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viernes, 30 de enero de 2015

EN BUSCA DE LA INTEGRACIÓN FINAL

“En las sociedades de castas estrictamente limitadas y autoritarias de la Europa medieval, India, China y Japón, el individuo vivía sumamente restringido en un marco que le negaba toda movilidad social. Pero la persona excepcional, de cualquier casta, podía hacerse monje. Si era capaz de vivir como un auténtico mendigo y peregrino, aceptar los sacrificios, las inseguridades, los riesgos, los desafíos de la aventura solitaria, se le liberaba de las limitaciones sociales. Iba solo por carreteras, junglas o desiertos con derecho a evolucionar a su propia manera, hasta con derecho a intentar con dedicación apasionada liberarse de los límites de su contingencia en tanto que criatura: podía perderse en la luz de la eternidad, siempre y cuando encontrara el camino.

En el mundo moderno, las cosas se han invertido hasta cierto punto. Vivimos en una sociedad sumamente móvil en la que, si bien tal vez no seamos tan libres como pensamos, los límites aun son muy flexibles y, en ocasiones, inexistentes. Entrar en el monasterio es entrar en la forma de vida más restringida que existe. Esta restricción tiene una finalidad: nos es impuesta para liberarnos de los apegos y de la voluntad del ego. Pero la gran pregunta es: ¿Cumple con esta misión? 
Sí y no.

No podemos despreciar al ascetismo del servicio y la obediencia comunales como si fuese algo que no viene para nada al caso, anticuado, represivo y estéril. Es necesario y saludable para las  personas que han tenido poca o ninguna disciplina. Por otra parte, decididamente opera de manera tal que no va más allá de iniciar cierto crecimiento. Frustra y ahoga el crecimiento por encima del nivel medio; no provee otra cosa que una adaptación formal a un esquema comunal bastante estrecho y limitado. Dentro de este esquema, tolera el crecimiento seguro y moderado y consagra la falta de crecimiento. En la práctica es mucho más tolerante con quienes no crecen”.

Thomas Merton Acción y contemplación”, página 135.


Este libro de Merton, menos conocido que otros suyos, recoge ideas interesantes sobre la vida contemplativa y las condiciones que la dificultan o propician en el mundo contemporáneo. El texto anterior pertenece al capítulo VII, titulado "Integración final: Hacia una terapia monástica"; la pregunta que queda pendiente es: ¿Cuán actual sigue resultando la afirmación de Merton de que se acomoda mejor en la vida consagrada aquel que se instala y acomoda, dejando de buscar y crecer? 

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.