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lunes, 30 de agosto de 2021

EL NIÑO, LO QUE VA A NACER

 

Para encontrar al niño que fuimos y somos, para recuperar nuestra naturaleza original, tenemos que aceptar muchas cosas que no nos gustan. Toda búsqueda espiritual comporta incomprensión y hasta rechazo; en este mundo no hay lugar donde pueda abrirse paso el yo profundo, que siempre debe nacer extramuros. Una persona autentica es siempre una amenaza: se podrá admirar o, pero la preferimos lejos, aparte, para que no contagie o encuentre imitadores.

Por eso, María y José no encontraron lugar en Belén, pero la confianza de ellos en Dios era absoluta, y no dudaban de que las cosas serían como tenían que ser, y que su hijo nacería en el mejor de los lugares posibles. Dice la tradición que el nacimiento tuvo lugar en una cueva oscura, llena de animales.  Así es nuestra mente cuando nos sentamos a meditar: una oscuridad en la que algo respira. Eres tú mismo quien respira, el animal que hay en ti, lo más instintivo y primordial, lo que sostiene todo lo demás.

El animal que llevamos dentro es lo primero con lo que conviene familiarizarse para emprender el camino espiritual; nuestro anhelo básico de calor y seguridad, nuestros instintos que a veces nos atemorizan. Todo lo intelectual y lo emocional desaparecen en esas profundas cavernas del ser. Los animales en la cueva fueron los primeros testigos del nacimiento de Cristo: el cuerpo es siempre lo primero. Si no se entra por el cuerpo, no se va a ninguna parte. Primero los animales, ya luego vendrán los pastores y los sabios. Lo divino, aunque sorprenda, nace en nosotros junto a lo animal. Sin entrar en la cueva y sin acompañar la respiración de los animales, no hay nada que hacer.

Nuestro niño interior nace también de la Virgen y de San José; de una virgen, de un vacío, y de un soñador, un anhelo que va más allá de la ley, de lo establecido, de lo permitido. Todos tenemos dentro una criatura que quiere nacer: un proyecto, una idea, una misión. El mensaje es: LO PURO, LO OCULTO E INVISIBLE, ES FECUNDO. José acogió un misterio que no entendía y que aprendió a contemplar; María ofreció su cuerpo, que empezó a cambiar.

Lo espiritual (el niño), es el fruto inesperado de un trabajo contemplativo con el cuerpo (María) y un trabajo contemplativo con la mente (José). María; José y el niño son, por tanto, el cuerpo, la mente y el espíritu. La Sagrada Familia es nuestra permanente aventura interior. De ese encuentro entre mente y cuerpo nace el espíritu, que es como un torrente de vida impredecible. Donde no había nada, ahora hay algo pequeño, alrededor de lo cual todo empieza a girar… pasará tiempo hasta que consiga ser el rey.

(Tomado de BIOGRAFÍA DE LA LUZ, de Pablo d´Ors, para un trabajo de grupo)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.