Seguimos compartiendo algunas de las ideas que sobre la santidad desarrolla Thomas Merton en su libro "Semillas de contemplación".
8- Dice Merton que en la humildad se halla la máxima libertad, que a menudo es el orgullo propio el que hace al hombre obrar, con la intensión de construirse un halo para sí, no para dar gloria a Dios. La santidad no es la vana competencia de unos con otros por los puestos en el reino. No creas que los santos son siempre perfectos y no tienen defectos contra las que luchar: algunos santos se han llevado mal con otros santos, muchos santos han sido molestos y exasperantes; Dios permite muchas veces que aun alcanzando un alto grado de santidad los hombres conserven limitaciones, defectos, miopías y excentricidades. La santidad no es siempre claramente visible:
“Conténtate de no ser todavía santo, aunque te percates de que la única cosa por la cual vale la pena vivir es la santidad. Así estarás satisfecho dejando que Dios te guíe hacia la santidad por caminos que no puedes comprender. Pasarás por una oscuridad en que ya no te preocuparás por ti mismo ni te compararás con los demás. Los que han seguido este camino hallaron finalmente que la santidad está en todo y que Dios los rodea por todas partes. Después de abandonar todo deseo de competir con los demás, se despiertan de pronto y descubren que el gozo de Dios está en todas partes y pueden regocijarse por las virtudes y bondad de su prójimo más que no habrían podido hacerlo por las suyas propias. Están tan deslumbrados por el reflejo de Dios en las almas de los hombres con quienes viven, que ya son incapaces de condenar lo que ven en el otro. Aun en los mayores pecados pueden ellos ver bondad y virtudes que nadie más puede ver. En cuanto a sí mismos, si todavía se consideran, ya no se atreven a compararse con otros. Esa idea se hizo ya impensable. Pero ya no es fuente de gran sufrimiento y lamentación: han alcanzado finalmente un punto en que dan su propia insignificancia por supuesta y ya no se interesan en sí mismos”. Un texto precioso.
9- Y ahora, otro pasaje único:
“Decir que estoy hecho a imagen de Dios es decir que el amor es la razón de mi existencia; pues Dios es amor. El amor es mi verdadera identidad. La abnegación es mi verdadero yo. El amor es mi verdadero carácter. Amor es mi nombre. Si, pues, hago, pienso o digo algo, conozco o deseo algo que no sea puramente por el amor de Dios, no puede darme sosiego ni descanso, satisfacción ni gozo. Para hallar el amor debo entrar en el santuario donde está escondido: que es la esencia de Dios. Y para entrar en Su santidad debo volverme santo como Él es santo, perfecto como Él es perfecto. Nada de esto puede conseguirse por ningún esfuerzo mío, por ninguna labor mía, por ningún competir con otros hombres. Significa abandonar todo camino que un hombre pueda seguir o comprender. Yo, que estoy sin amor, no puedo llegar a ser amor, a no ser que el Amor me identifique consigo mismo. Pero si Él envía Su propio Amor, a Sí mismo, para que obre y amé en mí y en todo lo que yo haga, entonces seré transformado, descubriré quién soy y poseeré mi verdadera identidad perdiéndome en Él. Y esto es lo que se llama santidad”.
10- Muchos no alcanzan la santidad, porque pasan todo el tiempo intentando ser otros, y no ellos mismos. “Por muchas absurdas razones, están convencidos de que están obligados a convertirse en alguien que murió doscientos años antes y vivió en circunstancias completamente ajenas a las suyas”.Quieren poseer la santidad de otros, y eso es egoísmo. La prisa estropea a los santos, buscan el éxito rápido, y se equivocan, confunden su prisa con integridad. Pero, en los grandes santos integridad y humildad van juntas. “El santo es distinto de todos los demás hombres precisamente porque es humilde”. Se necesita una humildad heroica para ser uno mismo. La perfección no es algo que puedas adquirir como un sombrero.
“Uno de los primeros signos del santo es el hecho de que los otros no saben que pensar de él”.
2 comentarios:
"La gente no sabe qué pensar sobre él". Eso creo es algó básico, porque también el santo es imprevisibler, como Dios es imprevisible tambien. Una fe en la que toda está decidido y predeterminado no sería coherente con la libertad que Dios nos ha dado. Merton apunta a lo más hondo, es increíble cuánta sabiduría hay en sus palabras.
"Yo, que estoy sin amor, no puedo llegar a ser amor, a no ser que el amor me identifique consigo mismo....descubriré quién soy y poseeré mi verdadera identidad perdiéndome en Él. Y esto es lo que se llama santidad”.T.M.
Este trozo del Cántico Espiritual me iluminó para descubrir la eficacia de la gracia:
..."que si color moreno en mí hallaste ya bien puedes mirarme después que me miraste que gracia y hermosura en mí dejaste"...san Juan de la Cruz.
El Amor se identifica con el santo que siempre está en proceso de conversión.
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