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jueves, 7 de febrero de 2013

TEÓFANO, EL RECLUSO

"Trabajando sobre los místicos rusos, he llegado finalmente a Teófano el Recluso, el obispo y monje del siglo XIX que dejó su sede a la edad de cincuenta y un años para vivir en soledad. Primero salía de su celda para asistir a los oficios en la iglesia de su abadía. Luego, a los seis años, tras el oficio de vísperas de Pascua de 1872, se convirtió en un recluso total, sin recibir a nadie más que al abad, a su confesor y a un hermano que atendía a lo necesario. Vivió así veintidós años, haciendo muchas traducciones y trabajos literarios, y llevando una inmensa correspondencia espiritual con las personas a quienes dirigía.
 Este simple perfil no da idea de su verdadera estatura espiritual. En realidad, es una figura impresionante, que descuella por encima de los startzi de Optima y de los demás grandes monasterior rusos que florecieron en el siglo XIX. Uno siente aquí que está en presencia de una verdadera grandeza, nobleza e integridad, una santidad perfectamente integrada y tradicionalmente monástica. Aquí hay una vida que, a pesar de su aparente extravagancia, se ve por sus frutos que estuvo verdaderamente equilibrada. Aunque va contra las normas razonables, tiene sentido real. Teófano fue un hombre que estaba por encima de las vicisitudes de la vida, que vivió en una atmósfera enrarecida y que, sin embargo, siguió siendo plenamente humano. Se eleva como Isaías entre los profetas.
 A este hombre le admiro profundamente porque supo ver qué hacer y supo hacerlo. Supo andar derecho y seguir a Dios. A veces estoy tentado de pensar que las complejidades de nuestro sistema conventual le cargan a uno de fantasías arbitrarias, encerrándole en un rincón absurdo en obsequio de un oscuro principio o a algún punto de ideología. En tal caso,  para hacer lo que realmente es apropiado, hay que volver a ello hacia atrás, como si hiciera otra cosa".

Thomas Merton, CONJETURAS, 348.

1 comentario:

Sol dijo...


No conocía de la existencia de Teófano el Recluso.Aún teniendo en cuenta la sicología y todos los avances de la ciencia moderna en cuanto al estudio de la personalidad, ¿quién puede atreverse a asegurar que alguien es "extravagante" o "equilibrado" sin conocer sus más profundas motivaciones? Sin embargo, puede asegurarse con más acierto que "cargar con fantasías arbitrarias, encerrando en un rincón absurdo en obsequo de un oscuro principio o algún punto de la ideología", es, cuando menos, desequilibrado.

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.