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domingo, 21 de junio de 2009

La Otra orilla.


Estamos embarcados con Jesús en un viaje, corto o largo según se vea; estamos atravesando el mar sobre una frágil barquilla que llamamos "Vida". Si algo me asombró desde muy pequeño, y me asustó también de cierta manera, fue mi fragilidad física: ante el espejo intentaba palpar la estructura osea que me sostenía (siempre fuí muy delgado), y comprendía que podía quebrarse en cualquier exceso. Luego, con los años, asumí una frase que han repetido generaciones, y que nos define: "No somos nada". Es una doble negación, aparentemente contradictoria, que refleja esa constancia de fragilidad y transitoriedad de la existencia humana. Por eso no es raro que tengamos miedo cuando la barca se mueve en demasía y amenaza naufragar, cuando sentimos que la vida se acaba sin que podamos ver en el horizonte la otra orilla. ¿Han escuchado el famoso relato del vigía de Cristobal Colón, que subido al mástil otea el horizonte, y finalmente grita: ¡Tierra!? Así nosotros intentamos también vislumbrar la otra orilla... es nuestra esperanza.

Porque estar siempre en medio de la mar, sorteando grandes olas, enfrentando piratas, amenazado por naufragios, sólo es posible si se cree en un destino. Si hay un lugar al que vamos y hacia el que apunta la proa de nuestra nave; una isla tal vez llamada "esperanza", una orilla "Otra"en la que una "familia" nos espera. Quizá nuestra barca navega a la deriva, y todo lo demás es sólo un sueño, pero hay sueños que por necesarios ya son reales. Por eso no voy simplemente de pasajero, sino que me he alistado en la tripulación, y remo o subo al mástíl; y no niego que alguna vez mi corazón grita: "Señor, que nos hundimos"; pero la oración de mis labios intenta ser siempre: "Señor, auméntanos la fe".

Navegar es una vocación; el enemigo del viaje es siempre el miedo. Con temor no se puede ser un buen marinero, un buen viajero. El antídoto del miedo es la confianza, y por supuesto la nave viaja entonces con una fuerza inusitada: la fuerza del Amor.

8 comentarios:

SAN dijo...

Los cambios siempre producen miedos, dudas, incertidumbres. Sean para cambiar de orilla, de rumbo de navegación o de salir de un puerto seguro o cómodo. Por eso pido una fe que me libere de todos los miedos, que me redima la confianza de haber elegido creer en una esperanza que comienza en la certeza de Cristo es mi felicidad. Con miedo, ni siquiera es posible rozar ningún cielo.

Anónimo dijo...

Con miedo y cobardía la vida es una fracaso máximo.

mj dijo...

Esta reflexión me gusta y la creo importante y necesaria para todos...
Me gustaría mucho que la llevaras también a Preludio, cuanta más seamos los que la leamos mejor.
Un saludo
mj

Anónimo dijo...

Dices, los sueños por necesarios son ya reales. Creo que te equivocas, o al menos te equivocas desde mi percepción. Creo que los sueños son ilusiones que componemos para que nuestro barco navegue por tierra firme. Los sueños pueden darnos la ilusión de agua, pero no son agua. Vivir un sueño es vivir una realidad en en el territorio siempre cómodo del cuerpo dormido.
Luis

Anónimo dijo...

Creo, como Manuel, que los sueños son tan necesarios como la realidad, porque la preceden y la preparan, y sobre todo la hacen mejor. Quien no sueña en realidad no vive, es un vegetal. No por gusto temen tanto los dictadores a los que sueñan.

Anónimo dijo...

Soñar, los sueños admiten todo tipo de interpretaciones. Todas encierran la verdad subjetiva del intérprete. A mí me gusta ésta de Sartre:
“Soñar en teoría, es vivir un poco, pero vivir soñando es no existir”.

Anónimo dijo...

Entiendo lo que supone soñar para alguien como Manuel, que es cubano; allí soñar es desafiar la realidad, ser más libre y superar fronteras. Allí la realidad es tan aplastante que se necesita mucha imaginación para ponerle alas a la mediocridad. Alguna vez le escuché decir que la fe había sido para él como unas alas enormes.
Martha S.

Gabriel Mércuri dijo...

