Escribo en Matanzas, donde pasaré
unos días. Aquí podré escribir y dar una primera revisada al Diccionario de Merton, un regalo reciente de S... Temprano tomo el Diccionario y leo las
introducciones (a la edición en inglés y en español) que me auguran momentos de
interés y disfrute intelectual, sobre todo por el acceso a parcelas de la obra
de Merton
que conozco menos.
También recibí otros libros de TM, además del Diccionario; estos
son: “El palacio del vacío de Thomas
Merton (Encontrar a Dios: despertar al verdadero yo)”, de James
Finley (Sal Terrae); “Thomas
Merton. El verdadero viaje”, de Fernando Beltrán Llavador (Sal
Terrae); “La voz secreta. Reflexiones
sobre mi obra en Oriente y Occidente”, Thomas Merton (Sal Terrae); “Amar y vivir”, de Thomas Merton (Oniro). El
primero es una obra de 1978, ya considerado un clásico entre los estudios sobre
el pensamiento de TM, y los dos últimos son reediciones, pues ambos títulos ya se
habían publicado, pero ahora están mejor editadas. Las tres primeras
aparecieron con motivo del Centenario del
natalicio de Merton; siempre es una alegría, que casi había empezado a
olvidar, el recibir nuevas publicaciones de este maestro, que no deja de
acompañarme en mi personal búsqueda de Dios.
Voy revisando poco a poco el Diccionario
de Merton: lo referido a su correspondencia me resulta de especial
interés, así como el desglose más amplio de sus diversos diarios y la poesía,
ya que hay mucho de esto todavía sin traducir al español. Alguna información
resulta confusa, y se echa en falta un poco de sentido crítico, aunque el prólogo
advierte que así se lo propusieron los autores del diccionario. Ya S.
me dijo que no había visto nada sobre M.,
y de ser cierto esto también sería una carencia importante del diccionario
En el diario publicado de TM, Run
to the mountain (1939-1941) aparece como segunda parte el texto “The Cuban interlude” (Interludio
cubano), que recoge la visita de Merton
a la isla, y que he leído parcialmente. Leo que el texto completo consta de 76
páginas y que contiene algunas de las mejores descripciones del libro. También
se recoge en el “Diario Secular”, en
su segunda parte, primavera 1940, pero la referencia no resalta
suficientemente, a mi entender, su experiencia mística en un templo cubano, ni
he encontrado referencias a su intercambio epistolar con Cintio Vitier y otros
poetas cubanos.
Las estructuras de la vida
religiosa en la Iglesia deben servir como un marco propicio para
estimular los carismas individuales y no para uniformar, haciendo que sus
miembros sean meras copias mediocres de un modelo que depende mucho de
corrientes e intereses ajenos a la fe. Pienso en esto cuando vuelvo a leer
sobre las dificultades de Merton para
vivir su singularidad, lo mismo que otras figuras eclesiales, pero sobre todo
en tanta gente anónima, mujeres u hombres, que pasaron por ese rígido
filtro uniformador. También yo lo
experimenté, como lo hace todo aquel que ha pasado por esas estructuras con un
mínimo de sentido crítico.
La voz M.
sí aparece en el Diccionario de Merton,
para referirse a la enfermera con la que Merton se relacionó en una etapa de
su vida. Es natural que su nombre no aparezca en la entrada MUJERES, pues su vínculo con Merton es de otro tipo, más personal y directo, más íntimo, por lo que merecía una entrada propia.
Sigo leyendo el Diccionario
TM: algunas voces de especial interés, datos nuevos, pero también hay
conceptos muy tradicionales y faltan elementos que me gustaría poder conocer;
por ejemplo, más sobre Bramachari. Me gustan especialmente
la voz CELIBATO y CENTRO DE ESTUDIOS THOMAS MERTON, así como lo referente a sus
CARTAS y a sus DIARIOS. Conozco muchas cosas de Merton, pero también hay
muchísimas que desconozco. Estoy tratando de hacer una lectura general del
volumen, para luego detenerme específicamente en aquellas partes que conozco
menos y trabajarlas un poco; creo que este libro renovará una vez más mi
personal entusiasmo por la persona y la obra de Merton. Es que de las
cosas buenas también uno descansa, pero también a ellas siempre se vuelve, y Merton
es un referente importante en mi propio itinerario de búsqueda de la verdad.
