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domingo, 24 de noviembre de 2019

MERTON, EL SALMISTA

Thomas Merton dedicó su vida a escribir acerca de la contemplación; sin embargo, su propia forma de orar era, de hecho, sorprendentemente simple, «centrada por entero en prestar atención a la presencia de Dios y a su Amor y su Voluntad... una especie de alabanza que brotaba del centro de la Nada y el Silencio... sin pensar en nada, sino buscando directamente el Rostro del Invisible». Mucho se ha escrito acerca de Merton el monje, el contemplativo, el maestro espiritual, el profeta social y eclesial, el pionero del diálogo interreligioso, el crítico de arte, cultura y literatura, así como de Merton el poeta; pero no se ha escrito explícitamente acerca de Merton el salmista. Sin embargo, hay un salterio virtual a lo largo de sus numerosos escritos, tanto en verso como en prosa, que constituye un precioso ejemplo de alabanza cristiana inequívocamente contemporánea. Él insistía en que su tarea no consistía simplemente en ser poeta y escritor, y menos aún comentarista o pseudo-profeta, sino «básicamente, en alabar a Dios a partir de un centro íntimo de silencio, agradecimiento y "conciencia". [...1 Mi trabajo no es otra cosa que la expresión anhelante de dicho agradecimiento día a día, con absoluta sencillez, abriendo mis manos, por lo demás, a todo cuanto me pueda llegar y haciendo que el trabajo forme parte de la alabanza».

Y refiere cómo en alguna ocasión se ha levantado de la cama en mitad de la noche porque sentía la imperiosa necesidad de recitar salmos tumbado y con el rostro en tierra, completamente a solas, sin mujer alguna, extasiadamente abrazado a su silenciosa amante, el bosque, cuya dulce y oscura calidez era la raíz de todos los secretos que los amantes conocían y que los místicos ansiaban conocer. El hombre «intoxicado de Dios» había extinguido todos los deseos, excepto uno: estar en la misma casa de su amor, en el jardín del Paraíso. De camino hacia allí, y una vez llegado, los cánticos que entonaba eran los salmos que cantaba al ritmo de las horas del día, verdadero aliento y latido de su vida cisterciense.

A medida que se ahondaba la vida de salmodia de Merton, despertaba al salmista que le habitaba. Comenzó inscribiendo nuevos salmos en la prosa poética y en los incontables poemas que parecían fluir del inagotable manantial de su silencio, depósito original del auténtico lenguaje humano del que toda alabanza brota y al que acaba retornando. En una cascada de elocuencia literaria, no tardó en convertirse en la voz única e incomparable de un nuevo y contemporáneo despertar contemplativo, insuflando en sus lectores un ansia semejante de la experiencia de Dios. Para Merton, la poesía era el horizonte cercano de este encuentro, porque, al igual que la música y el arte, ponía al alma en sintonía con Dios, induciendo el contacto con el Creador de un universo en el que brillan con luz propia las huellas de la divinidad. La poesía era la «expresión libre» del nuevo ser humano, el mismo Cristo, renacido a la conciencia edénica en virtud del trabajo de conversión. Gracias a la simpatía creativa y a la comprensión intuitiva, Merton encontró un acceso a la «totalidad oculta»" que informa un universo sacramental preñado de misterio, un nivel paradisíaco de plenitud. Reaccionaba con meteóricos estallidos de luminosidad verbal, celebrando el poder de Dios de ocultarse, para que todos lo vean, en el esplendor de la creación y de susurrar en el secreto del corazón humano.

A medida que la prosa de Merton efectuaba cada vez más ataques contra la horrible brutalidad y violencia de nuestro tiempo, sus poemas místicos eran otras tantas incursiones en lo indecible. Con un lenguaje rico e incluso excesivo, exuberante y fastuoso, exponía una bellísima y sorprendente visión de la existencia a los ojos de la depauperada imaginación religiosa del cristianismo posmoderno. Al espíritu teñido de sangre del siglo XX, que languidecía en el eclipse de un escepticismo y una inseguridad entumecedores, Merton se atrevía a hablarle con la inocencia de la fe: la intuición primordial de la original integridad, sentido y compasión que anidan en el corazón mismo de la realidad. Mientras, a lo largo de su vida, el «relato original» del cristianismo se había visto progresivamente sometido a la distorsión, la discontinuidad y la fragmentación, Merton se mostró infatigable a la hora de rehacer la urdimbre de la historia sagrada en el telar de su inspirada imaginación religiosa, sin disculparse en absoluto por referir una larga e improbable historia con la que cubrir su desnudez existencial, una vestimenta con la que celebrar sus cotidianas liturgias de alabanza.

La de Thomas Merton era una nueva voz de la miseria y grandeza de nuestra experiencia del mundo, y sus versos expresaban una visión plenamente integrada de nuestro tiempo y el espíritu del mismo. Su poesía tenía alas, las cuales le permitían despegar y volar por encima y más allá del horizonte del habitual discurso sobre Dios. Con su poesía seducía a sus lectores y nos persuadía de que renunciáramos a las ya agonizantes y formularias traducciones del discurso sagrado y nos atreviéramos, al igual que él, a ser salmistas de los nuevos tiempos y a devolverle el encanto a un mundo cuya alma se veía seriamente amenazada. Nos invitaba a acceder a la mente del místico cruzando la «puerta del mito» del discurso profético", asegurándonos que al otro lado se despierta uno del sueño y accede a una nueva realidad a través de la puerta del cielo, que se encuentra en todas partes.

Kathleen Deignan
El Libro de las Horas
Sal Terrae

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.