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lunes, 20 de febrero de 2023

TRANSFIGURACIÓN: SOMOS UN MISTERIO DE LUZ

El siguiente texto forma parte de la reflexión de Pablo de Ors (Biografía de la luz) sobre el pasaje de la Transfiguración, en Mt 17, 1-9; Lc 9, 28b-36.

"Lo primero es la llamada de Jesús, quien en su día escogió a Pedro, Juan y Santiago, entre sus discípulos, y que ahora sigue llamando a otros, quizá también a ti. La vocación es personal, única e intransferible: resuena en la propia conciencia e invita a una relación. Que sea personal no significa, desde luego, que no sea también universal. Que Dios llame a algunos en particular no significa que no estemos todos llamados a contemplar y a compartir, a experimentar y a expresar. Cada cual según su capacidad, pero nadie queda excluido de la llamada de la Montaña; basta escuchar su voz y secundarla

Esta llamada al Tabor (nombre que no aparece en el evangelio, pues se trata de una localización posterior de la tradición) es para llevar a los discípulos aparte. Jesús les separa del resto. Se trata, en principio, de una segregación, si bien con vistas a una posterior congregación. Jesús les conduce a un monte alto, que es en todas las religiones el lugar por excelencia de la presencia de Dios: la geografía espiritual por antonomasia. Si el desierto es el ámbito de la prueba o tentación – el lugar en que se lucha contra los propios demonios – , la montaña – a la que hay que subir para apartarse de lo terrenal y para respirar un aire más puro – es el de la revelación. ¿Y cómo es esa revelación o encuentro con Dios? Es una transfiguración. Es un encuentro que sucede mientras (Jesús) oraba, es decir, que la transfiguración es lo que acontece en la oración. Gracias a la oración, esta experiencia de Dios llega ahora al cuerpo y al corazón. Lo divino no interviene sin nuestra colaboración: pide nuestra disposición de apertura para poder entrar. 

Pero no es que Jesús se transfigurase sólo en ese momento concreto. La transfiguración es más bien el estado habitual de su ser, es sólo que ahora, en ese monte del Tabor, los discípulos lo pueden ver. Se hacen cargo por fin de lo que tienen delante. Como todos los milagros, también éste de la transfiguración tiene algunos signos que lo acreditan: el rostro de Jesús cambió – se nos dice – , y sus vestidos empezaron a brillar: lo que nos sucede por dentro se manifiesta por fuera. No se trata, evidentemente, de un espectáculo de luz y sonido, a modo de demostración: lo espiritual nunca es amigo de lo espectacular. Se trata, más bien, de cómo el espíritu incide en la carne, de cómo la estigmatiza. Como es visible en los grandes santos, la práctica espiritual reblandece las facciones, las dulcifica y hasta las ilumina. No en vano el término «Dios» significa luz. La transfiguración, por tanto, no alude a un cambio de sustancia, sino de figura: en Jesús no se ha producido aquí una transformación en lo esencial, sino sólo en lo aparente. Lo que se quiere resaltar es que es en la carne de Jesús donde se manifiesta la gloria de Cristo. Que es en lo profano donde, paradójicamente, podemos hallar lo sagrado. Que nuestra naturaleza original es un diamante, y que hay ocasiones – místicas – en las que se nos concede poder verlo. 

Una persona transfigurada es alguien que ha «visto» y que, por eso, ha comprendido. La comprensión es fruto de una visión, es la visión la que te transfigura. Pero esto no es un privilegio de unos cuantos iluminados, sino que todos participamos de esta identidad transfigurada. Nosotros somos un misterio de luz; es sólo que no lo vemos, que necesitamos escuchar la llamada al monte para descubrirlo. Descubrirlo supone superar la pesadilla de la separación en que vivimos, darnos cuenta de que formamos un todo y de que estamos a su servicio. Así que la llamada a la montaña es a descubrir nuestra naturaleza original, nuestro verdadero ser. Esa naturaleza, ese Ser, se refleja en Jesucristo de manera excepcional. Él es para sus discípulos el mejor espejo de su propia identidad. Él les recuerda quiénes son ellos mismos y les invita a que sean «un espejo del ser» para los demás. 

De modo que lo que se llama «gloria de Dios» nada tiene que ver con lo que se entiende por gloria humana: cetros, coronas, fama, honores, poderío… Todo eso no es más que la gran tentación, la gran tergiversación. Nuestras ideas religiosas en general y, en particular, la de un Dios omnipotente, son casi siempre lo que mayormente nos impide comprender a Jesús. Lo que él enseñó, por el contrario, es que hemos de deshacernos de la escoria de nuestro falso yo para descubrir el oro puro de nuestro verdadero ser. Tantas veces, sin embargo, seguimos esperando que Dios recubra de oropel o de purpurina la escoria que a menudo somos, confiando en que así todos caerán rendidos ante nuestro esplendor. La gran pregunta que el Tabor presenta es si aceptamos que es en la carne, débil y enfermiza, donde acaece el milagro de la luz. O si más bien preferimos seguir soñando con luces falsas y refulgentes, ajenas a nuestra condición humana, necesariamente frágil y mortal".

Pablo de Ors, Biografía de la luz

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Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.