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sábado, 31 de mayo de 2008

Memorias de Ernesto Cardenal 3.


Al día siguiente regresó Merton a mi habitación como lo había anunciado. Estuvo viendo con mucho interés los libros que yo había traído y se llevó algunos para leerlos. Lo de los libros había sido por recomendación suya. Poco antes de mi salida de Nicaragua me había escrito una carta ya personal como maestro de novicios, para infundirme tranquilidad y ánimo; y en ella me decía que no vacilara en llevar conmigo un lote de libros, aquellos de mi preferencia. De no ser así yo hubiera llegado despojado de todo libro. También le mostré algunas fotos de mis esculturas y le gustaron. Me las pidió para mostrárselas al P. Juan de la Cruz que era ceramista. Hablábamos en español, porque su español era mejor que mi inglés. Lo que me sorprendió mucho, porque en todo lo que había escrito de su vida yo no recordaba que él contara nunca que estuviera aprendiendo español; y cómo lo había aprendido muy bien en el encierro de la trapa, me parecía como milagro. Más me sorprendería después, cuando me fui dando cuenta que los idiomas que él conocía eran muchos, muchísimos; nunca supe cuántos. Y ésta no fue la única cosa suya que yo vería después como milagro. Me dijo que ahora él iba a perfeccionar más el español con mi conversación y con los libros que había llevado, porque antes había tenido muy pocas oportunidades de practicar el español. Me dijo que yo iba a practicar el inglés teniendo conversaciones con un monje que había sido un escritor de Hollywood, el que le hacía los argumentos a Beatriz Lillie, y autor de muchas otras películas. Le agradó mucho ver el librito de pájaros que yo había comprado en Miami, y me dijo que eso me iba a ser de mucha utilidad en el monasterio. Ahora yo ya iba a pasar de la casa de huéspedes al noviciado. Mucho tiempo después me contaría Merton que cuando el Abad recibió mi solicitud de ingreso, se la dio a él para que me contestara rechazándola. Algunos latinoamericanos habían llegado antes y casi no habían durado nada. El Abad pensaba que las diferencias de clima, idiosincrasia, etc., hacían que este monasterio no fuera propio para los latinoamericanos, y en caso de que debieran regresarse sin tener con qué, los pasajes en avión serían una carga para el monasterio. Pero cuando Merton recibió mi solicitud, sintió —según me dijo— muy claramente en su interior una especie de voz que le decía: “Hay que recibirlo. Es muy importante que él venga aquí”. Eso hizo que él contraviniera la orden expresa del Abad, y así fue que a mí me llegara una aceptación de ingreso. Y yo ahora pues ya iba a entrar al noviciado.

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.