Funciones de la experiencia religiosa:
Se ha hablado ya del enorme potencial psíquico con el que cuenta la experiencia religiosa. Ella puede convertirse, según el sentido y la dirección que tome, en aliado poderoso de expansión y plenitud humana, o aliarse con las fallas y el deterioro de los procesos de maduración, y originar trastornos. Aquí destacamos, de modo esquemático y simple, las funciones que la experiencia religiosa puede desempeñar en los tres niveles: afectivo, cognitivo, y ético, de la personalidad.
a- Funciones afectivas: La presencia de lo sagrado asegura en la vida de muchos sujetos una riqueza de vida y un sentimiento de felicidad y de seguridad interior que contribuyen de modo importante a asegurar el equilibrio y el gozo en sus vidas. Puede ser también un soporte afectivo importante, ofreciendo una fuente de confianza básica en el debatirse de la existencia. Es el sentirse fundado y acogido en la magnitud simbólica de Dios. También ayuda a construir una concepción unitaria de la vida. Puede canalizar y potenciar la dimensión simbólica de la vida individual y colectiva, y para algunos la pérdida de la religiosidad en las sociedades contemporáneas es una de las causas del aumento de las neurosis y desequilibrios personales.
b- Funciones cognitivas: La religiosidad reorganiza la experiencia cotidiana respecto a un significado global, constituyendo una síntesis de muchos factores, y configurando una actitud comprensiva, cuya función es “relacionar significativamente el individuo con la totalidad del Ser” (Allport). Procura también orientación y sentido al por qué y al para qué de la vida, reorientando y situando el problema del más allá, y aminorando de modo considerable el temor y la angustia ante la muerte. La religión ofrece auxilio y protección, y unas finalidades y proyectos que organizan el comportamiento y confieren sentido.
c- Funciones éticas: Religión y ética se han visto siempre, de un modo u otro, mutuamente implicadas. La creencia religiosa se presenta siempre como inseparable de unas exigencias respecto al comportamiento del creyente. Las creencias religiosas impulsan la vida moral de los sujetos. Al mismo tiempo la moralidad de las personas creyentes parece disponer de un menor grado de autonomía (Más rígidas). La religión contribuye al desarrollo de una oportuna instauración y jerarquización de valores. Fromm destaca en el impulso religioso la presencia del amor, la libertad y la razón. La fe religiosa ha demostrado ser en ocasiones poderoso impulso de superación, progreso y cambio, ayudando a la transformación social también.
Esto es un resumen de: “Experiencias religiosas y ciencias humanas”, de Miguel García Baró, Carlos Domínguez Morano, y Pedro Rodríguez Panizo. Madrid, PPC. 2001
2 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo, vivir la experiencia religiosa es positivo en esos tres niveles (afectivo, cognitivo y ético).
Como también es muy cierto, para mí, que la "apariencia" religiosa o vivir "usando la religiosidad" es muy negativo para el que lo practica (también en esos tres niveles) y más negativa aún la repercusión social que conlleva.
La transparencia y la autenticidad son valores fundamentales en todos los ámbitos humanos.
La experiencia religiosa es una manifestación del amor. Y el amor es siempre positivo: nos hace sensibles, sentimentales (capaces de sentir), nos hace vibrar, temer y temblar, volvernos locos a ratos… en definitiva, vivir plenamente. Todos somos buscadores de amor.
Sin amor nos vemos envueltos en la apatía, la indiferencia, la frialdad; sin sentir, somos sólo espectadores de la vida, almas desnudas.
AMOR
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
(I.Vilariño)
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