Sin duda, la vida implica sobreabundancia pero no desborde. Con frecuencia, quienes están rebosando de vida se encuentran hundiéndose en la muerte con su enorme chapoteo. No trascienden la muerte; se rinden ante ella con tanta vitalidad animal que son capaces de arrastrar consigo al abismo a muchos más.
Para encontrar la vida, debemos morir a la vida tal como la conocemos. Para encontrar el significado, debemos morir al significado tal como lo conocemos. Para hallar el significado pleno de nuestra existencia, no debemos procurar el significado que esperamos, sino el significado que nos es revelado por Dios. El significado que nos llega desde la tiniebla trascendente de su misterio y del nuestro. No conocemos a Dios y no nos conocemos a nosotros mismos. Entonces, ¿cómo imaginamos que podemos trazar nuestro curso hacia el descubrimiento del significado de nuestra vida?
El significado no es algo que descubrimos en nosotros mismos o en nuestras vidas. Los significados que somos capaces de descubrir nunca son suficientes. El significado verdadero tiene que ser revelado. Tiene que ser concedido. Y en el hecho de que sea concedido se encuentra, en verdad, la mayor parte de su relevancia: porque la vida misma, en definitiva, sólo es relevante en la medida que es concedida. Mientras experimentemos la vida y la existencia como soles que deben salir todas las mañanas, estaremos en agonía. Debemos aprender que la vida es una luz que aparece cuando Dios la convoca a salir de la oscuridad. Para esto no existen tiempos fijados.
El hombre está plenamente vivo sólo cuando tiene la experiencia genuina, al menos hasta cierto punto, de dedicarse espontánea y legítimamente al propósito real de su existencia personal.
Este percatarse no se implanta en su ser mientras su libertad no esté dedicada a su justo propósito. El hombre “se encuentra a sí mismo” y es feliz cuando logra advertir que su libertad está funcionando espontánea y vigorosamente para orientar su ser íntegro hacia el propósito que ansía alcanzar en su más profundo centro espiritual. Este propósito es vida en el sentido más pleno de la palabra. No la vida meramente individual, centrada en sí misma, egoísta, que está condenada a concluir en la muerte, sino una vida que trasciende las limitaciones y necesidades individuales y subsiste fuera del yo individual, en lo Absoluto: en Cristo, en Dios."
THOMAS MERTON. La vida del hombre.
Merton murió el 10 de diciembre de 1968 en Bangkok. Hoy hace 48 años.
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