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viernes, 6 de diciembre de 2013

DIOS CON NOSOTROS

Enunciar como tarea fundamental para la teología cristiana en nuestro tiempo la necesidad de darle una vuelta completa al modo de concebir la relación de Dios con nosotros; visión no siempre del todo consciente, pero profundamente instalada en el imaginario religioso. Se impone, en efecto, una auténtica con-versión… que invierta todo el movimiento de la vivencia y, de algún modo, ponga del revés el sentido de muchos y decisivos conceptos teológicos. En realidad, se trata de algo que es esencial por ser elemental: tomar en serio la absoluta primacía del Dios que nos ha creado y nos está creando por amor; única y exclusivamente por amor.
No es verdad que «Dios está en el cielo y tú en la tierra». Al contrario, Dios está siempre aquí entre nosotros: en el hombre y en la mujer, en la tierra y en la historia. Está como iniciativa absoluta, siempre en acto: como el que sostiene y promueve, salva y perdona, llama y suplica. Y en Él y desde Él, el hombre y la mujer son, ante todo, íntima y radical pasividad, como suscitados y convocados; también, desde luego, activos en cuanto entregados a sí mismos; por tanto, activos sólo en cuanto libertades finitas, siempre indecisas entre la respuesta y la pasividad, entre la acogida y el rechazo, entre dejarse amar y salvar o cerrarse en la apatía y perderse en el egoísmo. De suerte que el movimiento fundamental, infalible y que no falla, es siempre el que va de Dios al hombre. El que falla y puede dormirse es el otro movimiento: el que va del hombre a Dios, quien por eso está continuamente tratando de suscitarlo, solicitarlo y sostenerlo.
Basta una mirada al mundo religioso real para ver que en estas afirmaciones no se trata de una banalidad ni de una exageración, sino que constituyen una alerta urgente y una llamada apremiante. Porque en la vivencia común y concreta, en el modo de predicar, rezar o celebrar la liturgia, e incluso en el modo de hacer teología, todo procede como si nosotros, los humanos, fuésemos los activos y los preocupados, los que tenemos que conquistar la salvación. Conquistarla ante un Dios «en el cielo», que teóricamente nos ama, pero que en la efectividad vivencial está más bien pasivo hasta que logramos moverle con nuestras súplicas, conquistarle con nuestras obras y sacrificios, conseguir su perdón con nuestras penitencias e incluso ablandarle con la ayuda de nuestros intercesores. Por eso también manda y prohíbe, premia y castiga, reserva para sí un espacio de nuestra vida -lo «sagrado»- y nos deja a nosotros el resto -lo «profano»”.


(“La teología necesita pensar muy en serio el hecho de que la crisis que da origen a la Modernidad consistió justamente en eso: en poner en cuestión, desde sus más hondos fundamentos, todo el marco en que la experiencia cristiana se había moldeado y configurado. Cuando Descartes se propuso «dudar de todo », no obedecía a un capricho, sino que constataba el hecho de que todo un mundo cultural se había venido abajo y que era preciso reconstruirlo desde la base. La crisis del cristianismo en el mundo moderno se debe fundamentalmente al desajuste producido por ese derrumbamiento, y el mismo Vaticano II reconoce que los creyentes tenemos una «parte no pequeña» de culpa nada menos que en el nacimiento del ateísmo, justo por no haber adecuado la forma de la fe a la nueva situación.)

(Notas tomadas de "Fin del cristianismo premoderno", de Andrés TORRES QUEIRUGA, Sal Terrae)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.