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miércoles, 14 de noviembre de 2018

BUSCANDO AL DIOS VIVO... (1)


INTRODUCCIÓN: En la Escritura aparece con frecuencia, de principio a fin, la expresión “el Dios vivo”; este modo de referirse a la FUENTE DE VIDA implica dinamismo, generosidad, novedad que asombra y despierta. Vivo significa lo contrario de muerto. Es un manantial que nunca se seca, que fluye siempre. Por tanto hablamos de un concepto de Dios que está lleno de energía y espíritu, vivo con designios de liberación y sanación, que nos aborda siempre desde el futuro para hacer algo nuevo. En Dios siempre hay mucho más de lo que el ser humano comprende y espera, por eso nos asombra.

 La expresión “el Dios vivo” (Creador, Salvador y Amante) evoca el inefable misterio divino activo en la historia que pide la colaboración de nuestro esfuerzo al tiempo que cultiva una relación de amor en el centro de nuestro ser (Mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo). Estas ideas pretender provocar el deseo de ir más allá de nuestros conceptos personales acerca de Dios, arraigados en nuestras tradiciones, para alcanzar nuevas tierras vivificantes y verdaderas, que renueven nuestra fe, adhiriéndose al Dios vivo manifestado incluso en las tinieblas (Los mapas medievales tenían, cuando representaban el mundo desconocido, tenían esta anotación: aquí hay dragones). El creyente debe atreverse a buscar a Dios en esas regiones ignotas, ir más allá de sus propias ideas para encontrar al Dios vivo que le lleve a comprometerse de modo apasionado y responsable con este mundo, a la vez bueno y terriblemente roto.

A principios del siglo XX, Rudolf Otto publicó un estudio clásico sobre cómo han experimentado los seres humanos esa presencia numinosa que llamamos Dios en el núcleo de la religión. Él le llamó a esa presencia LO SANTO, y exploró los tres elementos imbricados que caracterizan el encuentro humano con ello. Según Otto, nosotros experimentamos lo Santo como un MISTERIO a la vez SOBRECOGEDOR  y ATRAYENTE (mysterium tremendum et fascinans).

a.    MISTERIO: hace referencia al carácter oculto de lo Santo, que supera lo imaginable, no solo por nuestras propias limitaciones intelectuales, sino por su misma naturaleza. Pero esto, lejos de ser una experiencia pesimista, este encuentro con lo Santo va unido a la promesa de plenitud: existe más plenitud de la que nosotros podemos percibir.

b.    SOBRECOGEDOR (tremendum), porque queda fuera de nuestro control, nosotros no podemos domesticar el poder de lo Santo. Esto suscita un sentimiento de reverencia rayano en el miedo, un temor sobrecogedor: somos tan pequeños ante esa majestad…


c.    FASCINANTE: expresa el carácter atrayente de este misterio, en la medida en que su dimensión de gracia resulta abrumadora. Se experimenta como amor, misericordia y consuelo; lo Santo nos llena de dicha. Las personas anhelan ansiosamente esta bondad, que da a lo Santo el poder de extasiar, seducir y atraer nuestro corazón.

 Ahora bien: los miembros de una religión son iniciados en una determinada tradición viva de encuentro con lo Santo. Innumerables antepasados a lo largo de los siglos han experimentado en su vida ese misterio sobrecogedor y atrayente, y han recogido y guardado su experiencia en textos, ritos, y prácticas concretas que expresan lo que han conocido y sentido como verdadero. Al integrarse en una vida de comunidad, los creyentes descubren el sentido de lo Santo trasmitido por sus ancestros; a la vez, buscando, encontrando y practicando ese sobrecogedor y atrayente misterio en medio de su propio tiempo mantienen el proceso activo para las generaciones venideras.

