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lunes, 7 de abril de 2008

Monje e institución.

Es evidente que hay una notable diferencia entre el joven Thomas Merton que como converso encuentra asilo temporal en el paraíso claustral de orden y sencillez que era Getsemaní, y el monje en proceso de maduración que, consecuente con el aliento que le guiara, despierta gradualmente de un sueño pastoral artificial para descubrir que incluso su propio monasterio puede participar plenamente, y él también, de las cualidades de desorden, ruido y complejidad del gran mundo. Getsemaní ayudó a Merton y le dio un marco propicio para responder a un propósito más hondo y superar las complejidades de su mundo, pero luego le obligó también a revisar sus propias ilusiones y remar mar adentro. Los diarios de Merton nos van dejando ver un creciente sentido crítico a la par de su maduración personal y religiosa, y nos permiten compartir un proceso interior que le hace descubrir como la estructura monástica puede inducir a una falacia mayor que aquella otra que pretende refutar con su práctica.
Poco antes de partir para Asia, Merton afirmará que el propósito de la vida monástica es la unificación de la persona; toda la arquitectura religiosa del monasticismo, con su estructuración precisa, el calendario litúrgico y todo el conjunto de reglas, está exclusivamente concebida para propiciar la creación de un “clima” que facilite el nacimiento de hombres nuevos, también, en otras palabras, el desarrollo de personas reales.
Merton necesitó Getsemaní para sanar su rota identidad, ocasionada por sus experiencias de niñez y juventud; para el monje el monasterio constituye un edificio de alabanza y adoración. Pero a la par que va unificándose, también Merton va reflexionando acerca del papel del monje en el mundo. Este debe tener, dirá, una perspectiva correcta acerca de la situación en la que se encuentra el mundo, y no ha de aferrarse ciegamente a los esquemas pasados, si bien ha de preservar todo lo que de valioso ofrezca la propia tradición.
De hecho, Merton fue un gran conocedor de su tradición monástica, y eso le permitió que su acercamiento a la cultura contemporánea y las tradiciones orientales llevará siempre una impronta ortodoxa, fiel a la tradición de la Iglesia. En uno de sus diarios publicados Merton declara explícitamente su fidelidad a la iglesia católica al tiempo que se muestra implacable en su crítica hacia su institución.

(Notas a partir de la lectura de “La Memoria Encendida”, de Fernando Beltrán llavador)

2 comentarios:

Inés García, aci dijo...

pienso que este texto sobre Merton ayuda a profundizar en el proceso interior de cada uno en cuanto a su relación con la Iglesia, la evangelización y la profundización en la propia vocación. Muy interesante. Gracias,

Inés

Anónimo dijo...

Te he puesto en mis links y en google reader... lo seguiré desde ya.

saludos

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.