A lo largo de toda la Escritura aparecen dos corrientes espirituales preponderantes: la sacerdotal y la profética. La primera gira en torno al templo, el culto, las observancias rituales, la circuncisión, las normas de pureza... La profetica está prácticamente al margen de todo eso, o lo interpreta de una manera diferente, y centra el vínculo con Dios en la justicia, la atención al pobre, la denuncia de la falsa religiosidad, meramente exterior.
Recordamos textos como estos: "Misericordia quiero, no sacrificios; conocimiento de Dios más que holocaustos"; o tambien: "El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, vestir al que va desnudo, no cerrarte a tu propia carne".
El Mesías esperado por Israel era concebido de diversas formas: como un lider político o un rey, como David; como un legislador, como Moisés; como un sumo sacerdote, como Aaron; como un profeta, como Elías o Isaías. Aunque los evangelistas juegan con todas esas imágenes para presentar a Jesús a sus comunidades, en lo concreto él no fue un rey, ni un legislador, ni un sacerdote; Jesús fue un profeta, un laico, un hombre de pueblo, conocedor de sus tradiciones, pero libre para mirar más allá de ellas.
Su postura ante una religiosidad "sacerdotal", es decir, ligada al templo, al culto, a la Ley, fue muy crítica. Él propone revisar todos esos conceptos, asumirlos y vivirlos de una manera nueva.
Así, cuando dialoga con la mujer samaritana le habla de un culto nuevo, ni en Jerusalén ni en otro sitio, sino "en espíritu y verdad". Luego, cuando expulsa a los mercaderes del templo apunta a que el verdadero templo somos nosotros, es su/nuestro cuerpo. Y finalmente a tráves de sus palabras y parábolas nos hacer ver que la verdadera religión consiste en vivir, no de forma estéril, sino dando frutos. Es lo que implica la conocida frase: Ustedes saben que se dijo, pero ahora yo les digo... Es su postura ante el sábado, ante la marginación o el desprecio del prójimo por causas "religiosas", su libertad para reinterpretar las normas y tradiciones lo que revela y manifiesta su condición de profeta y de "Hijo".
También nosotros tenemos que pasar, en nuestra vida espiritual, de una religiosidad centrada en lo exterior a una más profunda y menos dependiente de ritos, fórmulas, preceptos. No significa que estos no sean valiosos e importantes, sobre todo en determinadas etapas del camino; pero siempre hay que vivir en el Espíritu de Jesús, que fue libre y no se aferro a nada más que al Padre amoroso que puso sus ojos en los más pequeños, y quiere que todos sus hijos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.
Nota: Cuando digo que Jesús actuó como profeta no estoy definiendo su condición. Jesús es el Hijo, pero su modo de estar entre nosotros fue el de un profeta, lo mismo que su modo de vivir y de hablar, su suerte y su final. A eso me refiero, no a que sea solo un profeta y no el Hijo de Dios en el que todos somos hijos.
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