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martes, 20 de marzo de 2007

Teofanes Egido escribe sobre San José.


En la pagina web de los Carmelitas de Castilla aparece un artículo del P.Teofanes Egido, excelente como siempre. Como es corto y rico en matices, me permito incluirlo en esta página, a propósito de la Fiesta de San José, que celebramos ayer:


"No ha sido fácil el reconocimiento de san José en la Iglesia, y la mirada hacia su historia resulta, cuando menos, desconcertante pero también comprensible.Los evangelios, el de Mateo y el de Lucas, contra lo que suele afirmarse con cierta carga de ironía a veces, no hablan tan poco de José, de quien, en contraste, no registran ni una sola palabra: tiene su anunciación, cree y actúa con la eficacia de su silencio en la responsabilidad de esposo de María y padre singular de Jesús, de custodio del Redentor. Porque, a pesar de las inercias de tantos teólogos, de bastantes mariólogos (no de todos), resulta que el misterio de la Encarnación aconteció, conforme al proyecto divino, por mediación de María, pero no solitaria sino desposada ya con José, compañero y protagonista en la vida oculta de Jesús.Decía que es perfectamente comprensible el silencio y hasta el cúmulo de deformaciones que se cernieron sobre esta figura silenciosa en el tiempo posterior a la catequesis evangélica. Era preciso salvaguardar el valor, tan estimado, de la virginidad de María y defenderla frente a los ataques de herejías agresivas. La salvaron a la perfección, y mirando a los datos evangélicos, padres de la Iglesia como san Justino, san Agustín, san Jerónimo, san Juan Crisóstomo. Otros, sin embargo, se dejaron seducir por las fantasías de los apócrifos, que se acogieron al recurso de convertir al esposo de María en viejo, muy viejo, y en viudo con hijos habidos en matrimonios anteriores. Y esta percepción de José ancianísimo fue la que se impuso durante siglos a lo largo de la edad media.La literatura popular, los sermones, la iconografía en sus variadas expresiones medievales, fueron los transmisores y son testigos de aquellas representaciones de san José tan viejo, aislado y de espaldas al nacimiento, en papeles secundarios cuando no casi ridículos de portar un farol, de hacer sopas o, lo más frecuente y significativo, de estar de espaldas o dormido tan tranquilo y tan ajeno al misterio de alegría bulliciosa en aquel espacio animado de la navidad.El redescubrimiento de san José se produjo con el retorno al evangelio reclamado y realizado por los humanistas a partir del siglo XV. El precursor reconocido fue el canciller de Paris, Juan Gerson, encariñado con la misión y con la figura de José, con su paternidad singular, con el matrimonio con María, escritor del poema encendido de la Josefina, empeñado en conseguir la celebración de la fiesta de los desposorios, y empeñado con más denuedo, si cabe, en cambiar la imagen de un José viejo por la más acorde con su misión de esposo y padre, es decir, la de José joven y, añadía, hermoso.El autorizado canciller, que tanto influjo ejerció en la espiritualidad posterior, lo ejerció también en este particular aspecto de la figura, de la devoción, del culto, creciente a partir de entonces (eran los tiempos del concilio de Constanza, por 1416) y aunque la eclosión tuviera que esperar al manifiesto de santa Teresa, recogido todo ello y expresado en libros, en sermones entusiastas, en pinturas llenas de ternura como las del Greco o Zurbarán, en tallas rebosantes de fortaleza como las de Berruguete, de Gregorio Fernández y del barroco español. La presencia de san José se hizo realidad en la Iglesia, en la devoción del pueblo, en tratados de teólogos, en la literatura religiosa, en el culto y en la liturgia. Como expresión del fervor, su fiesta se hizo universal en el siglo XVII, fue proclamado patrono de obispados, de países, de órdenes religiosas y, por Pío IX en 1870, de la Iglesia universal. Eran tiempos necesitados de la protección de san José, como lo eran, por otros motivos, aquellos en los que el Papa León XIII publicó la única encíclica josefina (Quamquam pluries, 1889). Ya en el siglo XX, Juan XXIII, tan devoto del Santo, incluyó su nombre en la plegaria litúrgica (en el canon) de la misa.Después del concilio Vaticano II (¿quién recuerda que Juan XXIII proclamó al esposo de María velador especial del concilio?) san José no se libró de la crisis general que hoy se refleja en olvidos pero también en recuerdos, en la renovación de su teología, en congresos, en centros y publicaciones dedicados a su estudio y animados por la hermosa y profunda exhortación apostólica Redemptoris Custos de Juan Pablo II." (Teofanes Egido).

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.