del miedo, del tipo que sea. Ser adultos en la fe implica sentirnos capacitados e interpelados a ejercer una crítica constructiva, demandando las renovaciones y transformaciones que creamos necesarias para que nuestra iglesia sea verdadera manifestación, por su ejemplo, de que “Deus caritas est”.
En cualquier caso, ninguna Iglesia puede ya negar que nos encontramos en una sociedad, caracterizada por el pluralismo religioso y ético, donde ya no es posible alcanzar la unanimidad de criterios que se daba en otras épocas.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.