 Las religiones implican la búsqueda y exploración continua de lo último y pleno, y están por ello en constante movimiento. El siglo XX experimento la crítica demoledora de los ateísmos, que todavía persisten, y pudieron hacer creer que la búsqueda del Dios vivo llegaba a su final, sobre todo por el avance del progreso tecnológico. Pero la historia indica que la muerte de Dios se exageró en exceso. Evidentemente la religión no es un producto sin impurezas: con excesiva frecuencia ciertos grupos ceden a la tentación de hacer de su deidad el dios de su tribu, hostil a los extraños, instigando terribles brotes de violencia. El filósofo de la religión Martín Buber escribió mordazmente que la palabra “Dios” está cubierta de sangre y debería ser eliminada de nuestro vocabulario al menos hasta que se recobre de esa mala utilización.  Hay que tener constantemente presente esta ambigua herencia como correctivo crítico de todo triunfalismo religioso. Pero al mismo tiempo, la inesperada vitalidad de la religión, para bien o para mal, en nuestro siglo XXI, junto con la emergencia de nuevas formas de espiritualidad al margen de la religión organizada, hacen patente que la conexión con lo sagrado sigue teniendo una importancia vital para un buen número de mujeres y hombres en nuestro tiempo. Podemos decir pues que: la búsqueda del Dios vivo ha sido y continúa siendo una actividad perenne del espíritu humano.

¿POR QUÉ BUSCAR? Dijo San Agustín que “a Dios se le busca para que sea más dulce el hallazgo, y se le encuentra para buscarle con más avidez”. La búsqueda de Dios, aun con lo revelado en las grandes tradiciones religiosas, es ilimitada, básicamente por tres razones:

1.     La naturaleza de lo que se busca es incomprensible, insondable, ilimitada e indescriptible. El Dios vivo no puede ser comparado con nada de este mundo. Hacerlo es reducir la realidad divina a un ídolo. Esta magnitud divina significa que, por mucho que sepamos, la mente humana nunca puede captar la totalidad del Dios vivo en una red de conceptos, imágenes o definiciones, ni abarcar la realidad de Dios ni siquiera en las más sublimes doctrinas. La frase de Agustín lo resume bien: Si lo entiendes, no es Dios (Sermón 117, 5). Si tienes una idea clara de quien es Dios, entonces no se trata de él, sino de alguna realidad inferior. Porque el Dios vivo no es meramente un objeto del mundo más grande y mejor, sino el Inefable.

2.    La búsqueda es continua porque el corazón humano es insaciable. La experiencia universal de inmenso anhelo impulsa la aventura humana en todos los campos, y en el terreno de la religión, como lo han testimoniado los buscadores de Dios de todos los tiempos, el espíritu humano no puede aquietarse con ningún encuentro, sino que fascinado al atisbar algo, sigue ansioso de más. Las personas están peregrinando hasta su último suspiro, a través de la belleza y del gozo, del deber y el compromiso,  del silencio y el dolor, hacia un sentido más hondo y una unión más profunda con el Dios inefable.

3.    El tercer factor de la búsqueda perpetua es la historia de las culturas humanas, que está en constante cambio. La experiencia de Dios es siempre mediada, es decir, accesible a través de canales específicos de la historia. Cuando cambian las circunstancias, también la experiencia de lo divino experimenta cambios. Lo que vale y funciona en una época determinada (constructos intelectuales, imágenes o ritos que median la idea de Dios), no tienen sentido en otra época porque cambian las percepciones, los valores y modos de vivir. Para que las tradiciones religiosas permanezcan vivas y vibrantes, hay que reemprender la búsqueda una y otra vez.

EN RESUMEN: La profunda incomprensibilidad de Dios, asociada al profundo anhelo del corazón humano en el contexto de las cambiantes culturas históricas REQUIERE verdaderamente que haya una historia en la búsqueda del Dios vivo que nunca concluya.

(Estas notas fueron tomadas a partir de: “La búsqueda del Dios vivo”, de Elizabeth A. Johnson, Sal Terrae 2008).

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.