Terminé de revisar, primera
mirada, el DICCIONARIO DE TM, y estas son mis primeras impresiones: un
regalo de primer orden, largamente esperado, pero de momento estoy algo decepcionado
con él. Primero, con su formato: grande y pesado; luego, es poco crítico, a
veces tiende a ser tradicional en algunas voces (o espiritual, ligeramente
devoto). Se echa de menos la falta de algunas merecidas entradas, como: Cuba, espiritualidad carmelitana, Teresa de
Lisieux, San Juan de la Cruz, recepción católica a la obra de Merton, críticas
que se le han hecho, Cintio Vitier… Por otra parte contiene información
sobre libros no traducidos, personas o acontecimientos, y especialmente me
interesa lo relativo a la poesía de Merton,
o a sus diarios íntegros. A pesar de los límites que aprecio en la publicación,
me aprovecharé indudablemente de ella y trataré de sacarle todo el jugo. Creo
que desde ya me ha servido para volver a conectar espiritualmente con TM y
entusiasmarme de nuevo con sus libros, sus ideas, y su vida.
Me cuenta S. que ha salido en SAL
TERRAE una nueva edición de “Los
manantiales de la contemplación”, que recoge un grupo de charlas que TM dio
a religiosas en la abadía de Getsemaní, entre 1967 y 1968. Conservo una edición
de Sudamericana, regalo de Alx
y comprada en una Feria del Libro de la
Habana hace unos años, que está en mal estado, porque la encuadernación no
era buena y yo lo he manoseado mucho. Permite acceder a un Merton más espontáneo y diverso, hablando de los desafíos de la
vida contemplativa y consagrada en la Iglesia de su tiempo, pero con
intuiciones importantes para hoy. Sin embargo, al consultar el DICCIONARIO
DE THOMAS MERTON, casi recién adquirido, constato un error; en la
entrada que habla de este libro deja entender (o dice) que fue el propio Merton
quien reunió estas charlas y las publicó. Cito:
“En diciembre de 1967 y de nuevo en marzo de 1968, Thomas Merton
organizó pequeños encuentros de superioras de conventos de clausura para
ayudarlas en sus esfuerzos por la renovación de la vida religiosa de mujeres
contemplativas, en el espíritu del Concilio Vaticano II y reunió esas charlas
en un volumen”.
Por lo que dice la presentación del volumen
que tengo en las manos, esas charlas nunca estuvieron impresas, sino que las
religiosas, después de la muerte de Merton, transcribieron las cintas en las
que fueron grabadas, haciendo los arreglos pertinentes para que el texto
resultara más formal, es decir trasladaron el lenguaje oral, informal, a un
texto más ordenado, pero respetando el espíritu original con que Merton se
expresó, y luego lo dieron para ser publicado.
(Creo recordar que parte del prólogo de este
libro, firmado por Mary Luke Tobin,
apareció en el blog hace ya un tiempo).
Mañana domingo, día 10, es
aniversario de la muerte de Thomas Merton, y como otros años
quiero vivir una larga jornada de reencuentro con él, con su obra y sus
propuestas espirituales, enriqueciendo así la vivencia de mi Adviento, Navidad y Epifanía, hasta el
31 de enero, aniversario de su nacimiento, y también ahí estará, dentro de este
período, mi propio cumpleaños 56.
Aprovecharme del Diccionario, de los nuevos libros que me regaló S., y pensar
en la idea de ampliar algunas páginas de mi tesina en Comillas. Leer a TM
siempre me resulta gratificante y positivo para mi desenvolvimiento personal y
espiritual.
Leyendo unas páginas del diario
de Merton:
su visita a la abadía de Getsemaní para
un retiro; luego evoca su visita a Cuba,
un año antes, y menciona varios lugares en la Habana: Hotel Andino;
club Pensilvania, una terraza en la
plaza, donde vendían helados; Río Cristal,
habla de una comida fabulosa; también recuerda las iglesias de El Santo Cristo y San Francisco de Asís, y un periódico de la época, El Diario de la Marina. Todo lo anterior
sucede en 1940; me gustaría encontrar fotos de estos ligares en aquel tiempo en
que TM visitó nuestra isla.
“No puedo saber lo que me espera, lo que nos espera, en adelante, pero
cada vez soy más consciente de que Dios quiere que me ponga en Sus manos y le
deje llevarme a través de las cosas que están por venir, y debo aprender a confiar
en Él sin miedo ni preguntas ni vacilaciones ni pasos atrás”
(Thomas Merton, Diarios,
diciembre 1947).
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