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jueves, 30 de agosto de 2007

El signo de Jonás 1.


Una alegre sorpresa ha sido encontrar la información de una nueva edición de “El signo de Jonás” de Thomas Merton, también de Desclee de Brower, editora que al parecer ha asumido la tarea de publicar buena parte de la obra mertoniana. Este libro ha sido el que más he leído de Merton, repasándolo una y otra vez, pues tiene un efecto muy positivo sobre mi vida interior. Aun cuando he escuchado criterios negativos acerca de este libro, sobre todo de parte de cierta generación que priorizó la acción a la contemplación, tratando de encarnar la fe, creo que para el que busca está lleno de semillas de luz, muy necesarias para la vida espiritual. Les comparto, en dos partes, el texto de la presentación del libro, aparecida en internet.


EL SIGNO DE JONÁS: P R E S E N TA C I Ó N

(Autor: Francisco R. de Pascual)
La publicación de una nueva versión completa de El signo de
Jonás
debe ser acogida con gran alegría. Desde hace muchos
años esta obra era difícil de encontrar, y sólo unos pocos disponían
del privilegio de hacerse con una copia del original. Y
llegada la hora de la confesión, he de decir que son muchos los
ejemplares distribuidos mano a mano a amigos y conocidos.
Poco a poco vamos acercándonos a la esencia del mensaje
mertoniano y podemos establecer mejor los contornos de la
personalidad de un autor que se hace cada vez más actual.
¿Por qué ha de ser actual el diario monástico de un monje
que relata su vida en el interior de un monasterio en un periodo
que va desde diciembre de 1946 hasta julio de 1952?
En este libro introduce Merton una nueva dimensión en la
literatura espiritual autobiográfica: la fusión del discurso religioso
o metafórico con un lenguaje experiencial, psicológico,
en una visión simbólica holística que demuestra cuán lejos
se hallan todos los patrones o sistemas de la singularidad misteriosa
de la persona. Página tras página el lector encontrará
una luz, y no teorías, que se proyecta sobre la batalla del crecimiento
desde el sentido pequeño y egoísta del ser hasta la
auténtica personalidad, no como la simple fidelidad a un modelo
abstracto o concepto religioso preconcebido del propio ser,
sino como un intento no prefijado de fidelidad a la vida concreta,
individual e histórica, tanto en sentido personal como
comunitario.
La expresión teórica y vivencial de la experiencia contemporánea
de la personalidad como particularidad tangible goza
de un sentido de modernidad plenamente actual en su carácter
histórico, evolutivo y proteiforme.

Al seguir el camino de Merton en el interior de un monasterio
(en su dimensión más profunda), uno se siente conducido
desde la idea del descubrimiento del yo oculto, prefigurado por
Dios, hacia el planteamiento del ser como una creación continua
y correspondiente, o recreación del sí mismo, a través del
cambio de los contextos personales e históricos.
El mismo título que el autor dio a su libro significa, creemos
nosotros, un cambio con respecto a otros escritos de su primera
época monástica (antes de concluir El signo de Jonás en
1952, Merton había publicado La montaña de los siete círculos,
algunos libros de poemas, ¿Qué es la contemplación?, Semillas
de contemplación, Las aguas de Siloé y otros libros de temas
monásticos). Así pues, parece que a partir de esa fecha, 1952,
se produce también un cambio de contexto teológico, a medida
que evoluciona desde la dicotomía de lo natural/sobrenatural
de sus primeros escritos, hasta alcanzar la sabia intuición
de que el verdadero equilibrio personal no se logra sino a través
de la depuración en el crisol de la noche oscura –o experiencia
de la angustia existencial o temor monástico–, por
medio de una dura lucha espiritual. Esta pugna exige como
condición previa una sana autonomía psicológica que, a su vez,
es también requisito imprescindible para la entrega definitiva a
Dios y a los demás.
En este libro comienza Merton a intuir y exponer algo que
le seguirá durante toda la vida: el problema del yo nunca estará
completamente resuelto para quien permanece vivo, abierto
a la experiencia, y dando testimonio escrito de esta experiencia.
La calidad de su trabajo es tan radicalmente temporal, que convierte
en imposible la siempre tentadora simplificación de considerar
que una sola identidad o un solo texto pueden englobar
el sentido de su vida, o sugerir el más mínimo carácter de
«completo» o «acabado» en su pensamiento acerca de la esencia
del yo.
Es precisamente esta conciencia de ser inacabado y consciente
de la experiencia histórica del propio yo –única, irrepetible
y siempre cambiante, manifiesta en sus escritos– lo que
confiere a Merton el citado carácter de actualidad y lo convierte
en un clásico de la historia religiosa contemporánea. En este
libro, por primera vez en la historia de las autobiografías o diarios
de monjes, penetra Merton el sentido profundo del lenguaje
religioso, el símbolo central del yo en el cambiante
entorno de la búsqueda religiosa de nuestro tiempo, por lo que
su atípica vida de monje y escritor del siglo XX descubre una
nota de universalidad.
En el universo espiritual y simbólico de Merton se dan tanto
la continuidad como el cambio. La continuidad puede ser
apreciada en su íntima inmersión tanto en los escritos de los
Padres de la Iglesia y de los padres monásticos, como en la tradición
mística de su propia formación cristiana y en sus sucesivas
reinterpretaciones de los grandes temas de estos clásicos a
la luz de su propia experiencia cambiante. Así, en sus escritos
más tempranos –por ejemplo en Semillas de Contemplación– es
su dramática conversión al cristianismo la lente a través de la
cual mira la vida cristiana y su recién aceptado objetivo monástico:
la realización de la experiencia del encuentro con Dios y, a
través de éste, el encuentro consigo mismo. El yo falso y el yo
verdadero son los símbolos apropiados para expresar su experiencia
en esos momentos iniciales, en perfecta correspondencia
con el duro contraste que él expresa entre el mundo y el
monasterio, entre la ciudad profana y violenta y la sagrada
comunidad campestre. (Cont.....)

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.