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martes, 1 de octubre de 2013

THOMAS MERTON Y LOS SANTOS DEL CARMELO.


La afinidad de Thomas Merton por la espiritualidad del Carmelo, sobre todo en determinada etapa de su vida, es indiscutible. Por poner un ejemplo, en uno de sus libros más conocidos , El signo de Jonás, las citas de santos del Carmelo alcanzan un elevado número; el primer lugar lo ocupa San Juan de la Cruz, citado en el libro unas 40 veces; también aparecen Santa Teresa (10), Santa Teresa de Lisieux, Isabel de la Trinidad, además de otras citas y referencias vinculadas con la espiritualidad carmelitana.  San Juan de la Cruz ejerció una influencia particular en Thomas Merton, en sus concepciones espirituales, sobre todo en la primera etapa de su vida monástica, y  su conocimiento de la obra del santo era amplia; en sus libros aparecen también abundantes referencias a este santo, en artículos, y de modo especial en una obra de 1951, “Ascenso a la verdad[1]. Es lógico por tanto que en la comprensión de la santidad cristiana tuvieran mucho peso los conceptos austeros del  maestro de la “nada”.
Teresa de Lisieux, que  aparece siempre como The Little Flower, es decir, la pequeña flor, merece una especial consideración.  Constituyó para Merton un verdadero hallazgo espiritual;  ella fue una compañía especial en su época de búsqueda y discernimiento, y le sirvió  para alcanzar un entendimiento más profundo del ideal cristiano. Así, Merton dice asombrarse ante el surgimiento de una santa como ella, de tanta altura espiritual, en un medio poco  estimulante como era el ambiente religioso-espiritual de su tiempo, “en medio de la fealdad y de la mediocridad hinchada, aterciopelada, superdecorada y cómoda de la burguesía”; de ahí  el asombro al ver la obra que la gracia ha hecho en la santa carmelita, que aun no desertando de su realidad, de sus mediaciones, conservando lo que de burgués, nostálgico o almibarado podía haber en sus devociones, gustos o poemas, llegó a ser no sólo santa, sino “la mayor santa que ha tenido la Iglesia en los últimos trescientos años”. Reconoce Merton que esto constituyó una importante enseñanza para él, al comprender que, tanto la fealdad exterior como los males físicos del mundo, pueden servir perfectamente como mediación de un gran bien espiritual[2].




[1] Un resumen de la doctrina del santo carmelita se puede hallar en “Luz en la oscuridad. La doctrina ascética de San Juan de la Cruz”, en T. Merton, Humanismo Cristiano. Cuestiones discutidas, Barcelona, Kairós, 2001, 145-153. El P. Matías del Niño Jesús, ocd, en “San Juan de la Cruz en Merton”, Revista de Espiritualidad, 57 (1998), 691-702, recoge, con algunas inexactitudes, la influencia del santo carmelita en el monje trapense.
[2] M7C, 535-539. Como señal de confianza, TM encomendó el cuidado de su único  hermano, John Paul, a Teresita.

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.