¿Cuál es la otra orilla?...
Si es el Señor quien me invita a cruzar y conocerla, debe ser simplemente, maravillosa.
Sin embargo hay condiciones para llegar a ella:
- Ofrecerle a Él, mi barca, y no otra. Mi corazón, es decir el Centro de mi Vida, tal cual como esté... así como Jesús sube, tal cual como es Él.
- Dejar a la multitud... abandonar al ego... renunciar al falso yo..., que sin duda desatarán huracanes para evitar tan profunda travesía.
Pero el Raboní nos enseña nada menos que el despertar espiritual, para no ahogarnos en la tibieza de la inoperancia.
Acallar toda voz, y sencillamente dejarnos sumergir en el Silencio. Ese santo Silencio que sobreviene sólo por su "Palabra".
Palabra que disipa cualquier tempestad en la vida... para llegar a la tierra prometida.

GABRIEL MERCURI

Ser parte de todo...

¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plenamente, totalmente, te aceptamos a Ti y te damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, nuestro espíritu está enraizado en tu Espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo, y que te hace testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor vence siempre. El amor es victorioso. AMÉN.
-Thomas Merton-

Santidad es descubrir quién soy...

“Es cierto decir que para mí la santidad consiste en ser yo mismo y para ti la santidad consiste en ser tú mismo y que, en último término, tu santidad nunca será la mía, y la mía nunca será la tuya, salvo en el comunismo de la caridad y la gracia. Para mí ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy yo y de encontrar mi yo verdadero… Dios nos deja en libertad de ser lo que nos parezca. Podemos ser nosotros mismos o no, según nos plazca. Pero el problema es este: puesto que Dios solo posee el secreto de mi identidad, únicamente él puede hacerme quien soy o, mejor, únicamente Él puede hacerme quien yo querré ser cuando por fin empiece plenamente a ser. Las semillas plantadas en mi libertad en cada momento, por la voluntad de Dios son las semillas de mi propia identidad, mi propia realidad, mi propia felicidad, mi propia santidad” (Semillas de contemplación).

LA DANZA GENERAL.

"Lo que es serio para los hombres a menudo no tiene importancia a los ojos de Dios.Lo que en Dios puede parecernos un juego es quizás lo que El toma más seriamente.Dios juega en el jardin de la creación, y, si dejamos de lado nuestras obsesionessobre lo que consideramos el significado de todo, podemos escuchar el llamado de Diosy seguirlo en su misteriosa Danza Cósmica.No tenemos que ir muy lejos para escuchar los ecos de esa danza.Cuando estamos solos en una noche estrellada; cuando por casualidad vemos a los pajaros que en otoño bajan sobre un bosque de nísperos para descansar y comer; cuando vemos a los niños en el momento en que son realmente niños; cuando conocemos al amor en nuestros corazones; o cuando, como el poeta japonés Basho, oímos a una vieja ranachapotear en una solitaria laguna; en esas ocasiones, el despertar, la inversiónde todos los valores, la "novedad", el vacío y la pureza de visión que los hace tan evidentes nos dan un eco de la danza cosmica.Porque el mundo y el tiempo son la danza del Señor en el vacío. El silencio de las esferas es la música de un festín de bodas. Mientras más insistimos en entender mal los fenómenos de la vida, más nos envolvemos en tristeza, absurdo y desesperación. Pero eso no importa, porque ninguna desesperación nuestra puede alterar la realidad de las cosas, o manchar la alegría de la danza cósmica que está siempre allí. Es más, estamos en medio de ella, y ella está en medio de nosotros, latiendo en nuestra propia sangre, lo queramos o no".
Thomas Merton.

ORACIÓN DE CONFIANZA...

“Señor Dios mío, no tengo idea de hacia dónde voy. No conozco el camino que hay ante mí. No tengo seguridad de dónde termina. No me conozco realmente, y el hecho de que piense que cumplo tu voluntad, no significa que realmente lo haga. Pero creo que el deseo de agradarte te agrada realmente. Y espero tener este deseo en todo lo que estoy haciendo. Espero no hacer nunca nada aparte de tal deseo. Y sé que si hago esto, tú me llevarás por el camino recto, aunque yo no lo conozca. Por lo tanto, siempre confiaré en ti aunque parezca perdido y a la sombra de la muerte. No temeré, pues tú estás siempre conmigo y no me dejarás que haga frente solo a mis peligros

Para intercambiar comentarios sobre Thomas Merton y otros maestros contemporaneos del espíritu.