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sábado, 10 de diciembre de 2016

POR LA MUERTE DE MERTON, HABLEMOS DE VIDA.

"En una palabra: para que el hombre viva, debe alcanzar una vitalidad integral, completa. Todo debe ser vida en él, en su cuerpo, sus sentidos, su mente y su voluntad. Pero esta vida debe tener también cierto orden y coherencia especiales. Vemos a menudo a personas que son consideradas como “rebosantes de vida” pero que, en realidad, no hacen otra cosa que luchar con su propia incoherencia.

Sin duda, la vida implica sobreabundancia pero no desborde. Con frecuencia, quienes están rebosando de vida se encuentran hundiéndose en la muerte con su enorme chapoteo. No trascienden la muerte; se rinden ante ella con tanta vitalidad animal que son capaces de arrastrar consigo al abismo a muchos más.

En quienes están más vivos y, por lo tanto son más ellos mismos, la vida del cuerpo está subordinada a una vida más elevada que está dentro de ellos. Se someten quietamente a la vitalidad mucho más abundante de un espíritu que vive en niveles que desafían la medición y la observación. Entonces, el signo de la vida verdadera en el hombre no es la turbulencia sino el dominio, no la efervescencia sino la lucidez y el rumbo, no la pasión sino la sobriedad que sublima toda pasión y la eleva a la clara embriaguez del misticismo.  El dominio al que nos referimos no es el control arbitrario y tiránico de un principio interno que puede, indistintamente, llamarse “superyo” o "consciencia farisaica"; es la coordinación armoniosa del poderío del hombre que puja por la realización de sus potencialidades espirituales más profundas. No es tanto el dominio de una parte del hombre sobre otra, sino la integración pacífica de todas las facultades del hombre en una perfecta actualización que es su yo verdadero, o sea, su yo espiritual.

Por lo tanto, sólo puede decirse que el hombre está vivo cuando tiene plena consciencia del significado real de su propia existencia, es decir, cuando experimenta algo de la plenitud de inteligencia, libertad y espiritualidad que se actualizan en él mismo.

Para encontrar la vida, debemos morir a la vida tal como la conocemos. 
 Para encontrar el significado, debemos morir al significado tal como lo conocemos. Para hallar el significado pleno de nuestra existencia, no debemos procurar el significado que esperamos, sino el significado que nos es revelado por Dios. El significado que nos llega desde la tiniebla trascendente de su misterio y del nuestro. No conocemos a Dios y no nos conocemos a nosotros mismos. Entonces, ¿cómo imaginamos que podemos trazar nuestro curso hacia el descubrimiento del significado de nuestra vida?

El significado no es algo que descubrimos en nosotros mismos o en nuestras vidas.  Los significados que somos capaces de descubrir nunca son suficientes. El significado verdadero tiene que ser revelado. Tiene que ser concedido. Y en el hecho de que sea concedido se encuentra, en verdad, la mayor parte de su relevancia: porque la vida misma, en definitiva, sólo es relevante en la medida que es concedida. Mientras experimentemos la vida y la existencia como soles que deben salir todas las mañanas, estaremos en agonía. Debemos aprender que la vida es una luz que aparece cuando Dios la convoca a salir de la oscuridad. Para esto no existen tiempos fijados.

El hombre está plenamente vivo sólo cuando tiene la experiencia genuina, al menos hasta cierto punto, de dedicarse espontánea y legítimamente al propósito real de su existencia personal. 
En otras palabras, el hombre está vivo no sólo cuando existe, no sólo cuando existe y actúa, no sólo cuando existe y actúa como hombre (o sea, libremente), sino sobre todo cuando es consciente de la realidad y la inviolabilidad de su propia libertad, y se da cuenta al mismo tiempo de su capacidad para consagrar por entero esa libertad al propósito para el que le fue dada.

Este percatarse no se implanta en su ser mientras su libertad no esté dedicada a su justo propósito. El hombre “se encuentra a sí mismo” y es feliz cuando logra advertir que su libertad está funcionando espontánea y vigorosamente para orientar su ser íntegro hacia el propósito que ansía alcanzar en su más profundo centro espiritual. Este propósito es vida en el sentido más pleno de la palabra. No la vida meramente individual, centrada en sí misma, egoísta, que está condenada a concluir en la muerte, sino una vida que trasciende las limitaciones y necesidades individuales y subsiste fuera del yo individual, en lo Absoluto: en Cristo, en Dios."



THOMAS MERTON. La vida del hombre. 
The International Thomas Merton Society 
(Tomado de El Montevideano-Laboratorio de Artes).

Merton murió el 10 de diciembre de 1968 en Bangkok. Hoy hace 48 años.



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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.